¿Podemos ser felices?

Seguramente has escuchado esta eterna discrepancia: ¿la felicidad es un lugar al que se llega, o una manera de viajar?, es más, ¿la felicidad es posible, o solo un producto de mercadeo que nada más le funciona a un montón de publicistas que van detrás tu dinero?

Ya sabes: la felicidad ¿meta o mito?

Todo depende a quién le preguntes. Por ejemplo, si vas con este concepto al fundamento genético de nuestra fisiología, descubrirás que no hay ser humano que esté destinado a ser feliz, básicamente porque a nuestros organismos lo que le interesa es el bienestar de la especie en completo, no de los individuos aislados. De este modo, tienes en tu sistema límbico una fuente inagotable de flagelación e infelicidad: tu amígdala, que se lo pasa muy bien rastreando las mil y un razones para agobiarte, estresarte y conseguir que te pares de pestañas.


Así pues, a nivel de predestinación orgánica, la felicidad es más bien un mito que a tus genes cero les preocupa. Ellos solo quieren reproducirse, aunque en el proceso lo pases fatal. Pero ¿quién les explica que nuestra especie está haciendo mucho más que simplemente sobrevivir? Nuestros genes no se enteran que hemos colonizado toda la parte habitable del planeta, y aquella filosofía de "los que dios me mande", ya somos más humanos ahorita que en toda la historia de la humanidad.

Ok, quizá exageré... pero hoy en día no nos podemos permitir ser tan básicos como para simplemente aspirar a la preservación de la especie. Por eso la evolución en su infinita sabiduría, nos ha dado una corteza cerebral que se encarga de procesos mentales bastante complejos y que van mucho más allá que el simple instinto de supervivencia.

Procesos como la imaginación, la creatividad, la compasión, el pensamiento abstracto... y algunas de estas habilidades cognitivas, sin duda las compartimos con otras especies animales.

La corteza cerebral es todo ese exterior profundamente arrugado de nuestro cerebro. Mientras más arrugas tiene, más superficie; y mientras más superficie, más le caben las funciones tremendamente complejas que hacen de nosotros los seres humanos que tanto disfrutamos ser. En la evolución de nuestra especie, la corteza cerebral es el más reciente añadido a la neurofisiología humana, y justo la que hace que ser felices, y otras monerías así de interesantes, sean posibles.

En esta corteza cerebral, la parte de enfrente es donde reside un avanzadísimo sistema de regulación de las emociones que depende de tus experiencias de vida, tus creencias y valores, tus expectativas, apegos o vínculos sociales. O sea, gran parte de lo que es tu identidad y personalidad... y evidentemente, también es tu central de mando desde la que puedes elegir ser feliz... o no.

Así que gracias a que somos capaces de tomar decisiones acerca de nuestras emociones es que podemos también construir una felicidad sostenida, que sobre la marcha es tanto un lugar al que un día llegas, como una manera de viajar a lo largo de la vida. La dificultad reside en que no siempre nos permitimos creer que podemos ser felices... no siempre nos damos permiso o creemos merecer ser felices.

Conozco muchas personas que sencillamente se conforman con estar tranquilas, y no dejan que su ambición emocional llegue un poquito más allá.

¿Porqué ser felices?, bueno... según la psicoinmunología, una persona feliz tiene un mejor sistema inmunológico, supera las enfermedades con mayor eficiencia y vive más años; según la epigenética, las personas felices transmiten este rasgo como una herencia genética para sus hijos, que serán niñas y niños más felices con menor esfuerzo. Una persona feliz tiene más éxito en la vida... lo que sea que eso de "tener éxito" signifique para él o para ella; además tiene mejores relaciones laborales, familiares, de amigos y de pareja, tiene con mayor frecuencia emociones "positivas" y resiste con mayor fortaleza los tragos amargos de la vida.

Las personas felices también se ponen tristes, como cualquiera... pero incluso en la tristeza, el miedo o el enojo encuentran material para agradecer y sentirse en crecimiento.

Ahora, si es verdad que la felicidad repercute constructivamente en tu fisiología, en tu genética, en tu mente y tu entorno social, cabe preguntar ¿te animas a ser feliz? Para comenzar, no hagas nada: simplemente utiliza este momento preciso para voltear a mirarte, para mirar la vida que te has construido e identifica las razones que tienes ya para ser feliz. Por algo se empieza, probablemente la dicotomía entre una vida miserable y una vida feliz, se resuelva con una mera cuestión de enfoque.

Construye tu felicidad un día a la vez... hasta que hagas de ello un valioso hábito. ¿Cuál es tu enfoque para este día?

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