De Hefesto a Tony Stark

Cuando se hizo público que Zeus había parido él solito a una nueva diosa, todo el mundo andaba con el Jebús en la boca, porque bien que se sabe lo envidiosa que es Hera, y cómo quiere andar metida en todo. Obviamente, luego se supo que para desquitarse, la esposa de Zeus parió ella solita su propio dios; pero como le salió feito, se deshizo de él aventándolo por la ventana. 

La “mitología” es el conjunto de narraciones interesantísimas, que nos cuentan la historia de seres épicos y super - humanos, experimentando encuentros y desencuentros, pasiones, arrebatos, traiciones y alianzas que nos enganchan para estar al pendiente de lo que irá a venir después. De alguna forma, son el retrato de vidas siempre apasionantes, que nunca sucumben a la monotonía como lo harían las vidas habituales que envuelve la experiencia mortal y mundana. 

¿Pero la mitología es algo antiguo y prácticamente muerto, no es así? Tan muerto como la traición del pérfido Seth a Osiris, como el intento de los hijos de la Tonantzin por asesinarla, o como las travesuras de Ganesha a lo largo y ancho de la creación. Mitos muertos que contemplamos como una curiosidad cultural. 

Cuando Hefesto rodó por la ventana, Olimpo abajo, terminó guareciéndose en una cueva donde se quedó el solito, solito y con sus conocimientos en herrería y metalurgia. Así fue como en su prisión dentro de una montaña, Ironman construyó una armadura que le haría un guerrero excepcional, y crearía autómatas y dispositivos tecnológicos que le harían ser un dios tan respetado como Apolo o Poseidón.

Fue tal el éxito, que el dios mas feo, enamoró y se casó con la diosa más hermosa y sexy de la mitología griega: Afrodita. Al menos por un rato. 

En los tiempos antiguos, la mitología cumplía dos funciones: entretener a la gente, que vivía al pendiente de lo siguiente que habrían de publicar JamesWanópolus, o los Hermanos Russópolus respecto a las aventuras de las diosas, dioses y semideidades, y darle coherencia al universo y a la vida, construir un sentido para la existencia. 

“Hijo mío, cuida de no serle infiel a tu pareja, porque nunca sabes hasta donde llegará su ira cuando te cache; mira las penurias que corre el pobre Zeus, cada vez que Hera lo sorprende en sus aventuras”.

“Hijo mío, ama a quien te ame, porque un día esa persona podría incluso descender al Inframundo para rescatarte, porque has sabido amarle tanto, que podría hacer ese sacrificio por ti como lo hizo Orfeo por Eurídice”. 

Voy a explicarte la realidad: vivimos en un multiverso que enfrenta continuamente Crisis Infinitas, donde no solamente hay dimensiones múltiples, sino múltiples líneas temporales también, que se bifurcan a partir de eventos nexo. Tus decisiones pueden ser importantes, porque de ellas nacen nuevas líneas temporales, y nuevas variantes de ti que representan posibilidades infinitas para ti y el curso de tu existencia. 

Lo anterior es una cosmogonía viva, que muta y evoluciona, conforme se suman narrativas propias de cada momento y escenario cultural. ¿No eres tan inocente como para creerte que eso sea verdadero? Bueno…

…tenemos una doble relación con la realidad: por un lado, nos relacionamos con lo que las cosas y los eventos son, y por otro lado, nos relacionamos con lo que nos representan. Lo concreto y lo simbólico en cada instante, lo intelectual y lo emocional existiendo en una dimensión duplicada con la que nos conectamos inevitable y simultáneamente. Entonces si: las personas no dejamos de conectar con el mundo por lo que es, y al mismo tiempo, dejamos un espacio para la posibilidad de que Cristo haya resucitado, de que el Sol muere en cada crepúsculo entre nubes ensangrentadas y renace al alba, o de que va a ser una chinga llegar al Mictlan cuando hayamos muerto. 

Vivimos en un mundo repleto de milagros cotidianos que admiran a un aspecto primitivo y atávico de nuestra psique, aquella que, lejos de lo que las cosas son, se conecta con lo que nos representan. Es ese afortunado primitivismo de donde brota el pensamiento mágico, que te hace saber que la gente del signo Tauro es bien terca, que los cementerios no son un sitio cualquiera para estar, o que la energía de una persona puede favorecerte o estorbar. Intuimos todo esto, porque detrás de cada afirmación existe una historia: un mito. 

No, la mitología no solo no está muerta, sino que vive, se actualiza e influye en la forma en que se desarrollan nuestras personalidades y el rumbo que toman nuestras decisiones. Los nombres cambian, los lugares cambian, y así como el Diluvio Universal en una ocasión fue mandato de los Annunaki, y en otra fue Jehová solicitando un arca; del mismo modo, hoy Hefesto se llama Tony Stark y a Talos, le decimos Visión o Frankenstein. 

Antes, mucho muy antes, la gente estaba al pendiente de lo próximo que publicaran del Olimpo y sus gloriosos habitantes; hoy, nos enganchamos con el multiverso de Marvel o la próxima Crisis Infinita de DC, y nos emocionamos cuando descubrimos que “Fragmentado” existe en la misma continuidad narrativa que “El Protegido”. Admiramos y le atribuimos prestigio a quien encarna atributos superheróicos que nos recuerden personajes de las películas, y encontramos una tregua frente al mundo, cuando nos dejamos envolver por la muy estructurada y organizada realidad mitológica de nuestros dioses modernos. 

No, Friederich, dios no ha muerto. Nuestra conexión con lo místico vivirá, mientras sigamos necesitando que lo que las cosas son, sigan sostenidas con el andamiaje simbólico de lo que las cosas nos representan; y eso nutre y a la vez abreva, de nuestra mitología viviente. 

Siempre tendremos esa duda sostenida, todas y todos la tendremos, de dónde queda la línea que divide lo que se es y lo que se representa, y eso hace la vida más interesante. Trataré con respeto a los gatos, no sea que necesite que alguno de ellos hable bien de mí durante el juicio de Osiris y Maat; trataré con respeto a los perros, no sea que necesite que alguno de ellos guíe mis pasos para que mi alma no se extravíe de camino al Mictlán.

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