Masculinidades tóxicas

El patriarcado es un paradigma que se imprimió sobre la espina dorsal de nuestra cultura, a partir de la idealización que hicieron algunos de la "sociedad perfecta". En este diseño, hoy por demás anacrónico, cada hombre y mujer desempeñan un rol que mantiene el esquema social funcionando, aún a costa individual de cada persona.

A la sombra del patriarcado, las recompensas de ser un "verdadero hombre" se miden en privilegios: el privilegio de ser quien controla el "patrimonio", el privilegio de ser una autoridad, o el privilegio de apropiarse de los espacios públicos. Estos privilegios implican que los hombres pueden disponer de los bienes materiales de aquellas y aquellos sobre quienes son autoridad, que pueden disponer de la persona (y de la vida) de quienes están por debajo de su autoridad, y que en el mundo de lo público, es decir, en las calles, en la oficina, etcétera, ellos pueden explayarse y desinhibirse a sus anchas.

Pero para mantener cada privilegio, tanto los que te menciono como los otros que, por ser invisibles, también a mí me cuesta trabajo identificar, hay que pagar un precio muy elevado que se mide en obligaciones ganadas y en derechos perdidos: tienes la obligación de mantener a tu familia y protegerla contra todo porque eres su autoridad, no tienes derecho a derrumbarte porque eres el pilar de tu familia, tienes la obligación de trabajar de sol a sol para que siempre tengas dinero para comprar bienes y consumir servicios, no tienes derecho a descansar, no tienes derecho a llorar, tienes la obligación de salir adelante por tu propio esfuerzo y sin ayuda, no tienes derecho (ni tiempo) de tener actividades placenteras para ti mismo, y etcétera.

Tu mundo, hombre, es el de lo público, pero quedas exiliado fuera de lo privado: fuera de tu hogar, de tu paternidad amorosa, de la ternura de tu pareja. Así te lo manda el patriarcado.

A través de Aristóteles y otros líderes filosóficos que también le abonaron a esta estructura cultural, el patriarcado eligió al hombre como su representante directo para encarnar la estructura del poder; al hacerlo, convirtió al hombre en una especie de objeto útil, una mera herramienta para el mantenimiento de la sociedad patriarcal que de forma tácita mantiene a las mujeres subyugadas, y de manera implícita, sustrae de los hombres igualmente su derecho libre a consolidarse personalmente, a según del propio proyecto que cada uno tenga de si.

Pagar el costo de esos privilegios que derivan del mandato patriarcal, expone a los hombres a las consecuencias de un estilo de vida centrado en el trabajo arduo y continuo, el distanciamiento emocional y la privación afectiva, por decir lo menos, que a su vez se traducen en burnout, ansiedad, depresión, soledad y muerte.

En la actualidad, efectivamente, la expectativa de vida de los hombres suele ser al menos, 5 años menor que la de las mujeres, y según la región geográfica, puede ser incluso mucho, mucho más.

Al final, la obligación de ser los embajadores del patriarcado en la tierra, está consumiendo a los hombres emocional y fisiológicamente, pero es difícil sustraerse del sistema debido a este esquema de recompensas (los privilegios) y de castigos (el escarnio y coerción social, que al ser humano puede costarle la vida).

La instrucción es: dado que has nacido con genitales externos entre tus piernas, o al menos algo que se les parezca, tu obligación será desarrollarte como hombre proveedor, protector y reproductor, y te queda estrictamente prohibido parecerte a las mujeres o hacer lo que ellas hacen, portarte como un niño, o ser un perdedor.

La expectativa es muy alta, porque estas obligaciones y tabúes deben cumplirse 24/7, los 365 días del año (años bisiestos incluidos), y la sociedad te pasará factura si no lo logras; y tu autoestima, que está encadenada a estos códigos que de tanto repetirse, ya te has introyectado, se deteriorará automáticamente en cada ocasión en que no consigas ser un hombre como el patriarcado manda. El ojo panóptico del patriarcado siempre va a estarte mirando.

En ciertas dimensiones de la vida, el ser humano continúa siendo tan primitivo como un neanderthal o un denisovano, continúa siendo un animal de manada y como tal... neander - thal, intuye que no pertenecer a una manada es la muerte. Hoy, la sociedad extensa es nuestra manada, y necesitamos pertenecer y sentirnos aceptados para mantener nuestra salud emocional y física.

El ser humano solitario, como el lobo omega de la manada, se enferma y muere cuando está aislado.

Entonces, el costo de no obedecer el mandato parece muy elevado para quien ha construido su #masculinidad desde el patriarcado, y va a estar dispuesto no solo a ser proveedor, protector y reproductor, en tanto cuida de no parecer mujer, niño... o perdedor, sino que motivado por este último tabú, va a procurar ser el más proveedor, el mejor protector, y así, y que todo el mundo lo note, porque no debe perder frente a los demás, en la competencia de ser el "Verdadero Hombre".

...el que fuma Marlboro, no suda con Axe, descorcha una Tecate y maneja un Ford.

Así, a primera instancia obtienes una colectividad de hombres viviendo en la angustia de probar su masculinidad tan en cada momento, que cumplir el mandato va a ser prioritario; aún a costa de su propia salud... o aún a costa de la salud de las y los demás a su alrededor cercano.

Espero que sea evidente con estas líneas, la razón del porqué se le llama a este esquema "masculinidad tóxica", y el modo en que el hombre que está intoxicado, vive enfermo física, emocional e intelectualmente hasta el momento en que logra identificar el modo en que es presa del mandato patriarcal. Pero alcanzar este insight es difícil... sin embargo hacerlo o no, es un asunto de vida o muerte.

He descrito el modo en que la masculinidad tóxica erosiona la vida de quien que está comprometido con este esquema, pero ¿qué sucede cuando debes de ser un hombre proveedor a toda costa, o cuando debes ser protector, hasta la última consecuencia? Cuando la satisfacción del rol es más importante que la persona misma (porque en efecto, para el modelo patriarcal las personas individuales son absolutamente prescindibles), entonces alguien es capaz de matar para hacer lo que se espera de él:
"Artemio mató al que chocó con él en la calle, porque había que hacerse respetar", "Segismundo mató a su novia porque si bien le dijo que se quedara en casa, donde estaría a salvo del mundo, ella le volvió a desobedecer saliendo con sus amigas", "Soponcio tiene sexo siempre sin condón, porque creé que las infecciones a él, le hacen los mandados", "Filomeno mató a su mujer (...suya de él) porque ella se consiguió un buen trabajo, nada más para humillarlo frente a la familia", "Hilario necesita que todos sepan que en las pedas, siempre es él quien aguanta más", "Prudencio murió defendiendo a su novia de un hombre que le miró las piernas, resultó que el sujeto estaba armado".
Matar o morir por cumplir los mandatos del patriarcado no vale la pena, por eso es necesario que los hombres conozcan que hay más formas de ser "hombre", que existe una extensa pluralidad de masculinidades que no necesitan someterse a tabúes o a exigencias insostenibles, que hay otras formas saludables, nutritivas y constructivas de pertenecer a la sociedad y ganar aceptación e inclusión sin la necesidad de que alguien termine enferma o enfermo, muerta o muerto.

Estas líneas están dedicadas a la masculinidad que se construye desde el mandato patriarcal, la que es tóxica y en muchas ocasiones, es también una masculinidad asesina; pero no pretenden invisibilizar la realidad de que también existen feminidades sometidas a otros tabúes y obligaciones desde el mismo patriarcado, que igualmente reciben privilegios a costos impagables, y que lo mismo, viven sus vidas bajo amenaza constante, ya sea por causa de las masculinidades tóxicas que les rodean, o por los mandatos del patriarcado que ellas mismas han introyectado.

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