Juegos de pareja

Si, para mi las relaciones de pareja son un juego. Tan serio y tan estructurado como solo un juego podría serlo: hay dos participantes, hay muchas reglas, y hay un objetivo que cuando lo alcanzas, se gana.

Algunas relaciones son juegos de ganar - ganar, y otras son de suma cero. En las primeras, todos los participantes ganan de manera equitativa; pero en las segundas, la misma proporción en la que uno de los jugadores gana, es la misma proporción en la que el otro participante pierde.

Hay quienes juegan a ganar, pese a quien le pese o incluso pese a la relación misma; y hay también los que juegan a perder, porque tenían tantas ganas de jugar, que sacrificarían lo que fuera por mantenerse jugando.

A veces las reglas están hechas para que nadie gane, y es una necedad seguir jugando. Piensas que no'mas no ganas por tu propia torpeza, no se te ocurre voltear a cuestionar a las reglas; pero a veces tienes la lucidez de tocar la bas' y proponer cambiar esas reglas: y negocias, aclaras tus espectativas, escuchas y entonces ambos retoman el juego con nuevas reglas.


...pero entonces es ya otro juego cuando las reglas han cambiado.

Hay quienes participan desde el principio en la formulación de las reglas, expresando sus necesidades, negociando con equidad y así, pero también hay las y los que dejan que alguien más les impongan las reglas de la relación, guardan silencio, asumen y simplemente juegan. Y pierden. Y la relación pierde.

¿Tu que juegos juegas y que tipo de jugador (a) sueles ser?, ¿juegas a ganar, o prefieres jugar a perder?

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Que cosa tan curiosa! Nos pasamos la vida buscando personas especiales, pero no nos damos cuenta que es el tiempo que pasamos con las personas, el esfuerzo que invertimos en nuestras relaciones, lo que las vuelve especiales y relevantes en nuestra vida.

Vivimos en angustia esperando a que en algún momento llegue la mujer o el hombre ideal, sin conectar con la idea de que es la relación ideal lo que en realidad estamos buscando. De nada nos sirve una persona perfecta, si solo logramos edificar con el o con ella una relación insatisfactoria.

"Es el tiempo que le has invertido a tu Rosa lo que la hace importante", le explicaron al Principito. Así que, difícilmente podríamos saber si hay potencial en esa persona o no, si previamente no le invertimos algo de tiempo, intención y esfuerzo a la relación que podríamos sostener con ella.

No se trata de "encontrar" relaciones satisfactorias, el reto consiste en "construirlas"... ahí radica su verdadero valor.

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Habría que irnos decidiendo para no confundirnos tanto. Por una parte, en lo individual, somos hombres y mujeres del s. XXI con cierta conciencia de equidad y grandes proyectos personales.

Ellas super exitosas, buscando ser importantes ejecutivas o líderes de opinión, autónomas y contestatarias. Ellos renunciando al estereotipo del hombre proveedor, aceptando ser sensibles y abandonando roles tóxicos de una masculinidad hegemónica... o al menos lo intentamos.

Pero por otra parte, cuando hacemos pareja todo eso vale un pepino, regresándonos al s. XIX y ellas vienen asumiendo el rol de damiselas en desgracia y ellos el del cavernícola protector.

Al final en el amor, él abandona todo el discurso con el que se había publicitado en el mercado romántico, y ella hace exactamente lo mismo. ¿Se trata entonces de publicidad engañosa, o es solo la vieja artimaña del gato por la liebre?

O no. Probablemente sabemos tan poquito de cómo convivir en pareja, que renunciamos a los valores que hemos construido en nuestra cómoda individualidad y nos devolvemos a la forma de estar en pareja que les ¿funcionaba? tanto a nuestros abuelos. Nada como los clásicos, sería.

De esa manera las parejas terminan implotando bajo su propio peso, y él y ella, extraviándose individualmente en el proceso. Al final deja de gustarte tu pareja porque no es lo que te prometió, y tu tampoco te gustas porque sacrificaste demasiado por estar ahí.

Quizá la respuesta sería aceptar la incertidumbre del "no saber hacer", y aventurarnos juntos a explorar formas nuevas de estar en pareja. La configuración nuestra, única, tan personal e instransferible que nos va a funcionar mientras estemos juntos.