Masculinidades de cuidado

Hombres, no todos son iguales... porque existen muchas más que una manera única de ser hombre, y esto nos introduce en un debate que viene desarrollándose desde los años ochenta, el de las masculinidades múltiples. También les han llamado "las nuevas masculinidades" a esas que podemos ubicar como masculinidades constructivas, pero la neta, no tienen mucho de nuevas, aunque si, en su momento eran consideradas masculinidades proscritas.

Antes de la ¿liberación femenina?, los hombres enfrentaban la obligación de ser como el arquetípico cavernícola feo, fuerte y formal, que no llora, que no se rompe y que es el respetable cabeza de su familia. Sentada la obligación, cualquier ingenuo que consolidara una manera distinta de ser hombre, era acusado de blando, inmaduro, poco hombre, mandilón y demás. No era aceptable salirse del molde.

Pero llegó el feminismo para cuestionar el rol que la sociedad y la cultura le imponen a las mujeres, y al cuestionar y re - elaborar el rol de ellas, inevitablemente se cuestionó el rol de ellos: ¿es verdaderamente tan terrible que un hombre hable de sus emociones?, ¿los genitales expuestos de la anatomía masculina, efectivamente se encogen cuando un hombre lava trastes? No fuera a ser...

Pensar las masculinidades como una multiplicidad, nos lleva a la tradicional dicotomía de "lo bueno" y "lo malo", porque a nivel intelectual, nos sale muy barato separarlo todo en dos categorías.

Hay masculinidades buenas o constructivas, y masculinidades que son francamente destructivas porque en la práctica, dificultan las relaciones del hombre con otros hombres ("¿relaciones con otros hombres?, ni que fuera joto", dice) y mujeres, y porque erosionan la autoestima del susodicho al imponerle un estereotipo rígido que es imposible de satisfacer; a la vez que le someten a permanente reprobación por no lograr nunca dar el ancho para esa expectativa sobredimensionada.

Por esto, tienes al poseedor de una flamante masculinidad tóxica tratando cada día y cada minuto de ese día, de probarle a la sociedad "lo hombre que es", ya sea a costa de someter a otros hombres, o de ligarse al mayor número de mujeres, o diseminando su ADN a través de los incontables hijos que va regando por ahí.

"...aquí en Comala, todos somos hijos de Pedro Páramo", dice. 

Idealmente, las masculinidades son tan múltiples, que cada hombre tendría la masculinidad suya, hecha a su medida; pero si jugamos a inventarnos categorías, se me ocurren algunas que podría enunciarte. Empecemos por las tóxicas:

Masculinidad proveedora: los hombres que se han suscrito a esta masculinidad, sustentan su hombría en la capacidad de tener tanto el dinero, como el poder que llega con el dinero; saben bien que el que paga manda. Esta masculinidad erosiona la autoestima de sus hombres porque no distinguirán si son amados por quienes son, o por lo que son capaces de dar. La clave es: si quieres ser amado, tienes que pagar por ese amor.

Y no están tan perdidos, dado que dando pocos afectos y muchos dineros, la gente a su alrededor entiende que pueden esperar de ellos que disparen los tragos en el bar, paguen la colegiatura de las bendiciones, traigan comida a casa... y si sucede que el caballero pierde su trabajo y con él su cómoda solvencia financiera, entonces me lo divorcian, ya no me lo invitan a salir y sus hijos le reprocharan: "tu nunca me diste nada, la única que estuvo era mamá".

Víctima de sus pasiones, de sus inseguridades y la ansiedad que esta masculinidad provoca, el hombre proveedor puede extraviarse en el arquetipo del hombre controlador a quien has de obedecer porque ha pagado por el derecho, y lo va a hacer valer, aunque deba ser violento para lograrlo. Contradecir su derecho al mando no es una afrenta contra él, sino contra el chiclocentro mismo de su masculinidad, y él hará lo que sea por resguardarla. Lo que sea.

Masculinidad protectora: a su sombra florecen los más grandes personajes literarios, como el príncipe azul que rescata a la princesa, o el héroe hollywoodense que va por la damisela en desgracia. Ellos saben hacerte sentir su protección aún a costa de ellos mismos, porque a primera instancia, las necesidades de los demás son prioridad por encima de las propias. Hasta que llega el momento de cobrar.

¿Tu pensabas que el que este hombre te resolviera la vida y estuviera al pendiente de ti, te iba a salir gratis? Para los seres humanos, mientras más damos, más esperamos de vuelta; los hombres protectores, no tendrían porqué ser la excepción.

Son hombres que generan una gran dependencia hacia ellos, misma que a la larga les termina sofocando por las tantas responsabilidades que se han echado sobre los hombros, y cuando la fatiga y la soledad les vence, y sus pasiones los llevan hasta el extravío, entonces se convierten en hombres posesivos que coartan la libertad de aquellas y aquellos a quienes protege.

El hombre posesivo va a cuidarte del mal uso que haces de tu libertad y te va a proteger a toda costa, incluso a costa de ti misma o de ti mismo, porque nadie mejor que él sabe qué es lo que te conviene; y ocioso es decir que muchas personas no sobreviven a los cuidados posesivos de este tipo de masculinidad que no se enamora, se apropia.

Masculinidad patriarca: los hombres que se construyeron desde este estilo de masculinidad, probablemente admiraban mucho a sus papás, quienes a su vez eran hombres protectores, y anhelan enorgullecerlos teniendo su propia familia hermosa y así. Para ello necesitan una mujer mediante la cual procreen hijos, de preferencia varoncitos para que a su vez, lleven el apellido a sus respectivas familias.

En la urgencia de tener progenie, ellos van a tener un hijo por aquí, una hija por allá... y algunas décadas después, dos personas random en algún lugar del mundo, van a descubrir con incomodidad que resultaron ser medios hermanos y se vestirán, y nunca más van a volverse a ver. Me imagino yo.

Los hombres que ante todo quieren ser padres, no se ocupan en seleccionar bien a la persona con quien harán pareja, solo necesitan que tenga un útero y lo demás es coser y cantar. Por esta razón, tienen más rotación en su vida romántica que una agencia de telemárketing.

En el caso de hombres que no son heterosexuales, puede que hagan pareja con otro hombre mucho menor que ellos. Le empezarán tratando como novio, y terminarán tratando como un hijo; pero al recordar que ellos lo que querían a nivel intelectual, era una pareja, terminarán la relación para iniciar nuevamente con alguien mucho menor que ellos y le darán otra vuelta al ciclo.

La situación se torna complicada cuando el hombre patriarca se convierte en el hombre hipercrítico que hace de cualquier persona su proyecto personal. ¿Conoces la historia del escultor Pigamlión?

El efecto Pigmalión consiste en descalificar constantemente a las personas que te importan y siempre tratar de "orientarlas" hacia una mejor comprensión y entendimiento de las cosas; hacen las evaluaciones que nadie pidió y dan las respuestas que nadie necesitaba. Expertos en "mansplaining" (googléalo, vale la pena), terminan convenciendo a las personas, en particular a sus parejas, de que tienen paja en el cerebro, y que no se han atragantado con una papita, de puro milagro.

Masculinidad misógina: los hombres que han construido su lugar en el mundo desde una masculinidad misógina, creen que hombres y mujeres son dos razas aparte; unos de Marte, las otras de Venus, y todo el kit. están convencidos además de que los hombres tienen una suerte de "superioridad natural" que los coloca por encima de ellas y todo lo que, aún remotamente, huela a femenino.

Claro, porque desde esta visión distorsionada, el mundo está dividido en masculinos y femeninos naturales: la fuerza es masculina y la debilidad femenina, el azul es masculino, llorar es femenino, golpear es masculino, conversar es femenino, preparar tacos al pastor es masculino, hacer quesadillas con o sin queso es femenino... y claro, todo lo que sea masculino es claramente superior.

El problema de este hombre que vive de pleito y tratando de sostener cómo rayos es que es mejor bicho que la mitad femenina del género humano, si esto mismo no fuera ya suficiente problema, es que probablemente tiene que hacer pareja con una mujer, porque si se permitiera enamorarse de otro hombre (en caso de tener la orientación sexual ad hoc), si se lo permitiera, "parecería vieja", y dios no lo quiera.

Dios, que es masculino, no lo quiera. 

El hombre misógino que se deja extraviar por sus pasiones, sigue siendo misógino, pero ya no le preocupa el canon de lo políticamente correcto. Ha encontrado la forma de justificarse sus conductas misóginas, y... no hay nada más peligroso para una mujer, que un misógino empoderado. Vale la pena contar con un plan de seguridad cuando se convive con un hombre así.

Masculinidad solemne: a este estilo de masculinidad pertenece el Llanero Solitario, aquél caballero que puede estarse quebrando por dentro, pero jamás va a pedir ayuda. Él ya es un adulto y le deja a los niños el chance de ser dependientes de los demás. Autónomo, suficiente, líder; ¿para qué vas a llamar a un electricista cuando lo puedo hacer yo?

Los hombres solemnes no ríen, no juegan, no bromean porque ya no son unos niños, y aprovecharán cualquier ocasión para destacarlo y diferenciarse de los que todavía corren a las faldas de sus mamás.

El imperativo de ser un adulto, cualquiera que sea el estereotipo de "adulto" al que estén obedeciendo, les vuelve personas rígidas y poco espontáneas, que no tienen tiempo ni espacio para disfrutar de la vida, porque siempre están en pos de nuevos resultados que evidenciarán lo niños que han dejado de ser. Una premisa bastante infantil, si se me permite la ironía.

No se puede esperar que estos niños grandes se involucren emocionalmente con las y los demás, porque las emociones no forman parte del estereotipo de ser un adulto, y van a tener una pareja y van a formalizar la relación, porque eso es lo que hacen los adultos, pero son virtualmente incapaces de paladear este u otros logros y divertirse en el camino hacia objetivos asī.

Al final, no habiendo construido comunidades a su alrededor, el Llanero Solitario vive solitario y muere solitario, tratando de satisfacer un modelo que queda bien en la literatura romántica, pero va muy mal en la experiencia de ser un humano.

Masculinidad competitiva: a los hombres dentro de la masculinidad competitiva les está terminantemente prohibido perder. No puedes ser un perdedor, así que mejor muerto que vencido; si Clint Eastwood pudo, ¿tu porqué no?

En muchos rincones del planeta suceden todo el tiempo muertes estúpidas de hombres que no quisieron elegir sus batallas: aún en las circunstancias más desfavorables, ellos se lanzaron contra la hoja de un cuchillo o hacia la trayectoria de una bala porque ya sabes: "mejor muertos que vencidos".

El lado oscuro, si es que era necesario oscurecer más la cosa, es que en el afán de no ser unos perdedores, los hombres competitivos van a inventarse torneos secretos de los que solamente ellos están enterados, pero dentro de los cuales tratarán de ganarle a quien se atraviese en su camino: a sus parejas, amigos, hijos, desconocidos, quien sea funciona para reafirmar su premisa de no ser unos perdedores.

En esta masculinidad tóxica, no nos conformamos con un simple "no", dice. El hombre depredador es el lado más oscuro de esta masculinidad, es quién acomoda sobre la chimenea la cabeza de sus trofeos profesionales o románticos.

En parejas heterosexuales, no es tan grave cuando él hace lo que se supone que los hombres hagan y ella hace lo que las mujeres tendrían que hacer, a según el estereotipo del s. XVIII; la situación se vuelve preocupante, cuando ella consigue un empleo tan bueno como el de él o incluso mejor. El hombre no va a permitir que lo hagan ver como un perdedor, y menos "su mujer"; y eso a veces vuelve esta situación en una pesadilla para ella, una del tipo: correr o morir.

En parejas entre hombres, la cuestión es mucho más simétrica y bastante cotidiana; una de las causas por las que muchas parejas gays no alcanzan a ser estables y duraderas. Sucede que ambos compiten en una guerra declarada por posicionarse como "el que tiene el mejor trabajo", "el que es más sociable o más atractivo", "el más masculino", "el mejor amante", etcétera.

...el mejor etcétera.

Estos son 6 estilos de masculinidades tóxicas que te los he descrito como estereotipos. En realidad, los hombres construimos nuestra masculinidad personal con elementos de todas las masculinidades posibles, las habidas y las que uno se inventa sobre la marcha, y definitivamente no todos los rasgos de masculinidad que empleamos son tóxicos.

Vale la pena hacer una descripción de las masculinidades constructivas que hay también en el menú, como la Masculinidad Solidaria, la Masculinidad Negociadora y etcétera. Prometo hacerlo después.

De momento, solo me cabe rematar con que las masculinidades tóxicas son las que mejor venden en el mercado romántico, o cómo, ¿tu no hay oído de alguien que dice "yo quiero un hombre que me cuide, que me trate como reina y me de muchos hijos”?, o bien "quiero un hombre grandote, que tenga los pantalones bien puestos". No por nada hay un Chuck Norris, un Jhon Wick o un Capitán América.

O dime, ¿harías pareja con un simpático y juguetón Jack Sparrow? Fuera de que es alcohólico...

Mientras haya mercado para las masculinidades tóxicas, éstas seguirán produciéndose, atentando contra el bienestar de las personas y a veces contra la vida misma de esas personas. Piénsalo.

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