lunes, 15 de agosto de 2016

Del Principito, Lado B

Me pregunto quién le enseñó al Principito a amar.

Quién le dijo que “amor” implicaba encerrar a su Rosa bajo un cristal y no dejarla salir jamás. “No la encerraba, la protegía”, dijo… pero él siempre supo que ella tenía sus espinas para defenderse.

Bien que podía protegerse sola.

¿No sería que la encerraba para protegerse él mismo del albedrío de su Rosa?

¿Cómo saber si la seguiría amando, si la hubiese dejado convertirse en un Rosal?, uno majestuoso y florido.

¿Cómo saber si la hubiera amado más?

¿Se sentía acaso, orgulloso de su pequeña y delicada Rosa que creció tan alta y fuerte?; habría sabido que nadie más poseía nada igual…

“Poseía”

Porque el Principito poseía a su Rosa, así la amaba: poseyéndola.

Mientras mas pequeña y delicada era ella, más fuerte y protector se sentía él, quien nació para ser un protector; el Principito que no le interesaba ser más que un simple niño, se sentía fuerte gracias a su domesticada flor.

Un Principito que al cabo no tenía amigos, porque ¿para qué si ya tenía a su Rosa?, la amaba tanto que no necesitaba de nada más… de nadie más. Pero ¿el amor de su Rosa hacia él era genuino?, ¿le amaría igual si la dejara salir de su cristal?

Quizá nunca lo sepamos. ¿Sería que las rosas libres son capaces de amar?

La duda acabó sofocando al Principito y escapó del planeta que había sido su hogar, buscando quizá alguien más a quien domesticar, poseer, someter… ¿amar?

¿Un Zorrito, tal vez?

¿Tu podrías enseñarle un mejor camino emocional al Principito, o también confundes amar con domesticar?; ¿cómo saber si también tu aprendiste que poseer, someter o celar eran la misma cosa que querer, entregarse y amar?

¿Tienes por ahí una Rosa cautiva debajo de su cristal?; o mejor aún, ¿de que lado de la prisión de cristal preferirías estar?

0 comentarios:

Publicar un comentario