Escondiendo a Mister Hyde

Quienes conocían al Doctor Jekyll, afirmaban de él que era una persona encantadora, de excelentes modos y carácter templado. Y tenían razón. Quienes conocían en cambio a Mister Hyde, lo tenían por hombre taimado, esclavo de sus impulsos, grosero y ajeno a toda empatía. También ellos tenían razón.

El caso es que Mister Hyde y el Doctor Jekyll eran la misma persona.

Este aparentemente extraño caso divulgado por Robert L. Stevenson se resuelve cuando entendemos que todas y todos encerramos dentro de nuestra persona a un amable Jekyll y un agresivo Hyde... una versión particular que emerge en tiempos de paz y otra complementaria para externarse en tiempos de guerra.


El problema del buen Doctor y de toda persona a la que se le escapa su Hyde, es que por pretender ser siempre socialmente aceptables y ad hoc con las expectativas que los otros les imponen, se niegan la posibilidad de entender y educar a su parte agresiva. Si Jekyll niega la existencia de Hyde, uno jamás tendrá la oportunidad de negociar sus recursos con el otro.

Toda bella dama tiene su Miss Hyde bastante capaz de decir groserías; todo cavernícola machín, tiene un Doctor Jekyll para mostrar ternura.

Hay que dejar salir a Hyde de vez en cuando, en las situaciones correctas, frente a los interlocutores correctos, y en las magnitudes correctas. Si nos hemos convencido de ser media persona, puramente Jekylls, nunca aprenderemos a gestionar nuestro... enojo, el Hyde que siempre aflora en tiempos de guerra.

...y entonces Hyde se escapará cuando Jekyll se distraiga, causando los destrozos que después el buen doctor tratará, a veces sin éxito, de componer. No somos ni buenas ni malas personas, sino ambas; el reto es saber elegir.

Tal vez si el Doctor Jekyll se hubiese permitido de vez en cuando no ser tan encantadoramente bueno, convenientemente bueno, tan cómodamente bueno, entonces Robert L. Stevenson jamás hubiera escrito este fabuloso one hit wonder que tanta tinta y tela dan para cortar.