La psicoterapia, hoy.

La psicoterapia es una disciplina que ha venido modificándose y adaptando con el paso de las décadas; existe tan en función de la sociedad, que cuando las sociedades cambian, lo mismo lo hace la psicoterapia y en este contexto, también el psicoterapeuta.

Su objetivo es proporcionar soluciones a los problemas cotidianos, y al mismo ritmo en la sociedad cambia la definición de “problema” o “salud”, y la manera de abordar las dificultades, también cambia y se adaptan las premisas de la psicoterapia. No es necesario abundar mucho en el cómo hace cincuenta años algo podía ser un grave problema y hoy apenas un asunto simple y habitual de la vida cotidiana. Los valores de las sociedades evolucionan, como también lo hacen nuestros intereses, expectativas y recursos personales de los que echamos mano para afrontar la vida.


Pero frente a esta evolución incontenible, cuando hablamos de la psicoterapia los referentes que tenemos más a la mano son las viejas usanzas y los viejos modelos de hacer terapia: un diván, un hombre con barba expresándose en monosílabos, y el prolongado etcétera que a cada quién se le puede ocurrir. La vieja psicoterapia no es apetecible para los valores de hoy en día, por eso y con esas imágenes pasadas de moda, muchas personas descartan la psicoterapia como una posibilidad útil.

Hoy en día no buscamos quién nos diga que hacer o nos juzgue desde una postura de superioridad, tampoco nos interesa demasiado hablar interminablemente sin recibir ninguna retroalimentación. Así era la vieja psicoterapia y funcionaba para esa sociedad que fuimos alguna vez. Obvio, ya no.

Antaño aplicaba muy bien el chiste de que “la psicoterapia es la única profesión donde el cliente nunca tiene la razón”. Hoy no reímos tanto con esta broma.

En la actualidad existen cerca de doscientos modelos distintos de psicoterapia, hablo de los reconocidos, al menos: terapia gestáltica, cognitiva – conductual, sistémica, conductista, racional - emotiva, de redecisión, programación neutro - lingüística o psicodinámica entre muchas otras. Cada una de ellas tiene su propia manera de operar y construir el cambio, pero hoy todas comienzan a alinearse en un nuevo enfoque donde lo que “funciona” se impone sobre lo que “no funciona”, donde los recursos de la persona son tan o más importantes como el problema, y donde la persona es experta en su propia vida. Ahora en la psicoterapia sucede que desde el diálogo se construyen mejores realidades.

Por eso, la psicoterapia es algo distinto a los clichés que todavía vemos en los programas de televisión, en los que por razones de entretenimiento, se estereotipan tanto al o a la psicoterapeuta, como a la tremenda diversidad de personas que se apoyan en este servicio.

Con el auge del desarrollo humano como concepto que se ha independizado propiamente de la psicoterapia, la psicoterapia ha desarrollado metodologías muy puntuales para no solo curar heridas emocionales o resolver temas pendientes del pasado, sino también para auxiliar en los procesos de toma de decisiones, para desarrollar habilidades como la creatividad, el empoderamiento, la inteligencia social o sexual y el liderazgo, autoestima, y etcétera, o simplemente conocerse mejor a una o uno mismo.

La psicología como ciencia humana, y la psicoterapia como disciplina profesional, han necesitado aterrizar sus prácticas en la vida cotidiana para ser de utilidad y mantenerse vigentes en la sociedad moderna (o postmoderna), para eso tuvieron que resignificar e incorporar profundamente las nuevas nociones de humanismo, espiritualidad y practicidad. Porque, ¿de qué serviría toda una teoría freudiana si no puede aterrizarse en el día a día?