Las tareas inconclusas

"Una noche de invierno un viajero" es título de un libro que Italo Calvino publicó en 1979, donde narra una docena de historias con apasionantes comienzos, pero ninguna de ellas llega a su fin.

En la primera historia, el protagonista queda atrapado con un libro interesantísimo que, llegado a cierta página, repite regresándose al principio una y otra vez, por un error en su encuadernación. De este modo, Calvino se divierte a expensas del lector, proponiéndole manjares narrativos que al final, el muy incauto, no alcanzará a degustar plenamente.

Mediante esta colección en íncipits al estilo de "era una noche oscura y tormentosa...", Italo Calvino nos hace experimentar el llamado "Efecto Zeigarnik", un fenómeno descrito por la psicóloga Bluma Zeigarnik, quien cuando estaba en un restaurante, probablemente en una muy agradable tarde de verano, observó cómo a los meseros les resultaba sencillo recordar las órdenes de cada mesa que atendían, pero cuando los comensales les


El Efecto Zeigarnik no solo describe lo molesto que es enfrentar una tarea inconclusa, sino que menciona el modo en que nuestro cerebro compromete parte de la atención disponible a la vigilancia de este tipo de asuntos pendientes. Este compromiso puede durar años, hasta que la tarea queda resuelta y entonces el cerebro libera dicho proceso activo y redistribuye los recursos estancados en el. Un ejemplo es cuando una persona no se titula de su carrera; luego consigue un buen trabajo, sigue adelante con su vida profesional... pero va arrastrando una sensación negativa cada que recuerda que no se ha titulado, y para modular la frustración, se promete que un día inespecífico, va a realizar ese trámite.

Igualmente, esta es la razón por la que muchas personas no pueden dejar pasar un conflicto hasta resolverlo, ya que en sus cerebros, el proceso pendiente no les permite regresar a su tranquilidad emocional, y entonces persiguen a la persona con quien tienen el problema, para obligarle de algún modo a finiquitarlo (así sea incluso, en contra de ellas mismas, pero finiquitarlo).

Simultáneamente, el efecto Zeigarnik nos da una estrategia muy buena contra la procrastinacion. Cuando vamos postergando al infinito alguna tarea que debemos realizar, a nuestro cerebro no le va a preocupar terminar esa actividad que jamás iniciamos. El problema sería haberla iniciado y dejado a la mitad; eso se convertiría en un constante zumbido incitándonos a regresar a la tarea.

Entonces llegan los japoneses y te sugieren la "Regla del minuto" (kaizen), que dice algo como: "avanza en ese pendiente todo lo que puedas, pero sólo por un minuto". Evidentemente, por muy japonés que seas, difícilmente vas a terminar una tarea solamente en un minuto, e interrumpirte te obligará a dejar la actividad inconclusa, y a partir de ese momento tu cerebro no te dejará en paz hasta que la termines.

Esto hará que procrastinar, te sea más complicado.

Otra estrategia derivada del efecto Zeigarnik, esta vez dirigida a reducir la ansiedad, incluye llevar una agenda. Si, ya sabes: ese híbrido entre bitácora y calendario donde vas anotando las actividades y citas que vas a iniciar próximamente. Seguro que ese concepto ya me lo vienes manejando, ¿verdad? Aunque quizá en la práctica no sea un hábito que cultives. Pero si efectivamente llevas una agenda, dime ¿cuántas veces anotas las tareas finalizadas?

Habituarse a escribir no solamente los procesos que iniciarás, sino también los que vas terminando, comunica a tu cerebro que a partir de ese momento puede liberar los recursos que tenía comprometidos para esa tarea, permitiéndote disponer de tu atención, la memoria de trabajo o tu creatividad para otros asuntos. Incluso si ese asunto es devolverte a la tranquilidad de saberte productiva o productivo.

Frecuentemente pasamos de una tarea a otra con una velocidad tan vertiginosa, que todas parecieran el mismo proceso, incrementando la sensación de tener detalles pendientes y enfocando nuestra atención en la búsqueda de estímulos desordenados que en realidad no están ahí. A eso se le llama ansiedad. Habituarte a declarar acabados los procesos que terminas, te permitirá acceder a estados emocionales más satisfactorios.

Ah¡!, y es verdad: si al cerebro de tu pareja le molestan particularmente los asuntos inconclusos, ya te sugiero no procrastinar demasiado un conflicto pendiente, porque aunque él o ella dejen de mencionarlo y parezca que se le olvidó, su cerebro te va a estar guardado la tarea inconclusa, incluso por años. Así que una buena estrategia para viajar ligero en tu relación, es ir resolviendo a la brevedad los temas en pareja, para que espontánea e inesperadamente no te exploten en la cara.

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