domingo, 20 de noviembre de 2011

Soltería gourmet, un estilo de vida delicatessen.


“Supongamos que yo quiero que Fernando me escuche, que me abrace, que esté conmigo porque hoy no me vasto yo solo. Y supongamos que Fernando no quiere.
Incluso supongamos que Fernando no me quiere.
Entonces, en lugar de quedarme llorando, en lugar de manipular la situación para obtener de Fernando lo que él no quiere darme, en lugar de buscar que él me necesite, me tenga lástima, que me odie o que me tema, en lugar de ese perverso recorrido, quizá pueda preguntarle a María Inés si quiere quedarse conmigo.
Yo no me basto, pero tampoco necesito de Fernando, sino de mí. Yo sé lo que necesito, y si Fernando no quiere dármelo, quizá María Inés…
Y si Fernando no tiene para mí lo que necesito, y si María Inés tampoco, quizá yo pueda seguir buscando hasta encontrarlo.
¿Dónde sea?
Si, donde sea.”
 -Jorge Bucay

Con estas palabras el autor de El camino de la autodependencia describe lo que entiende por justamente ese concepto: la autodependencia. Bucay identifica que no hay un ser humano independiente o que no necesite de los demás, logística o emocionalmente, pero piensa que es una necedad buscar que sea una única persona en específico la que deba satisfacer nuestras necesidades. No es buena estrategia pretender que una persona se haga cargo de lo que yo necesito, porque si esa persona no quiere o no puede, entonces trataré de obligarla, ya sea por coerción o chantaje.

A Bucay su texto le sirve para hablar de la autodependencia, pero a mí me es útil para referirme a la soltería. ¿Te has dado cuenta cuán poca atención ponemos sobre este tema?, cuando se habla de soltería, uno escucha con pesar, contrastándolo con el “estar en pareja” y definiéndolo como “la ausencia de una relación”, del mismo modo que definimos la enfermedad como la ausencia de salud. Pero ¿en verdad la soltería es un estado de carencia, o un tiempo perdido que queda atrapado en la insípida espera del ser amado? Ver la soltería como un estilo de vida indeseable nos impide detectar las delicias de estar soltero o soltera y puede arrastrarnos sin querer a descalificar al hombre o mujer que no tiene una relación “como dios manda”. Dime, ¿qué piensas de una mujer ya entrada en su sexta década de vida y que jamás se ha casado?
En la sociedad que conformamos, descalificamos a las personas que no tienen una relación de pareja mediante una variopinta colección de adjetivos que no me detendré a mencionar, pero que tienen un peso considerable en el autoconcepto de las y los solteros. Por eso, tanto las unas como los otros se presionan por encontrar pareja lo antes posible para poder satisfacer una demanda social. Vamos, evidentemente hay quienes se presionan genuinamente porque desean una relación; pero también hay las que y los que no tienen interés en tener pareja, o si lo tienen pero no están dispuestos o dispuestas a sacrificar su actual estilo de vida por el mantenimiento de una relación: quizá se trate de dejar de asistir dos horas diarias al gimnasio, o tal vez de mudarse a su casa para vivir juntos, o reducir al mínimo la cantidad de parejas sexuales, etcétera; el punto es que hay quienes no tienen una necesidad real, pero viven la presión de que “no está bien no tener pareja”.
Con esto salta un poco a la vista las virtudes de la soltería, al menos en lo que a libertades refiere. ¿Son mayores las ventajas de estar soltero que las de estar en una relación?, no. ¿Son menores las ventajas de estar soltero que las de estar en una relación?, tampoco. Ambas condiciones tienen tantos pros como contras en su haber; ninguna es mejor, solamente son distintas.
Pero regreso al punto en el que la presión social y el mito de “estar en pareja es estar mejor”, impiden que la soltería sea un bufet que el soltero o la soltera puedan saborear a sus anchas. ¿Cómo hacer para lograr una soltería gourmet? El primer paso remite a las palabras de Bucay: si Fernando no me da lo que necesito, lo buscaré con María Inés. Es simple, si nos permitimos no apegarnos. Todo cuanto necesitas de una relación de pareja puedes obtenerlo de una red social suficientemente diversificada: para la necesidad de compartir momentos memorables, la necesidad de sentirte querida o sentirte querido, la necesidad de que alguien te conozca como nadie jamás te haya conocido, la necesidad de sentirte protegida o protegido, o la necesidad de tener alguien a quién prodigarle ternura; para cada una de ellas puedes tener a una amiga o un amigo o varios, o alguien de tu familia. Y si hoy miras a tu alrededor y no cuentas con alguien con quién satisfacer alguna necesidad, busca. ¿Dónde sea?, si, donde sea…
¿Y la necesidad de tener deliciosas experiencias sexuales?, aja… esa también.
Desde la psicología es evidente cómo la salud individual depende en su mayor parte de lo nutrida que sea nuestra red social; por el contrario, cuando una persona cuenta con una red pequeñita y poco diversificada, corre el constante riesgo de sufrir por las crisis y adversidades de la vida. Alguien con una gran red social se repone más rápido y responde mejor a los retos que enfrenta, tiene un mejor autoconcepto de sí y vive más feliz. ¿Quiénes conforman esa red?, esta dichosa red se conforma por aquello que le llaman “la familia de elección”, es decir, los amigos y amigas que has venido incorporando a tu vida, los miembros de tu familia de los que has elegido mantenerte cerca, y todas las personas extra que apenas vas conociendo pero que ya van ganándose para ti un espacio emocionalmente cercano. Por eso tu red social jamás deja de crecer, y gira y se transforma conforme tu misma o conforme tu mismo vas evolucionando.
Así que ahí tienes una manera de disfrutar tu soltería. Existen otras más, una infinidad de ellas que si te das la oportunidad vas a ir descubriendo paulatinamente, pero si quieres comienza por esta que te sugiero. Habitualmente vemos la soltería como un estado transicional que desemboca inevitablemente en el matrimonio, o mínimamente en una idílica vida en pareja; ¿pero qué hay con quienes planean no casarse nunca?, ¿qué hay con la mujer de sesenta años que nunca se casó ni le hizo falta hacerlo? Aunque usted no lo crea, para quien así lo elije, la soltería es un fabuloso estilo de vida, porque estar soltero no significa estar solo, ni significa estar sola, la soltería significa una posibilidad para múltiples y diversas maneras de satisfacer nuestras necesidades individuales, y significa también la posibilidad de estar ahí para escuchar a nuestra vez, las necesidades de nuestros más cercanos compañeros y compañeras de vida.
…aunque si tú no elegiste estar soltero o soltera y sin embargo lo estás, no pasa nada; o al menos no debiera pasar nada. Si sabes no apegarte demasiado a nadie en específico y encontraste el modo de nutrir tus necesidades con la compañía de tus amigos o con personas de tu familia, entonces podrás esperar el tiempo que necesites hasta encontrar a alguien adecuado y sin que la desesperación se convierta para ti en un mal consejero. Recuerda protegerte siempre de las compras de pánico.
Una psicoterapia de enfoque humanista y sistémico, diverso y sensible al género: T+C

Soltería gourmet, un estilo de vida delicatessen.


“Supongamos que yo quiero que Fernando me escuche, que me abrace, que esté conmigo porque hoy no me vasto yo solo. Y supongamos que Fernando no quiere.
Incluso supongamos que Fernando no me quiere.
Entonces, en lugar de quedarme llorando, en lugar de manipular la situación para obtener de Fernando lo que él no quiere darme, en lugar de buscar que él me necesite, me tenga lástima, que me odie o que me tema, en lugar de ese perverso recorrido, quizá pueda preguntarle a María Inés si quiere quedarse conmigo.
Yo no me basto, pero tampoco necesito de Fernando, sino de mí. Yo sé lo que necesito, y si Fernando no quiere dármelo, quizá María Inés…
Y si Fernando no tiene para mí lo que necesito, y si María Inés tampoco, quizá yo pueda seguir buscando hasta encontrarlo.
¿Dónde sea?
Si, donde sea.”
 -Jorge Bucay

Con estas palabras el autor de El camino de la autodependencia describe lo que entiende por justamente ese concepto: la autodependencia. Bucay identifica que no hay un ser humano independiente o que no necesite de los demás, logística o emocionalmente, pero piensa que es una necedad buscar que sea una única persona en específico la que deba satisfacer nuestras necesidades. No es buena estrategia pretender que una persona se haga cargo de lo que yo necesito, porque si esa persona no quiere o no puede, entonces trataré de obligarla, ya sea por coerción o chantaje.


viernes, 30 de septiembre de 2011

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Dime quien eres... y sabre que identidad tienes

Una es más auténtica cuanto más se parece a lo que siempre soñó de sí misma
-La Agrado, en Todo sobre mi madre

Si te llamo por tu nombre y te pregunto quién eres, ¿qué sería lo primero que responderías? La identidad es esa explicación que haces de ti, tan simple o tan compleja como tú mismo o como tú misma quieras describirte. Cada persona desde el momento en que nace, afronta el reto de convertirse en el tipo de ser humano que va soñando ser, y ese sueño y esas ganas de un “yo ideal” es la primera piedra para la elaboradísima estructura de su identidad, y el primer paso en el camino de alcanzarla.

Se dice por ahí que construimos nuestra identidad cuando somos más jóvenes, y una vez que nos hacemos adultos, la identidad queda terminada e inquebrantable. Se habla mucho de crisis de identidad o de búsquedas por la identidad que son un reflejo del buen o mal trabajo que he hecho al constituir este quien creo y afirmo que soy.

Sin embargo no es tan simple: mi identidad es la definición que voy haciendo cada día de mí mismo (o de mi misma) y la voy modificando conforme tengo experiencias en mi vida que me demanden redefinirme y reinventarme; tantas veces como sea necesario, tan intenso como me sea necesario. Por eso no hay una etapa en la vida en que mi identidad o mi propio concepto de quien soy, quede terminado; trabajo en ello cuando niño, y trabajo en eso también cuando soy anciano.

Por supuesto que no es lo mismo empezar desde cero, como cuando somos chicos, que dar continuidad a algo que ya iniciamos siendo jóvenes, adultos o ya de mayores. Es como construir un edificio: lo rudo es empezar con los cimientos y ponerle paredes, pero después ya se trata nada más de afinar detalles y remodelar  de vez en cuando. De ahí que un adolescente ponga tanta energía y énfasis en definir quién es y en lo distinto que es del resto de las personas (particularmente de sus padres).

Hay momentos en la vida en que vivimos grandes confrontaciones a nuestra identidad, justo la adolescencia es una de ellas y la más significativa; posteriormente llegan otros retos a vencer como las crisis de la edad o los cambios de estatus social, como la graduación de la universidad, el matrimonio, el divorcio y demás. En lo demás, la vida es un constante devenir de pequeños cuestionamientos acerca de quién decimos que somos, pequeños retos cotidianos que no debemos dejar acumularse para que a la larga no se vuelvan un gran problema.

Eso que llaman “búsqueda de la identidad” es más una frase hecha a la que le hacemos copy & paste, que un concepto cabalmente reflexionado. Los seres humanos no buscamos una identidad, porque no funciona del modo en que yo vaya caminando por la calle y de pronto diga: “caramba, una identidad…!!” y entonces al ver que no es de nadie me la ponga y siga feliz por la vida felicitándome de mi buena suerte de haberme encontrado una identidad. No. Yo ya tengo una identidad y la llevo conmigo a donde quiera que voy; sin importar cuán confundido me mantenga ante la vida o poco responsable sea yo de mí mismo, no importa si soy psicótico, neurótico, maniático o estrambótico, ya tengo una identidad.

Puede que sea chiquita y esté rota, pero es mi identidad.

Lo que si hago cotidianamente es escuchar los mensajes que recibo de la vida y que me dicen que debo madurar o tener mayor valor para afrontar los conflictos, o que debo ser más alivianado o comprometerme más, o ser más sociable, o qué se yo. Entonces escucho, y si quiero llevarme bien con la vida, cambio la definición que hago de mi persona a través de una prolongada cadena de decisiones del tipo: “atreverse a…”.

Una señora del antiguo Polanco, habituada a codearse con la alta sociedad, pero que ha entrado en un declive económico, debe “atreverse a” no vivir con tanta ostentación y habituarse a la austeridad. Un hombre que se ha divorciado luego de 35 años de matrimonio continuo debe “atreverse a” volver a socializar y conocer personas. Si una no elige hacer los ajustes menores en la definición que hace de sí misma, su economía tronará y se verá obligada a hacer un GRAN ajuste y encarar una nueva identidad como señora desamparada y en quiebra; si el otro no opta por hacer un ajuste menor a su identidad y permitir abrirse a nuevas relaciones, estará virtualmente obligado a afrontar una nueva identidad de sí mismo como hombre aislado y solitario.

La gran belleza del modo en que funcionan nuestras identidades es que siempre pueden ser distintas conforme lo vayamos necesitando; siempre podremos ser mejores a través de nuestras identidades. La definición que hago de mí mismo es el marco dentro del que tomo cada una de mis decisiones: si yo me veo a mi mismo como un hombre sociable, las decisiones que voy a tomar van a ser decisiones sociables, si soy alguien maduro, difícilmente me atrevería a tomar decisiones de manera irreflexiva. Mi identidad orienta qué clase de elecciones hago, y esas elecciones constituyen a la larga el tipo de vida que yo tengo.

O sea, el tipo de identidad que me he construido se manifiesta en el tipo de vida que llevo. Si de repente no me gusta la vida que tengo, cambio mi identidad, me “atrevo a” tomar decisiones diferentes a las que he venido tomando, y ya está.

Ok, no es tan sencillo. No es sencillo porque habitualmente no identificamos la relevancia que tiene el cómo nos vemos a nosotros mismos y a nosotras mismas sobre la forma en que vamos construyendo nuestras vidas: no ubicamos que si me siento un perdedor, tendré la vida de un perdedor. No, tampoco estoy sugiriendo que te mires al espejo repitiéndote cien veces “no soy un idiota cualquiera, soy un idiota excelente!”; no. Lo que estoy sugiriendo es que revises las supuestas “verdades” que tienes acerca de ti misma o de ti mismo para que identifiques la clase de oportunidades que puedes o no permitirte a partir de esas premisas.

Ejemplo: Felipito es un hombre que cree firmemente que tiene pocas oportunidades porque solamente estudió hasta el bachillerato, y entonces en cada ocasión en que se encuentra una buena oportunidad laboral, él no se postula como candidato a esa plaza porque “sabe” que no se la van a dar.

Obvio, no se la dan porque jamás aplicó para ese puesto, y al hacer retrospectiva y evaluar el conjunto de (malos) trabajos que ha tenido en los últimos años, Felipito confirma que efectivamente el tipo de vida que tiene (de bajos ingresos y escasas oportunidades) se debe a que no terminó el bachillerato. Él no toma en cuenta que ha acumulado una experiencia práctica que compensa con creces la falta de estudios académicos y que pudo haber sido buen candidato para más de un puesto que él mismo dejó pasar; no se entera que el problema que tiene no es el de haber elegido mal en el pasado, sino la actitud que mantiene hacia sí mismo en el presente.

El problema está en la actitud, y la actitud  proviene de nuestras creencias. ¿Puedes o no puedes?, tanto si dices que si, como si dices que no, en cualquiera de los casos vas a tener razón, porque lo que tú crees moviliza tus actitudes y ellas a su vez son el motor de tus acciones.

Tu identidad entonces, es el conjunto de creencias que tienes hacia ti mismo o que tienes hacia ti misma. ¿Quieres cambiar tu vida?, cambia las creencias que tienes de ti sin importar cuánto esfuerzo creas que puede costarte.

Si, vivimos una crisis social de identidades. No se trata de que los chavitos se hagan emos o ninis o cualquier otra categoría social que nosotros les impongamos; se trata de que allá afuera hay un montón de personas a quienes no les gusta su vida y que se sienten atrapadas por la creencia resignada de que no tienen una salida. No somos conscientes del impacto de nuestras identidades ni del modo en que al hacernos responsables de vernos como queremos vernos, moldeamos nuestras vidas a nuestro antojo.

¿Qué tanto te pareces tú a lo que siempre has soñado de ti? Hazte responsable de quién vas siendo día a día y atrévete a lo que nunca te has atrevido pero siempre has tenido ganas de hacer. Afronta el riesgo y cambia tus creencias; cada vez que te atrevas a algo distinto y resulte bien, tendrás una evidencia de que el cambio correcto va en esa dirección. Lleva una bitácora, toma notas del experimento: registra a qué vas a atreverte mañana y ponle una palomita cuando hayas tenido éxito. Al final del mes cuenta las palomitas. Presume tus cambios con tus amigos, permítete mostrarte a los demás como alguien distinto y explora más esa nueva mejor versión de ti; habla de ella, vuélvela real. Tu vida es la consecuencia de tus creencias, ¿qué crees qué estas esperando?

Una psicoterapia de enfoque humanista y sistémico, diverso y sensible al género: T+C
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Dime quien eres... y sabre que identidad tienes


Una es más auténtica cuanto más se parece a lo que siempre soñó de sí misma
-La Agrado, en Todo sobre mi madre

Si te llamo por tu nombre y te pregunto quién eres, ¿qué sería lo primero que responderías? La identidad es esa explicación que haces de ti, tan simple o tan compleja como tú mismo o como tú misma quieras describirte. Cada persona desde el momento en que nace, afronta el reto de convertirse en el tipo de ser humano que va soñando ser, y ese sueño y esas ganas de un “yo ideal” es la primera piedra para la elaboradísima estructura de su identidad, y el primer paso en el camino de alcanzarla.

Se dice por ahí que construimos nuestra identidad cuando somos más jóvenes, y una vez que nos hacemos adultos, la identidad queda terminada e inquebrantable. Se habla mucho de crisis de identidad o de búsquedas por la identidad que son un reflejo del buen o mal trabajo que he hecho al constituir este quien creo y afirmo que soy.


jueves, 29 de septiembre de 2011

Ser mujer, en México

Lo mismo que los hombres, las mujeres definen quienes son a partir de sus perspectivas individuales,  de sus relaciones con los y las demás, y de los grupos sociales a los que pertenecen, para vincular sus identidades con atributos específicos tanto de sus propios cuerpos, como del lugar que cada una de ellas ocupa en la sociedad y del conjunto de creencias, mitos y expectativas que han aprendido acerca de sí mismas o que de manera autónoma han construido a lo largo de sus experiencias de vida.

Así y con tantas variables interviniendo en la manera en que una mujer define quién es, es que se desarrolla una manera de ser mujer… por cada mujer que se identifique como tal. Esto es que tantas mujeres hay en el mundo, como formas de ser mujer existen en el preciso instante en que escribo esto.

Por eso, en lo abstracto queda bien hablar de “la feminidad” para expresar un atributo humano, pero en la práctica no queda de otra que hablar de “las feminidades”, porque cada mujer individualmente constituye y se vive a sí misma desde una feminidad personal que está hecha a la medida de sus propias expectativas y opiniones que mantiene acerca de ella.

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Radiografía: Ser mujer en México


Lo mismo que los hombres, las mujeres definen quienes son a partir de sus perspectivas individuales,  de sus relaciones con los y las demás, y de los grupos sociales a los que pertenecen, para vincular sus identidades con atributos específicos tanto de sus propios cuerpos, como del lugar que cada una de ellas ocupa en la sociedad y del conjunto de creencias, mitos y expectativas que han aprendido acerca de sí mismas o que de manera autónoma han construido a lo largo de sus experiencias de vida.

Así y con tantas variables interviniendo en la manera en que una mujer define quién es, es que se desarrolla una manera de ser mujer… por cada mujer que se identifique como tal. Esto es que tantas mujeres hay en el mundo, como formas de ser mujer existen en el preciso instante en que escribo esto. Por eso, en lo abstracto queda bien hablar de “la feminidad” para expresar un atributo humano, pero en la práctica no queda de otra que hablar de “las feminidades”, porque cada mujer individualmente constituye y se vive a sí misma desde una feminidad personal que está hecha a la medida de sus propias expectativas y opiniones que mantiene acerca de ella.

Cada cabeza, un mundo. Cada mujer, una feminidad. Cada hombre también, una masculinidad.


jueves, 22 de septiembre de 2011

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¿Familia ideal o familias diversas?

Definir qué es familia nos obliga a referirnos a un grupo social que en las últimas décadas se ha diversificado y complejizado para adaptarse a los eventos sociales y culturales de nuestro tiempo que son por si mosmos tan diversos y complejos como propiamente, las mismas familias.

En términos bien generales, la familia constituye el núcleo de la sociedad (una afirmación que suena más a frase hecha que a verdad incontrovertible). Su estructura entrelaza aspectos biológicos, económicos, jurídicos, socioculturales, y etcètera. En lo particular, el de la familia mexicana, es un tema que puede abordarse desde más de una perspectiva de análisis, como la de las identidades o el género.

Desde este doble enfoque podemos acceder no solo al cómo definimos a las familias a partir de lo teórico, sino también, y teniendo quizá mayor relevancia, a cómo las familias se definen a sí mismas y los retos que necesitan enfrentar para consolidar este autoconcepto (concepto de si mismas) y encontrar su validación o reconocimiento como  familia “completa” en nuestra sociedad.

Es de este modo que hablar de la familia mexicana es hacer referencia a un sistema de identidades que coexisten, a veces bajo un mismo techo, en un escenario conjunto, y comparten los mismos recursos para poder consolidarse.

Aquí, donde hay la identidad de un niño que empieza a internalizar nociones de género, violencia o educación mientras va ubicando su mundo, hay también alguien muy cerquita, cuya identidad de ser hombre, se ve confrontada por el discurso feminista, la inestabilidad económica y otros factores sociales que exigen viejas demandas a las masculinidades actuales, sin favorecer posibilidades para satisfacerlas; y la identidad de ser mujer, que cotidiana e históricamente se la ha sometido a la descalificación, incertidumbre e invisibilidad.

Los conflictos actuales que las familias deben afrontar devienen del modo en que niñas, niños, padres y madres hacen frente a estos retos, al mismo tiempo que, como familia, se esfuerzan por conjugar una pertenencia colectiva, que trascienda o rebase el famoso mito de la “familia ideal” donde familia es igual a reproductividad, heterosexualidad o matrimonio.

Para enfatizar: la familia es mucho más que reproductividad, heterosexualidad o matrimonio, tres variables no necesarias para la definición de familia.

A primera vista, parece que las familias cuentan en estos días con más retos para vencer que recursos de los cuales echar mano; sin embargo pose de origen una organización social tan básica como plástica, y una flexibilidad tal, que puede permitirse derivar en cuantas versiones de familia sean necesarias para adaptarse y mantener su vigencia.

La mayoría de las definiciones de familia plantean una estructura social muy básica, donde padres e hijos o hijas se relacionan dentro de fuertes lazos afectivos. Esta familia, llamada “de origen” por su configuración  bigeneracional (o trigeneracional cuando involucra a los abuelos en su dinámica cotidiana) es exclusiva, única, e implica una permanente entrega entre todos sus miembros, posibilitando la constitución de un sentido de pertenencia hacia el grupo y la identidad de sus integrantes. En esta estructura social, lo que afecta a un miembro de la familia afecta directa o indirectamente al resto.

Por ello puede hablarse no solo de una colectividad de individuos, sino de un sistema familiar, es decir, de una comunidad organizada, intervinculada con sus jerarquías internas, y en constante relación con su entorno físico, económico y social.

La cohesión del sistema familiar se logra mediante una red de vínculos con enorme carga emocional, por eso la familia constituye el primer escenario donde comenzamos nuestro proceso de socialización e ingreso a la subjetividad del entorno social donde nacimos (o sea, a asimilar las creencias, reglas y patrones de conducta que tienen los adultos a su alrededor). En este contexto se construyen las bases de cualquier socialización posterior.

Hablan de que el niño está inmerso en ésta socialización primaria, donde reconoce primero a las figuras de poder en su sistema familiar y posteriormente se identifican con ellas; dando inicio a la conformación de su identidad. De esta manera, tanto las niñas como los niños asimilan, entre muchos otros elementos culturales, el rol respectivo a su género. Luego esta misma identificación se generaliza: ya no se trata específica y particularmente de papá o mamá, sino en general de los hombres y de las mujeres, o de todos los adultos y de toda la gente, de todos los mexicanos y etcétera, asimilando grupos sociales en forma de categorías, en algunas de las cuales van a sentirse incluidos o incluidas.

En este proceso, el lenguaje verbal y el no verbal es el vehículo para estas progresivas e inagotables identificaciones con los y las demás.

Entre las formas tradicionales de organización familiar y estructuras de parentesco, es posible distinguir cuatro tipos de familias:

  1. La familia nuclear o elemental, conformada por los padres y los hijos, ya sean de descendencia biológica de la pareja o adoptados por la familia.
  2. La familia homoparental, conformada por dos papás o dos mamás.
  3. La familia extensa o consanguínea, conformada por más de una unidad nuclear, se extiende más allá de dos generaciones y está basada en los vínculos de sangre de una gran cantidad de personas.
  4. La familia monoparental se conforma por uno de los padres y sus hijos.
  5. La familia de padres separados o biparental, donde los padres se encuentran separados pero continúan cumpliendo sus roles como padres. 

Aunque en nuestra sociedad muchas de las funciones atribuidas a la familia han pasado parcialmente a ser cargo de otras instituciones (como la educación a las escuelas), todavía quedan al interior del país familias que ejercen íntegramente las funciones educativas, religiosas, protectoras, recreativas y productivas.

Ahora bien, es una realidad el que los adultos, generalmente los padres, no siempre cuentan con la totalidad de elementos que les permitan educar de manera adecuada a sus hijos e hijas: cotidianamente se conocen nuevos casos de violencia intrafamiliar, de abuso sexual, abandono de los hijos o problemas de comunicación y comprensión, que exponen a los más integrantes más vulnerables en la familia a un sin fin de riesgos sociales como las drogas, la violencia y la posibilidad de cometer distintos delitos contra la comunidad.

Sin embargo, cuando los padres transfieren a otras instituciones las tareas familiares, frecuentemente no se debe a que la familia claudique o sea esencialmente incapaz de cumplir con su deber, sino porque las actividades que realizan en la actualidad (tales como las jornadas laborales fuera de casa, tanto de padres como de madres) requieren del apoyo de otras instancias para lograr sus propósitos de desarrollo, como es el caso de la escuela o los tíos, abuelos y demás.

Las familias como unidad social, no se desarrollan en el vacío; interactúan con el contexto en el que se surgen, modificándolo y siendo a su vez modificadas estrechamente por esos escenarios. Esto es igual a afirmar que no hay familia en México a la que no le afecte la situación económica, la inseguridad pública o las nociones culturales: una familia que se desarrolla en una comunidad violenta, deberá afrontar el reto de no permitir que esa violencia permee al interior de su interacción familiar, por ejemplo.

Así, para entender a cualquier familia, es muy necesario entenderla como si fuera un sistema sumergido dentro de otros sistemas, un espacio influido por los espacios que lo envuelven; entonces será posible darnos una idea de los retos que enfrenta y las fortalezas que sobre la marcha desarrolla.

Una psicoterapia de enfoque humanista y sistémico, diverso y sensible al género: T+C
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¿Familia ideal o familias diversas?

Definir qué es familia nos obliga a referirnos a un grupo social que en las últimas décadas se ha diversificado y complejizado para adaptarse a los eventos sociales y culturales de nuestro tiempo que son por si mosmos tan diversos y complejos como propiamente, las mismas familias.

En términos bien generales, la familia constituye el núcleo de la sociedad (una afirmación que suena más a frase hecha que a verdad incontrovertible). Su estructura entrelaza aspectos biológicos, económicos, jurídicos, socioculturales, y etcètera. En lo particular, el de la familia mexicana, es un tema que puede abordarse desde más de una perspectiva de análisis, como la de las identidades o el género.

Desde este doble enfoque podemos acceder no solo al cómo definimos a las familias a partir de lo teórico, sino también, y teniendo quizá mayor relevancia, a cómo las familias se definen a sí mismas y los retos que necesitan enfrentar para consolidar este autoconcepto (concepto de si mismas) y encontrar su validación o reconocimiento como  familia "completa" en nuestra sociedad.


jueves, 4 de agosto de 2011

El arte de la conversación

A lo largo de mi carrera como terapeuta, me he sentido conducido a la profundidad de un centenar de conversaciones donde las palabras que he intercambiado con mis clientes han edificado nuevas realidades, han abierto posibilidades y han sacado a luz mejores versiones de los involucrados en la terapia, es decir, de mis clientes y de mí mismo.

Siempre he creído que una buena sesión de psicoterapia, de esas que dan mucho material para reflexionar, es buena porque la conversación va desarrollándose de manera fluida. También he creído que la psicoterapia es como un modelo a escala de la vida, donde se suscitan experiencias que nos invitan a ver el mundo de formas nuevas y con una mayor riqueza. Y si mis dos creencias son correctas, entonces una buena vida es una que reboza de buenas conversaciones. ¿Será que el arte de conversar sea una de las vías para una vida plena?

Pensemos en cuántas situaciones interpersonales se han vuelto conflictos debido a una mala comunicación: crisis familiares, rupturas de pareja, malentendidos entre los amigos, chismes en el trabajo. Todo ello tiene que ver con cómo nos comunicamos; al grado que uno de los clichés más recurridos en la psicoterapia es achacar a la comunicación los cualesquiera problemas con que uno llega solicitando el servicio.

¿Qué pasaría si supiéramos conversar mejor?; no me refiero a únicamente hablar y expresar todo cuanto me pase por la cabeza, me refiero más bien a un equilibrio bien medido entre hacerte llegar mi mensaje, realizar una pausa, ser receptivo a tu mensaje, nuevamente una pausa, reflexionamos, te digo lo que opino de lo que me has comunicado y me dices tú lo que opinas de lo que yo dije, luego empezamos nuevamente.

Un buen conversador no se queda con nada relevante sin decir, ni nada relevante sin escuchar. Por eso, quien sabe conversar se interesa por lo que su interlocutor dice, y le va orientando conforme la conversación se desenvuelve, para que pueda explicarse mejor; es decir, le va preguntando, comenta a qué le suena lo que escucha, a cuáles experiencias propias le remite y etcétera. La premisa básica es que todos entendemos mediante mecanismos distintos.

No es verdad que al buen entendedor, basten pocas palabras. A veces un buen entendedor ayuda a construir una buena explicación, pide paralelismos, ejemplos, formas y hasta colores. No me negarás que cuando estás platicando es muy sabroso que te hagan preguntas relevantes a eso de lo que estas contando.

En teoría al menos, cuando converso soy tan responsable de explicarme con claridad y empatía, como de escuchar e involucrarme activamente en lo que me estás diciendo. Y si de plano, lo que me estás diciendo me interesa un tantito menos que un pepino, habría de tener la delicadeza suficiente para hacerte saber que ese tema me aburre.

¿Qué sería de nosotros y nuestras relaciones si conversáramos adecuadamente?, a través de las conversaciones podemos conocer a esa persona con la que platicamos y generar fuertes vínculos emocionales en el ínterin. Vamos, ¿cuántas de tus preocupaciones no se relacionan con problemas en alguna relación dentro de la que te encuentras inmerso o inmersa?, ¿cuántas de esas situaciones no tienen que ver con problemas al comunicarse?

Las relaciones interpersonales dependen tanto de las conversaciones, que las considero mutuamente indistinguibles. Yo puedo conversar por primera vez con alguien, y si la conversación cobra vida y de desarrolla y evoluciona, y surca de un tema a otro sin naufragar en algún silencio necesario, entonces posiblemente declararé que esa persona me ha caído bien y tendré ganas de verle nuevamente. Mientras platicábamos se tejían entre líneas los primeros vínculos para una relación; futuras charlas consolidarían esos vínculos, y una sucesión de buenas conversaciones forjarán una relación cada vez más entrañable.

El punto flaco es el grado en que nos involucramos. Cuando platicamos con alguien, usualmente dejamos que sea nuestro interlocutor quien nos lleve por donde le apetezca, y nuestro interlocutor espera de nosotros lo mismo a su vez; entonces andamos erráticos y a la deriva, sin llegar a lugares interesantes de los cuales hablar y sin que la conversación capte nuestra atención. Una cosa importante es que usualmente no hacemos preguntas que vuelvan interesante lo que sea que estamos escuchando.

Qué pasaría si  aquél o aquella con quien estamos conversando se ha extendido quince minutos completos hablando de petunias coloradas y nosotros ya estamos bostezándole a escondidas o en su cara, y conocedores de nuestro creciente aburrimiento le preguntáramos porqué le gustan tanto las petunias, si en su familia es tradicional este interés botánico, o si ha pensado poner un negocio con esas flores. La idea es considerar la posibilidad de permitirle a la otra persona explayarse en ese tema que quizá le da seguridad al hablarlo, o puede que genuinamente le guste mucho. Uno indudablemente también tiene sus intereses, y una premisa habitual pero incorrecta, es creer que en una conversación solamente puede regir el interés de uno y sólo uno de los involucrados.

Si yo soy médico, podría preguntar u opinar acerca del modo en que las petunias pueden sanar ciertas enfermedades o favorecerlas. Si soy arquitecto, puede que tome las petunias para hablar de su función como flores de ornato, o retome el ‘feng shui y las petunias’. Un antropólogo retomaría las petunias para mencionar lo que ellas han significado en algunas culturas, y un psicólogo podría llevarlas al territorio de la salud mental y petunias.

Y entonces, cuando el tema en la conversación son las petunias y las energías renovables de origen orgánico, posiblemente sea sencillo pasar de botánica a ecología para dejar por la paz a esas pobres plantas.

Sin embargo para eso es necesario que me visualice como participante activo de la conversación que estoy sosteniendo; no importa cuál sea el tema que esté sobre la mesa, el reto es preguntarme ‘qué tiene eso que ver conmigo’ y entonces arrastrar ese tópico a una de mis áreas de interés, sin desoír la intensión de mi interlocutor de platicar conmigo de ese tema.

Puede ser que para él o para ella sea importante que le conozcamos desde su gustos en botánica porque se siente especialmente orgullosa u orgulloso de sus dotes en la floricultura. También eso es muy importante: los temas que arrojo a la conversación son una radiografía de quién soy yo, por eso vale la pena preguntarme cuáles son los tópicos mediante los que me encantaría que las personas me conocieran. ¿Me gustaría que me conocieran como el maniaco de las petunias, o hay algo en mi de lo que podría hacer mayor gala?, ¿de qué en mi siento mayor orgullo?

Parte del balance en la conversación es cuidar que, como en un juego de ping pon, los temas en la mesa sean puestos uno por mí, otro por ti, uno nuevo por mí, y así. Si en la charla hay más de un conversador, podemos elegir tener la cortesía de introducir en el tema a quien menos ha hablado, especialmente si nos inspira una particular curiosidad: ¿a ti te ha pasado eso alguna vez?, o ¿cómo ven los agrónomos esa problemática?, qué se yo.

La conversación es un acto de construcción en equipo, quien sabe conversar sabe tomar en cuenta a los demás; quien desarrolla habilidades en este campo se hace a sí mismo (o a ella misma) notoriamente más empática y inspira confianza en los demás.

Hay pequeñas claves muy fáciles de intuir al conversar: ¿cuánto tiempo has pasado hablando de ti y solamente de ti?, ¿los temas hacia los que llevas la conversación son demasiado personales o demasiado superficiales? Si te sorprendes en una de esas charlas narcisistas donde tu es el personaje protagónico, mete el freno de emergencia preguntando ‘¿te ha sucedido algo así?’, o ‘¿qué opinas tu?’, por ejemplo. Entonces preguntas, y luego te callas para hacer espacio para la respuesta de tu interlocutor.

Recuerda: la conversación debe estar equilibrada. Si tu selección de temas va siendo demasiado profunda, la conversación será cansada y tu interlocutor aburrirá en la misma medida en que tu continúes intenseando. Si tu selección de temas es demasiado superficial, quien te escuche igualmente se aburrirá por la sarta de temas irrelevantes a los que recurres. La clave es campechanear los temas y pasar desde tu selección de temas intensitos a los temas superficiales y de regreso.

Por eso es que dicen que el conversar es un arte, uno que se domina con práctica, práctica y mucha práctica.

Conversar es emitir unos mensajes y recibir otros de vuelta, responder a unos y aguardar a que respondan los nuestros. Para todo eso no siempre empleamos palabras, también hay gestos, señales, silencios. Para el ser humano es imposible no comunicar, así que siempre estamos diciendo algo a los demás: tu vestimenta expresa como anda tu ánimo hoy, tu postura habla de qué opinión tienes de quienes tienes enfrente, tu ausencia al evento dice mucho del interés que tienes respecto a los involucrados, etcétera. Los tips del conversar aplican igualmente aquí; si te interesa la relación con los, el o la aludida, deberás atender al modo en que tu interlocutor recibe el mensaje que estás emitiendo y necesitarás escuchar lo que tiene que decir al respecto. Nunca asumas que tu conducta no decía nada sólo porque no estaba revestida de palabras, tampoco seas siempre tu quien comunique, ni seas siempre tu quien escuche.

Si participamos a cada momento en un intercambio de mensajes con las personas que nos son cercanas, ¿en qué momento se termina la conversación? Yo pienso que nunca termina, creo que podemos identificar el momento en que un capítulo se cierra e inicia otro, pero la conversación continúa y en todo momento retomamos tanto viejas charlas, como iniciamos otras nuevas.

Desde que te conocí empecé a conversar contigo, y empecé a creer que no me amabas cuando dejaste de responderme.

El origen de muchos conflictos en las relaciones estriba en la indiferencia, en la falta de respuestas o los monólogos que se traslapan fingiéndose conversación cuando solamente son soliloquios encontrados. Cuando dejamos de escuchar y perdemos el interés de explicar, nuestras relaciones tienden a romperse y nos quedamos con muchas cosas que pudimos haber dicho, con muchas otras que hubiésemos deseado escuchar.

Una psicoterapia de enfoque humanista y sistémico, diverso y sensible al género: T+C

El arte de la conversación


A lo largo de mi carrera como terapeuta, me he sentido conducido a la profundidad de un centenar de conversaciones donde las palabras que he intercambiado con mis clientes han edificado nuevas realidades, han abierto posibilidades y han sacado a luz mejores versiones de los involucrados en la terapia, es decir, de mis clientes y de mí mismo.

Siempre he creído que una buena sesión de psicoterapia, de esas que dan mucho material para reflexionar, es buena porque la conversación va desarrollándose de manera fluida. También he creído que la psicoterapia es como un modelo a escala de la vida, donde se suscitan experiencias que nos invitan a ver el mundo de formas nuevas y con una mayor riqueza. Y si mis dos creencias son correctas, entonces una buena vida es una que reboza de buenas conversaciones. ¿Será que el arte de conversar sea una de las vías para una vida plena?


jueves, 14 de julio de 2011

La Familia Ideal y la Iglesia

Si bien nuestro país es oficialmente laico debido a que Iglesia y Estado se conducen de forma independiente desde 1917, aproximadamente el 88% de los mexicanos se identifican como católicos, hay cerca de 11,000 iglesias de esta religión y casi 14,000 miembros de este clero (INEGI, 2002). Por esta razón, para hablar de qué es y cómo funcionan las familias (católicas o no) es relevante tomar en cuenta la influencia social de esta institución.

El objetivo más importante de la iglesia católica es el mantenimiento del bienestar moral de las familias; así lo declaró el Papa Juan Pablo II en su Carta a las Familias. Desde esta noción, el obispo de Matehuala, que es Presidente de la Comisión Episcopal Pastoral Familiar, identifica que la familia mexicana vive situaciones que la ponen en alto riesgo moral, tales como violencia intrafamiliar, la desintegración familiar, la pobreza extrema (por que obliga a emigrar y dejar la familia incompleta), el aumento del índice de familias monoparentales, y, finalmente, la influencia de lo que llaman una mentalidad “divorcista”, además de la creciente influencia de las perspectivas de género [sic].

Vale la pena acotar que entre las palabras del señor obispo traslucen dos premisas que al darlas por hecho funcionan como pilares centrales para esto que afirma, son: las perspectivas de género (que en la práctica buscan la equidad entre hombres y mujeres) atentan contra la estructura familiar, y el divorcio afecta el desarrollo de al menos los más vulnerables integrantes de la familia.

Las acciones derivadas de estas premisas serían aconsejar a los cónyuges a permanecer juntos aunque sean un ejemplo de discusión, estrés y violencia para los niños (sin mencionar el sacrificio de su propia satisfacción y felicidad personal), y en el seno familiar esta bien que la mujer sea maltratada y descalificada fisica, emocional y psicológicamente, y esta bien que el hombre sea valioso en tanto sea un buen proveedor al que se le perdone lo que sea en tanto aporte dinero al hogar. La perspectiva del obispo de Matehuala es respetable, como cualquier otra perspectiva, y particularmente valiosa en el punto en que afirma que las familias hoy afrontan retos que no hubieran imaginado en tiempos pasados.

De igual manera, los ministros católicos establecen en pro del bienestar moral de las familias, que se debe prestar mayor atención a lo que ellos mismos identifican como “familias irregulares”, es decir: las familias divididas por diferencias religiosas o políticas, las familias “incompletas”, las que viven con personas de capacidades diferentes o con situaciones de alcoholismo y drogadicción; las que viven con problemas de SIDA, las familias de presos, las que tienen hijos homosexuales o lesbianas, las familias que viven violencia intrafamiliar o que habitan en comunidades de alta delincuencia y las familias de padres divorciados vueltos a casar.

Entiénsase “irregularidad” como algo que se escapa de lo normal. Cuando yo me refiero a familias irregulares, aludo a familias que se desvían de lo normal, lo que me obliga ineludiblemente a preguntar ¿cómo es una familia normal?

Quien afirme que no es habitual encontrar familias donde existan diferencias sexuales, culturales, políticas o religiosas, donde no haya alcoholismo o drogadicción en algún nivel (la adicción al tabaco es una adicción y es nociva para quien lo consume y para los que están cerca mientras lo hace, por ejemplo), o en las que no haya integrantes con capacidades distintas, quien lo afirme, evidentemente no se ha asomado un domingo a la calle para ver las familias que transitan por la banqueta.

En este sentido existe el Encuentro Mundial de las Familias, que es una convocatoria a nivel internacional y que se da cada tres años, instaurada por el Papa en 1992 para celebrar a la familia; el objetivo es dialogar y profundizar en el tema de la familia, a partir de distintas voces de la visión católica. En el 2009 se llevó a cabo este encuentro en la Ciudad de México, así como en el 2012 se realizará en Milán en su edición número 7.

De este encuentro en México, al que asistieron 7 000 católicos de todo el mundo, 30 cardenales y 80 obispos, Bernardo Barranco Villafán, especialista en temas religiosos y vicepresidente del Centro de Estudios de las Religiones en México (Cerem), afirma que no hubo debates ni reflexiones profundas, sino el mantenimiento de una tónica muy ortodoxa con formatos acartonados que no representó ninguna novedad. Sin embargo, puntualiza que fue importante el hecho de que Ennio Antonelli, presidente del Pontificio Consejo para la Familia del Vaticano, haya reconocido la existencia de los homosexuales, dentro de un mensaje que los exhortaba a vivir su homosexualidad en lo privado .

La declaración de monseñor Antonelli fue: “las relaciones homosexuales siempre han estado presentes en nuestra sociedad, la novedad es que se pretenda equiparar a la familia con la convivencia homosexual, y esto no puede ser aceptado porque la familia tiene una especificidad: sólo la familia engendra hijos y los educa”.

Entonces, ¿una familia sin hijos pierde el derecho a nombrarse familia?

Dado que toda identidad requiere de ser reconocida por alguien más para existir social y públicamente, efectivamente es relevante que un miembro del Vaticano haya emitido esta declaración, porque valida en lo individual la existencia de las muchas identidades homosexuales que se encuentran desacreditadas en el discurso social, ya sea laico o religioso. Sin embargo, el problema de fondo, es que al enfatizar un modelo único de familia, se polariza la disputa de la sociedad moderna en torno a “la familia ideal” y el derecho de las familias diversas a ser reconocidas como familia.

Afirmando que las familias son inherentemente monogámicas, se las reduce a una función puramente reproductiva. La Iglesia, al centrar insistentemente la cuestión familiar en términos reproductivos, deja de lado tanto la temática del amor, que se da también en parejas del mismo sexo, como la de las parejas que deciden no tener hijos.

El peligro de esta descalificación es que las familias católicas que no se apeguen a este “modelo único” no podrán definirse a sí mismas como familia, evaluándose desde este argumento como inacabadas e insuficientes para alcanzar los objetivos instrumentales y afectivos de un sistema familiar maduro. Barranco Villafán  critica el hecho de que la Iglesia no comprende que la familia es una construcción social tan diversa como adaptable, que refleja en su estructura lo que se vive día a día y que está estrechamente ligada a los cambios de la sociedad .

Las conclusiones del VI Encuentro Mundial de las Familias fueron: la familia es lo más importante porque el amor entre hombre y mujer, cuando es verdadero, siempre es fecundo. De ahí, los hijos se hacen personas cuando crecen en familia, porque en ella se saben bienvenidos y aprehenden los valores para la sana convivencia humana. En este mundo no le falta dinero, sino la creatividad que emana del amor en familia para solucionar el problema de la pobreza.

La crisis que hoy vivimos aumenta con la ruptura de las familias, y en este contexto el divorcio puede tener una presencia silenciosa aunque no se lo ejecute; el desamor daña a los hijos: niños y jóvenes fracasan en sus proyectos académicos y laborales y dejan de ser personas pacíficas cuando no han crecido en familias donde padre y madre permanecen unidos en el amor.

Además, plantean que las instituciones públicas y privadas deben revisar sus leyes para ver si con ellas fortalecen o debilitan a la familia, asumiendo que la familia no es sólo un bien religioso, sino un bien social que genera capital humano saludable y feliz para el desarrollo de todos los pueblos. La familia es fruto del amor entre hombre y mujer, y las relaciones homosexuales son solo otra forma de convivencia que no es equiparable a ella. Sin embargo en la diversidad, la familia se define siempre como el conjunto de vínculos adquiridos a partir del nacimiento de un nuevo ser humano, fruto inalienable de la relación entre hombre y mujer.

Agregan además que en la práctica, hay familias donde viven abuelos con los nietos, o madres con los hijos, o hijos con el padre, o tíos y sobrinos; esta variedad muestra partes de lo que sería la familia extensa y formas de parentesco que dan identidad a la persona humana, pero son ambos padres quienes tienen derecho y obligación de velar por la educación de sus hijos, elegir el sistema de enseñanza y hasta participar en el diseño de la misma.

Por eso las políticas públicas deben favorecer la equidad entre el tiempo de trabajo y tiempo de familia, de modo que padres y madres puedan atender a sus hijos en momentos de enfermedad y acompañarles en asuntos escolares. Finalmente, concluyen que son los padres y abuelos quienes transmiten en forma natural los valores a las nuevas generaciones y que, en esta tarea, ninguna otra institución humana puede suplirlos, porque ni la suma de muchas buenas voluntades puede llenar el vacío que deja, no sólo en los hijos, sino en la sociedad humana, el abandono en la familia del padre, la madre o ambos.

Este modo de entender el mundo de la familia excluye una infinidad de realidades que conviven de cotidiano en la sociedad mexicana y mundial; ¿las familias diversas que este discurso eclesiástico no contempla, no cuentan para las nociones de la iglesia?, ¿puede entenderse esta ceguera parcial, acaso intencionada, como una manera de discriminar?

El conjunto de afirmaciones con que concluye el VI Encuentro Mundial de las Familias son verdades parciales y descontextualizada que a todos nos resultan familiares porque probablemente en algún momento las hemos creído y a partir de ellas hemos juzgado lo “bueno” y lo “malo”. ¿Esta mal o es disfuncional una familia sin papa, u otra donde los dos papás tienen un hijo feliz y desarrolládose en absoluta plenitud?; ¿quien le va a decir a ese niño que su familia es una familia que no sirve?

Con esto sobre la mesa cabe una pregunta más: ¿estamos dispuestos a seguir apostando por un único modelo de familia ideal, o vamos a aceptar que la familia crece, evoluciona, se diversifica y adapta a los retos actuales para mantener su vigencia en nuestras sociedades? Pienso que vale la pena considerarlo.

Una psicoterapia de enfoque humanista y sistémico, diverso y sensible al género: T+C

La Familia Ideal y la Iglesia


Si bien nuestro país es oficialmente laico debido a que Iglesia y Estado se conducen de forma independiente desde 1917, aproximadamente el 88% de los mexicanos se identifican como católicos, hay cerca de 11,000 iglesias de esta religión y casi 14,000 miembros de este clero (INEGI, 2002). Por esta razón, para hablar de qué es y cómo funcionan las familias (católicas o no) es relevante tomar en cuenta la influencia social de esta institución.

El objetivo más importante de la iglesia católica es el mantenimiento del bienestar moral de las familias; así lo declaró el Papa Juan Pablo II en su Carta a las Familias. Desde esta noción, el obispo de Matehuala, que es Presidente de la Comisión Episcopal Pastoral Familiar, identifica que la familia mexicana vive situaciones que la ponen en alto riesgo moral, tales como violencia intrafamiliar, la desintegración familiar, la pobreza extrema (por que obliga a emigrar y dejar la familia incompleta), el aumento del índice de familias monoparentales, y, finalmente, la influencia de lo que llaman una mentalidad “divorcista”, además de la creciente influencia de las perspectivas de género [sic].


sábado, 11 de junio de 2011

Decisiones, relaciones de pareja... y pasteles

Todos podemos desear más de una cosa al mismo tiempo, pero a veces entre estos deseos simultáneos hay varios que se contraponen mutuamente: podemos querer un pastel de chocolate con mucho merengue, cerezas y trocitos de nuez, acompañado con una copa de chocolate espumoso para una tarde lluviosa de domingo; pero a la vez podríamos desear no subir de peso  y mantenernos esculturales para el próximo verano en la playa; entonces deberemos elegir pastel de chocolate o modelito playero, una cosa u otra, pero no podemos tener ambas. Tomar una decisión implica que renunciaremos a algo, ese algo es justamente la alternativa que no estamos eligiendo.

Es sencillo captar la idea central de algo que parece un completo absurdo: buscamos con afán nuestra rebanada de pastel de chocolate con merengue y nueces, para luego no poder comérnoslo porque la culpa nos impide disfrutarlo plenamente. Elegir comerme el pastel entero implica que subiré un poco de peso, particularmente si ya rebaso la tremenda brecha de los 30 y soy adulto contemporáneo. Renunciar a mi deseo verme como quiero y lucirme en la playa es lo que duele, y de lo que no me puedo desprender fácilmente a favor de la otra alternativa.

Vivir una vida de pastel en pastel, hará muy improbable que me pueda conservar como cliente de tallas pequeñas en las tiendas de ropa sexy; si asumo esto y renuncio a la perspectiva playera, podré gozar plenamente del mundo de la repostería.

Una clave para la vida es asumir que cada decisión tomada implica a una misma vez ganar algo y perder algo. Puede ser que lo perdido pueda ser obtenido en un futuro, pero entonces tomarlo (llegado el momento ulterior)  implicará dejar pasar algo más que no será nuestro hasta que llegue el momento para ello, si llega. Por mucho que negociemos con la vida, no podemos tener todo lo que deseamos; por eso siempre necesitaremos definir qué importa más frente al resto de nuestras necesidades.
¿Quedó claro lo de la disyuntiva del pastel de chocolate frente al proyecto de ser una luminaria en la playa?; vamos ahora a un tema un tanto más complejo: buscar pareja.
Encontrar un alguien especial con quién iniciar una relación, para muchas personas es más un ejercicio de precisión y cálculo que una cadena sucesiva de coincidencias; es decir, la noción de “encontrar pareja” o buscarla, remite a que uno podría ir andando por la calle y de pronto, sin más exclamar: “…caray!, una pareja; ¿de quién será?” y entonces la levantas del piso y luego de ver que efectivamente no es de nadie, te la guardas en la bolsa feliz y satisfecha o satisfecho de ti, porque por fin encontraste pareja. ¿Se trata de una chiripa azarosa el que se consuma un proyecto tan importante? Hay quienes visualizan la cosa precisamente así; el amor es asunto de primera vista, o de la media naranja, un impulso que el karma promueve a tu favor o que te toca porque ya te has portado suficientemente bien. Los dioses te premian y entonces empiezas una relación; si el amor es puro, la relación es sólida, si resuelves que el fulano o fulana no era el o la adecuada, entonces hay que soltar sin apegos y seguir buscando. Y seguir buscando, y seguir…
Y hay quienes creen en que la cosa es de precisión y cálculo; o al menos estrategia: empiezas una relación con aquél o aquella que cumple tus requerimientos mínimos indispensables, y vas construyendo desde cero, sin esperar a que el destino, el karma o los dioses te hagan parte de la chamba. Y la manera en que construyes y le confieres estructura y solidez a la relación es, precisamente, tomando decisiones respecto a lo que si aceptas y lo que no, a lo que renuncias y a qué le das la bienvenida. La cosa no está mal, finalmente el otro que te vea de prospecto va a hacer exactamente lo mismo en su relación contigo: decidir.
Como decía, por mucho que sepamos negociar con la vida, no podemos tener todo el tiempo todo lo que deseamos; y aquí viene la complejidad al momento de empezar a construir una relación de pareja, o al momento más concreto, en el que debo elegir a qué renunciar para darle cabida en mi cotidianidad al fulano o fulana que se está integrando a mi vida. Pero a veces pasa que después de días cortejo y seducción, tiempo en que cada cual hace su luchita para ganarse el corazón del otro, después de estar mutuamente convencidos o convencidas de que las cosas no podrían marchar mejor, sucede tremendamente de repente que la cosa termina. El o ella se esfuma en la nada y no se le vuelve a ver jamás. ¿Que pasó, si todo marchaba tan bien?
Yo no tengo idea. Quizá yendo con tu adivina de cabecera te enteres de que “…esa mujer te lo andaba sonzacando”, o alguna cuestión por el estilo. Pero al margen de que le pagues a la pitonisa o le preguntes al mismísimo interfecto, hay que tomar en cuenta que muchas veces tenemos ganas de tener pareja, pero nos es muy difícil hacerle un espacio en nuestra rutina para que pueda acomodarse una relación. Puede que en lugar de ir al gym tres horas al día, debas de ir sólo dos; puede que los fines de semana tengas también que ir a visitar a su familia, o puede que tenga alergia a los gatos y tu debas de regalar a tu amado y viejo mr. Mistoffelees. Y puede que prefieras quedarte en la soltería antes que bajarle a tu rutina en el gym o despedirte del gato; también puede que lo prefiera él o ella y entonces te vuelva a sacar de su vida.
Como sucede con mi pastel de chocolate hipercalórico, el deseo de encontrar a alguien y establecer una relación de pareja existe y es muy fuerte, pero dado que construir una relación también implica realizar ciertos sacrificios, lo que se desea al mismo tiempo también se evita. A todos nos ha sucedido al menos una vez en la vida. Iniciar una relación implica dejar ir algo que formaba parte cotidiana de nuestro existir, y esta es la primera claridad que necesitamos cuando salimos a la caza de una o un prospecto para la relación; la segunda claridad indispensable definir qué estamos dispuestos a dar a cambio de una vida en pareja, que cambios en nuestro día a día podríamos tolerar a cambio de eso que le llaman las mieles del amor.
A veces queremos el pastel, pero no lo queremos porque nos engorda; queremos una pareja, pero no la queremos porque cambiará nuestro estilo de vida. Y dentro de este forcejeo de querer y no quererlo, cualquiera sufre la incertidumbre de no tener las cosas claras. Frecuentemente he escuchado la voz del desconcierto, afirmando que es imposible encontrar pareja, que no hay uno o una que embone con lo que nosotros buscamos, e incluso, que la naturaleza de uno mismo esta hecha para jamás lograr una relación de pareja. ¡Eso es absolutamente falso!, y la verdad no hay necesidad de azotarse tanto; el problema es que no hemos sido francos con nosotros mismos y no hemos clarificado qué costes estamos dispuestos a pagar a cambio de una relación.

La cuestión es un poco simple: ¿quieres encontrar una pareja? Pon primero en una balanza lo que deseas de una relación, ya se trate de que te quiera, que vivan juntos, que te acompañe a los eventos importantes, etcétera; todo ello acomodado en un mismo lado de la balanza. En seguida visualiza qué efectos tendría tu relación a su alrededor: como modificaría tu dinámica con la familia, con tus amigos, con tus actividades preferidas y tu rutina en el trabajo, todo ponlo del otro lado de la balanza. ¿Para qué lado ves que se inclina?

Si siendo lo más realista posible, ves que pesa más en la balanza tu deseo de tener una relación con alguien, entonces lánzate teniendo en cuenta cuáles son las cartas con las que estas jugando. No vas a abrumarte cuando la relación se vuelva seria, porque tendrás claro qué es lo que viene y el modo en que afrontarás el siguiente paso, cualquiera que este sea. Pero si con la misma tentativa objetividad, resulta que te pesa más los sacrificios que tendrías que hacer para mantener una relación, entonces lo tuyo no es buscar algo serio, por lo menos no ahorita. Nada de esto significa que tú seas de esos o esas que nacieron para estar solos; simplemente te habla de que en este momento de tu vida, tu prioridad no es estar con alguien; ya sea porque estas a tu gusto y satisfecho o satisfecha de cómo te va yendo en el trabajo, o lo pasas genial con los amigos y que vas progresando fenomenal en el gym, o lo que sea que para ti resulte importante. La vida esta llena de etapas y momentos, y no en todos estamos receptivos a iniciar una relación estable. Vale la pena considerar eso.

A lo largo de esas etapas por las que pasas mientras marcha la vida, lo que ahora es necesario, mañana para ti ya no lo será, y lo que hoy no necesitas, mañana será una prioridad. No vale la pena comprometerte con algo que hoy no te hace falta solo porque en el futuro es probable que lo necesitarás. Si efectivamente querrás tener una pareja en el futuro, preocúpate cuando llegue ese momento, no ahora en que tienes ocupaciones mas propias de la etapa que estás.

A veces creemos que todo el mundo, todo el tiempo debería tener pareja, que hay algo incorrecto en la soltería o que no tener a nadie es andar por la vida como un apestado; también eso es falso. No tener pareja es el momento justo para conocerse y aprender a convivir contigo mismo o contigo misma; finalmente, si yo no he podido conocerme a mí, ¿como voy a conocer a alguien?; si no logro quererme, ¿cómo voy a querer a otro? y ¿cómo él o ella me va a lograr querer?. Si en la soledad ni yo mismo me aguanto, ¿cómo alguien va a poder aguantarme? Ya sea que no tengas pareja porque estás en el camino de construir una relación o porque este no es tu momento, el estar soltera o soltero es el momento en el que defines muchas cosas de ti sin que nadie te interrumpa, es un tiempo para ti; hoy creces, te reestructuras y enriqueces tu vida para tener en el futuro algo interesante que compartir. Si administras de este modo el presente, tendrás más probabilidades de encontrar justo la relación que quieres en tu siguiente intento.
Una psicoterapia de enfoque humanista y sistémico, diverso y sensible al género: T+C

Decisiones, relaciones de pareja... y pasteles

Todos podemos desear más de una cosa al mismo tiempo, pero a veces entre estos deseos simultáneos hay varios que se contraponen mutuamente: podemos querer un pastel de chocolate con mucho merengue, cerezas y trocitos de nuez, acompañado con una copa de chocolate espumoso para una tarde lluviosa de domingo; pero a la vez podríamos desear no subir de peso  y mantenernos esculturales para el próximo verano en la playa; entonces deberemos elegir pastel de chocolate o modelito playero, una cosa u otra, pero no podemos tener ambas. Tomar una decisión implica que renunciaremos a algo, ese algo es justamente la alternativa que no estamos eligiendo.

Es sencillo captar la idea central de algo que parece un completo absurdo: buscamos con afán nuestra rebanada de pastel de chocolate con merengue y nueces, para luego no poder comérnoslo porque la culpa nos impide disfrutarlo plenamente. Elegir comerme el pastel entero implica que subiré un poco de peso, particularmente si ya rebaso la tremenda brecha de los 30 y soy adulto contemporáneo. Renunciar a mi deseo verme como quiero y lucirme en la playa es lo que duele, y de lo que no me puedo desprender fácilmente a favor de la otra alternativa.


miércoles, 1 de junio de 2011

Día de la familia

En el mes de marzo del año 2009 el Consejo de la Comunicación promovió la Encuesta Nacional de la Dinámica Familiar, que en el marco del llamado Día de la Familia, fue llevada a cabo en colaboración con el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia con el objetivo de conocer los valores, intereses, retos y perspectivas de la actual familia mexicana.

Entre los resultados obtenidos de este estudio se encuentra que la familia mexicana parece, en la práctica, favorecer el apoyo, la unión, la entrega, el amor y la alegría de sus integrantes, buscando generar valores comunes como sencillez, solidaridad, trabajo y esfuerzo, así como el resguardo de la tradición. Sin embargo resultó notorio que los más jóvenes identifican que la familia mexicana no favorece la disciplina, ni una actitud ganadora o de aceptación del éxito: con frecuencia refuerza una visión conformista y “perdedora” que se refleja a nivel social en conductas inseguras y sumisas.

Vale la pena parar la oreja en los lugares donde las familias se reúnen en una tarde de domingo y escuchar el discurso que se entreteje entre los padres o con los hijos: frecuentemente escuchamos expresiones de resignación acerca del mal estado del país, la culpa que los políticos tienen de la crisis que vivimos (crisis que por cierto, ha existido en distintas manifestaciones e intensidades desde que yo tengo memoria) y el cómo hay un mundo muy difícil de afrontar allá afuera. Al seno de la familia, los jóvenes crecen descorazonados y con la perspectiva de estar a punto de enfrentar escenarios nefastos que asfixiarán sus esfuerzos y entusiasmo. ¿La desesperanza se hereda?, ¿que hay del conformismo y esa pastosa resignación de la que hablan los adultos fatigados que le enseñan el mundo a los adultos del futuro?

Paralelamente, también se reveló en dicha investigación que a las familias en México les falta favorecer en mayor medida los valores de la honestidad, el deseo de sus miembros por superarse y el respeto a normas comunes como la puntualidad. Los participantes de la encuesta reconocen que en México, la familia conserva aspectos positivos que no existen en familias fuera de nuestro país, como el mantenimiento de costumbres y tradiciones, pasar el tiempo de recreación juntos y demostraciones de cariño. No obstante, también reconocen factores negativos con respecto a las familias en otros países: existen relaciones familiares opresivas o fiscalizadoras que no fomentan el desarrollo personal y serios estereotipos de género en contra de la educación y el desarrollo profesional de las mujeres.

En enero del 2005, por iniciativa del Consejo de la Comunicación, el presidente Vicente Fox instituyó como el Día de la Familia al primer domingo de marzo, con el fin de preservar los valores y fomentar la unión familiar. El argumento del que surgió esta iniciativa, fue que la familia es el ámbito primordial para el desarrollo de cualquier ser humano y la base de su desempeño en la vida, ya que provee la plataforma para el desarrollo de la autoestima y de la verdadera identidad personal, así como de los esquemas de convivencia social más elementales y de la experiencia del amor, que regirán el éxito de cada uno de sus miembros.

El manejo mediático del tema, sintoniza mucho con esta noción, agregando que la familia es una institución irremplazable para el fomento de los valores humanos esenciales, la prevención y solución de los problemas sociales; es también el agente cultural necesario para la transmisión de sus valores más representativos de generación en generación. Dentro de la familia encontramos el sentido de la vida y la felicidad a través del entendimiento y la reciprocidad, ya que sus miembros gozan de la aceptación incondicional: aceptación mutua exclusivamente por pertenecer.

La institución del Día de la Familia, según Juan Domingo Beckmann (2996), entonces presidente del Consejo de la Comunicación, es una invitación para todos los mexicanos a darse un espacio de reflexión y valoración de lo verdaderamente importante y trascendente, porque “si la sociedad es el reflejo de la familia y en familia aprendemos a ser buenos mexicanos, haremos de México el gran país que todos anhelamos” .

En marzo del 2008 la campaña para el Día de la Familia fue lanzada con el eslogan: “Tener un hijo, ¿te hace padre?”.

Una psicoterapia de enfoque humanista y sistémico, diverso y sensible al género: T+C

Día de la familia


En el mes de marzo del año 2009 el Consejo de la Comunicación promovió la Encuesta Nacional de la Dinámica Familiar, que en el marco del llamado Día de la Familia, fue llevada a cabo en colaboración con el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia con el objetivo de conocer los valores, intereses, retos y perspectivas de la actual familia mexicana.

Entre los resultados obtenidos de este estudio se encuentra que la familia mexicana parece, en la práctica, favorecer el apoyo, la unión, la entrega, el amor y la alegría de sus integrantes, buscando generar valores comunes como sencillez, solidaridad, trabajo y esfuerzo, así como el resguardo de la tradición. Sin embargo resultó notorio que los más jóvenes identifican que la familia mexicana no favorece la disciplina, ni una actitud ganadora o de aceptación del éxito: con frecuencia refuerza una visión conformista y “perdedora” que se refleja a nivel social en conductas inseguras y sumisas.


viernes, 6 de mayo de 2011

Mujeres de éxito, y... solteras

En la sociedad que tenemos hoy, es difícil encontrar una persona, hombre o mujer, que no quiera el éxito. Pareciera que ese es especialmente un elemento del proyecto de vida de cualquiera que viva en una de estas ciudades masivas repletas de gente, retos, actividades y posibilidades. Pero, ¿bajo qué criterio defines el éxito?

Cabe más, preguntar cuál es el criterio que determina tu propio éxito.

Para mi abuela, por ejemplo, el éxito era ver a sus hijos casados y con sus respectivos hijos; para algunos de mis amigos, el éxito implica tener la libertad que una buena posición económica les puede proveer.

Hay quienes buscan la madurez personal para considerarse exitosos, mientras hay los o las que lo exitoso les va en el camino de la buena economía o una determinada posición social; todo depende de cómo hemos vivido y qué hemos aprendido acerca del éxito a partir de nuestras experiencias.

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Mujeres de éxito... y solteras

En la sociedad que tenemos hoy, es difícil encontrar una persona, hombre o mujer, que no quiera el éxito. Pareciera que ese es especialmente un elemento del proyecto de vida de cualquiera que viva en una de estas ciudades masivas repletas de gente, retos, actividades y posibilidades. Pero, ¿bajo qué criterio defines el éxito?

Cabe más preguntar cuál es el criterio que determina tu propio éxito. Para mi abuela, por ejemplo, el éxito era ver a sus hijos casados y con sus respectivos hijos; para algunos de mis amigos, el éxito implica tener la libertad que una buena posición económica les puede proveer. Hay quienes buscan la madurez personal para considerarse exitosos, mientras hay los o las que lo exitoso les va en el camino de la buena economía o una determinada posición social; todo depende de cómo hemos vivido y qué hemos aprendido acerca del éxito a partir de nuestras experiencias.

Lo cierto es que hay una definición generalizada de éxito que la sociedad pone a nuestra disposición como un machote sobre el cual elaboramos nuestras definiciones personales, mucho más específicas y adecuadas a nuestra circunstancia (cualquiera que esta sea); por eso hace treinta años el éxito estribaba en formar una familia que le diera hijos a la sociedad; hoy no son muchas las personas que hacen esta apuesta para su futuro. Aparentemente en este nuevo siglo nos hemos volcado más hacia nosotros mismos y pensamos antes que nada en qué queremos hacer de nuestra vida para uno mismo o una misma, en lugar de pensar en el modo de darle un sentido a nuestras metas a futuro a través de lo que pudiéramos hacer por los demás.


sábado, 30 de abril de 2011

Niñ@s: educación para la violencia

¿Cuándo fue la última vez que te escandalizaste al saber que un niño era agredido por alguien mayor que él?, ¿te indignaste? Quizá pienses que es raro que un niño o una niña sufra violencia, probablemente asumas que es obligación de los adultos cuidarlos y responsabilizarnos de su desarrollo; lamentablemente en la práctica, aquí en México, esos ideales distan mucho de reflejar la realidad que viven los miembros más vulnerables de nuestra sociedad. Según el informe de 2006 de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre violencia infantil, en México sufren violencia familiar 3 000 000 de niños, ocasionando la muerte de al menos 80 000 cada año debido a la inexistencia de una política de Estado que los proteja. Según organizaciones de la sociedad civil mexicana, estas cifras se incrementan a 8.5 millones los niños y niñas sujetos a la violencia.

Además, entre 80 y 98 por ciento de los niños y niñas en el país son víctimas de castigos corporales, pues como una “forma de educación”, los padres propinan golpes en sus manos con correas, alambres, cables y objetos diversos como piedras o zapatos, llegando incluso a quemaduras severas, ante lo que los niños no están protegidos porque estas prácticas están disfrazadas de disciplina y se las acepta tanto por tradición como por costumbre, por lo que existe un alto nivel de tolerancia para la violencia que se ejerce contra la población infantil.

Se trata de una normalidad cultural, y si bien el hogar es uno de los sitios donde más violencia sufren las niñas y niños, los castigos físicos y el maltrato verbal son prácticas cotidianas que gozan de niveles altos de aceptación. Según cifras del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI), en 99 por ciento de los hogares hay violencia emocional, en 16 por ciento hay intimidación, en 11 por ciento sufre violencia física y en uno por ciento hay abuso sexual.

En el Distrito Federal organizaciones sociales indican que en uno de cada tres hogares se vive algún tipo de maltrato infantil, que equivale a un 1 400 000 hogares. El Informe Nacional sobre Violencia y Salud reveló que la violencia sexual contra niñas y niños es más común dentro del hogar, pues los agresores comúnmente son los padres que aprovechan tanto su situación de poder como la vulnerabilidad de los infantes.

Por estas razones, si el contexto en el que las familias en México ha cambiado debido a los múltiples factores que inciden y moldean nuestra sociedad, es materia urgente el actualizar la legislación con el fin de promover y dar seguimiento a nuevas reformas institucionales que reconozcan los diversos arreglos familiares dentro y más allá de la consanguinidad, que preserven los derechos y la dignidad de cada uno de sus integrantes y que fortalezcan entre ellos las relaciones equitativas y justas. No hacer esto y dejarlo para después, es día con día un asunto de vida o muerte.

Además el maltrato no es equitativo, a los niños se les agrede físicamente en una mayor frecuencia, que a las niñas. Esto enseña a los hombres a tolerar el castigo corporal y a replicarlo, llevando a mediano plazo que expresen su frustración y enojo mediante acciones físicamente violentas que, evidentemente, no han surgido de la nada. ¿A las niñas no se las violenta físicamente?, efectivamente ocurre, pero en una menor intensidad. A las mujeres se las descalifica en los proceso de educación, de las enseña a darse su lugar mediante una serie de prohibiciones y descalificaciones que coartan la libertad e iniciativa de ellas. No es accidental que las mujeres ejerzan con mayor frecuencia la violencia psicológica, que es más sutil pero igualmente destructiva. Nosotros, los adultos de hoy, les estamos nutriendo con un versátil catálogo de expresiones violentas.

Sin mencionar que en el seno de la familia son más las niñas que sufren de abuso sexual que los niños, sin que esto implique que los casos en varones que sufren de violación sean pocos. Ese es un triste y vergonzoso indicador de nuestra sociedad.

Nos urge sensibilizar a nuestras familias acerca del peligro de preservar en la educación tanto la violencia, como los estereotipos de género, pues el  Informe Nacional sobre Violencia de Género en la Educación Básica en México, llevado a cabo por la Secretaría de Educación Pública (SEP), el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), y el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), reveló que entre los niños y jóvenes de México están fuertemente arraigados los prejuicios, los estereotipos y la violencia de género, imponiendo desventajas importantes en el desarrollo pleno de sus capacidades.

Este informe, realizado en abril del 2010, se obtuvo analizando una muestra de 26 mil 319 alumnos de los niveles de 4to de primaria a tercero de secundaria, en 395 escuelas públicas primarias y secundarias, de los niveles de marginación muy alta – alta, media y baja-muy baja. Los resultados revelaron que 60.3 % de los adolescentes hombres y el 54.8 % de las mujeres, coincidieron en que la mujer es la responsable de cuidarse para no quedar embarazada (y es culpa suya si por descuido se embaraza); 90% de los estudiantes de sexto grado de primaria y de los de secundaria ha sufrido alguna vez humillaciones o insultos de sus compañeros varones obedeciendo el estereotipo que vincula masculinidad con violencia y 30% ha sufrido violencia física recurrentemente.

La desigualdad es en México un fenómeno tan generalizado que arremete contra la calidad de vida de niñas y niños que, si bien se enfrentan a sus primeros contactos con los estereotipos y la violencia doméstica, frecuentemente se encuentran en su desarrollo con otros retos que escapan de sus recursos; por ejemplo,  los conflictos relacionados con las discapacidades: discriminación, maltrato específico, segregación y baja autoestima. Según el primer Registro Nacional de Menores con Discapacidad (1995), se identifican 2 millones 727 mil 989 personas menores de 20 años con discapacidad; de éstas 2 millones 121 mil 365 reciben algún tipo de servicio educativo, mientras que 606 mil 624 no reciben ninguno; de aquí deviene nuevamente el problema sustancial de la equidad, para lo que es menester lograr un efectivo acceso universal a las escuelas, que asegure la igualdad de oportunidades de aprendizaje y éxito educativo para todas las niñas y niños. Por supuesto, esto incluye al grupo de pequeños y jóvenes con alguna discapacidad. También es imperativo el que todos los alumnos independientemente de su origen étnico, ambiente familiar de procedencia o características individuales participen en experiencias educativas, para que desarrollen al máximo sus potencialidades.

En este sentido, en su momento fue un logro importante la instauración de la Ley General de Educación, promulgada en 1993, cuyo artículo 41 señala que la educación especial propiciará la integración de los alumnos con discapacidad a los planteles de educación regular mediante la aplicación de métodos, técnicas, y materiales específicos. Además establece que la educación especial procurará la satisfacción de las necesidades básicas de aprendizaje para la autónoma convivencia social y productiva, a través de programas y materiales de apoyo específicos, de aquellos alumnos con discapacidad que no se integren a las escuelas de educación regular. Pero pese a las buenas intenciones, aún existen serios problemas de cobertura y distribución de los servicios y en la calidad de la atención que reciben niñas, niños y jóvenes.

No es necesario puntualizar que los niños y las niñas de hoy, van a ser los adultos del futuro, y que si bien nadie nos enseña a nosotros a ser padres, si debemos detenernos a revisar cómo aprendimos a educar a partir del ejemplo de nuestros padres: ¿nos educaron mediante castigos físicos y ejercicios de poder?, ¿en verdad funcionó?; si lo hizo, ¿a qué costo? Por regla general, cualquier castigo que implique humillación, dolor intencionado o menosprecio de la dignidad de la persona, bien merecería la pena que nos los evitáramos.

¿Deseamos dejar este país en manos de adultos habituados a sembrar el dolor, humillar a los otros y pasar por encima de la dignidad humana de los demás? Quizá generaciones anteriores a la nuestra podría responder que si; bueno… hoy el mundo no es el nicho de paz y armonía que hubiésemos preferido. El cambio empieza desde la casa.

Una psicoterapia de enfoque humanista y sistémico, diverso y sensible al género: T+C

Niñ@s: educación para la violencia


¿Cuándo fue la última vez que te escandalizaste al saber que un niño era agredido por alguien mayor que él?, ¿te indignaste? Quizá pienses que es raro que un niño o una niña sufra violencia, probablemente asumas que es obligación de los adultos cuidarlos y responsabilizarnos de su desarrollo; lamentablemente en la práctica, aquí en México, esos ideales distan mucho de reflejar la realidad que viven los miembros más vulnerables de nuestra sociedad. Según el informe de 2006 de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre violencia infantil, en México sufren violencia familiar 3 000 000 de niños, ocasionando la muerte de al menos 80 000 cada año debido a la inexistencia de una política de Estado que los proteja. Según organizaciones de la sociedad civil mexicana, estas cifras se incrementan a 8.5 millones los niños y niñas sujetos a la violencia.

Además, entre 80 y 98 por ciento de los niños y niñas en el país son víctimas de castigos corporales, pues como una “forma de educación”, los padres propinan golpes en sus manos con correas, alambres, cables y objetos diversos como piedras o zapatos, llegando incluso a quemaduras severas, ante lo que los niños no están protegidos porque estas prácticas están disfrazadas de disciplina y se las acepta tanto por tradición como por costumbre, por lo que existe un alto nivel de tolerancia para la violencia que se ejerce contra la población infantil.


jueves, 7 de abril de 2011

¿Cómo funciona la psicoterapia?

La principal ventaja de una psicoterapia estriba en su cualidad de abrir posibilidades en torno al problema por el que una persona puede solicitar la consulta. Usualmente cuando tenemos alguna dificultad, tendemos a hacer una sola y única definición de la situación en la que vivimos, una definición que al solo repasarla mentalmente nos sofoca y hace sentir atrapados. Los problemas mas grandes en nuestra vida  funcionan de esa manera, y además son aquellos que vemos como laberintos irresolubles; a veces por ellos nos resignamos a vivir con nuestra felicidad a medias, y a veces nos rebelamos contra lo que nos causa el malestar y hacemos cosas, como tomar terapia.
Es cierto que nadie necesita la psicoterapia como una fórmula única para solucionar sus conflictos; probablemente cualquier persona, si se toma el tiempo y dedica a su mundo interior la suficiente reflexión, tarde o temprano resolverá su propio laberinto. El apoyo que brinda consultar a un terapeuta reditúa, tanto en reducir el tiempo en que tardaríamos en resolver nuestro problema, como en incrementar la precisión de nuestros esfuerzos para alcanzar justa y exactamente el objetivo que nos habíamos propuesto.
¿Cómo funciona ese aporte del terapeuta en nuestro proceso? Imagina que te has parado enfrente de una gran montaña, una muy alta; e imagina que el espacio entre la punta de tu nariz y la superficie del muro de la montaña es de apenas un centímetro. ¿Podrías decir qué tan alta es, o qué tan sólida?, probablemente incluso definir el color de la roca te podría costar trabajo, estas demasiado cerca. En cambio, que tal si detrás de ti hubiera alguien más que pudiera orientarte con esos datos, que te dijera la altura que alcanza, lo sólido que se ve o incluso, de qué ángulos podrías agarrarte para escalarla. Así funciona. La psicoterapia pone a tu disposición la perspectiva de un especialista que sabe como mirar, y que además mira desde una postura distinta a la tuya; él o ella tiene experiencia, y la suficiente distancia respecto a tus problemas como para saberte orientar y proporcionarte una perspectiva más global del escenario de tu conflicto. Conoce además las técnicas para darle a tu camino hacia la solución la ruta más directa y segura.
Es con un punto como este, mientras masticamos la posibilidad de solicitar una psicoterapia, cuando uno se pregunta cómo ve su propia vida: ¿tu cómo ves la tuya?, ¿toda ella es apasionante y sorprendente como una novela de Salgari?; porque bien podría serlo, ¿o todo lo contrario?. Todos vivimos dos tipos de vida, la que tenemos en las manos y la que desearíamos tener, y son dos porque a veces no nos creemos que la vida que deseamos es justo la que nos merecemos y la que podemos obtener. Ante lo que ya hay, no vemos posibilidades.
Y si no vemos posibilidades y nos sentimos atrapados en la vida que nos hemos construido, puede ser que nos venga bien una segunda opinión. Entonces entras en el consultorio, que es un lugar donde las conversaciones construyen alternativas, y ahí el terapeuta o la terapeuta te da el soporte necesario para manipular la perspectiva que tienes de tu conflicto: le cambias de forma, le abres salidas o lo permutas por metáforas; tu problema con este nuevo abordaje en algunas ocasiones se te disolverá en las manos, en otras va a seguir ahí, pero dejando de ser un problema. ¿Porqué mi pareja no cumple mis expectativas?, ¿en que necesito transformarme para que mi pareja me ame?, ¿cómo es que no he logrado el éxito que se suponía que debería tener a mis 40?, ¿cómo haré para aguantar mientras consigo feliz…?
La terapia, cuando es humanista, no solamente se enfoca en el problema y en construir alternativas para enfrentarlo, sino además voltea su mirada hacia la persona a quien el problema le esta dificultando la vida y busca conocer y subrayar sus recursos y fortalezas. Todos tenemos grandes estrategias para afrontar los desazones de la vida, quien sabe esto es humanista, pero incluso los mejores humanistas pueden llegar a olvidar sus propias fortalezas, y cuando nos olvidamos de eso, cualquier problema nos parecerá enorme. ¿Cómo le hiciste para criar un hijo?, ¿cuánto esfuerzo tuviste que invertir para terminar tus estudios, o para tener el trabajo que tienes?, ¿tus amigos serían amigos de cualquiera, o es que ven en ti a alguien especial? Nuestra primera equivocación cuando le damos poder a nuestros problemas, es olvidarnos quienes somos.
Hay una forma de conducir la terapia, forma a la que en especial se refieren estas estas líneas que ahora lees, en que el proceso de cada sesión es tan similar a una conversación, que la terapia pierde su carácter solemne y el terapeuta abandona el papel de una “autoridad incuestionable” para abrir el diálogo entre dos expertos: uno es experto en técnicas de terapia, teorías de la personalidad y psicología, y el otro es experto en su propia vida y en la narración que va armando de ésta, y de la manera en que se ha dedicado a construir  sus experiencias. Pensemos en que las situaciones que vivimos a diario son solo eso, situaciones, y que no se convierten en experiencias sino hasta que relacionamos eso que sucede con otras cosas que nos han pasado, o cuando regresamos a esos acontecimientos a través del recuerdo; es entonces cuando se convierten en experiencia, y las experiencias son material para conversar sobre ellas en terapia. Las experiencias son acontecimientos concretos que envolvemos en significados.
¿Porqué lo que viviste es una experiencia tan dolorosa, particularmente para ti?, ¿porqué eso que te sucedió es una experiencia tan frustrante?; ¿porqué recuerdas mejor las experiencias en que sufriste que aquellas en las que fuiste feliz?, ¿porqué recuerdas mejor las experiencias en que fracasaste que en las que lograste triunfar como nadie lo hubiera hecho?, ¿cómo llegaste a la conclusión de que esto que te ocurre te pasa nada más a ti?
La manera en que construimos nuestras experiencias a partir de lo que vivimos es un constante trabajo de  decisión, lo que nos dice que a veces elegimos construir experiencias dolorosas sobre la base de lo que vamos viviendo y no experiencias que nos fortalezcan y nutran el concepto que tenemos de nosotros mismos (o de ustedes mismas, porque funciona exactamente igual para hombres que para mujeres). Una consecuencia de la psicoterapia es que nos conduce a evaluar la manera en que, en efecto, construimos nuestras experiencias; nos vuelve conscientes de esta elección cotidiana y nos previene contra los peligros de atesorar los acontecimientos como experiencias dolorosas.
También en la psicoterapia podemos darle una manita de gato a las experiencias que acumulamos, dándole brillo a las que eran relucientes y hermosas, y rediseñando las que definíamos como oscuras y plenas de dolor. Como dicen, los acontecimientos del pasado no pueden ser cambiados, pero si la manera en que nos relacionamos con ellos, la interpretación y significado que les damos.
Y como tu llegas a terapia con tus propios recursos y estrategias, aunque no te enteres que las llevas contigo, eres tu quien hace la chamba en el consultorio (y fuera de éste); eres tú quien reflexiona y quien acepta o rechaza las ideas que van saliendo de la conversación, eres quien elige si hay que virar a la derecha o hacia la izquierda, instalarte ahí, tomar un descanso o profundizar más. El terapeuta estará cerca para ser tu back up y ayudarte a ver nuevos caminos, de los que tu irás eligiendo por cuales caminar. Por eso un psicoterapeuta profesional no te va a juzgar, ese no es su trabajo, ni va a imponerte sus perspectivas porque nadie, ni siquiera él (o ella), va a venir a “contarte a ti tu propia vida”, o en otras palabras, nadie va a tomar las decisiones de tu vida por ti, porque nadie excepto tu va a vivir las consecuencias de esas decisiones.
Y frecuentemente una buena decisión es tomar terapia; ya sea porque necesitas tomar una decisión difícil,  porque quieres conocerte mejor o necesitas, incluso, resolver un problema que no te permite ser feliz.
Cuando la montaña que vas a escalar es demasiado alta, o el camino que te espera esta demasiado escarpado, habrá que reconocer que es de sabios pedir ayuda; solo recuerda, el proceso terapéutico no inicia cuando cruzas la puerta del consultorio, la terapia empieza cuando descubres que algo no va bien, o que pudiera marchar mejor, y das el primer paso para cambiarlo. 
Una psicoterapia de enfoque humanista y sistémico, diverso y sensible al género: T+C

¿Cómo funciona la psicoterapia?

La principal ventaja de una psicoterapia estriba en su cualidad de abrir posibilidades en torno al problema por el que una persona puede solicitar la consulta. Usualmente cuando tenemos alguna dificultad, tendemos a hacer una sola y única definición de la situación en la que vivimos, una definición que al solo repasarla mentalmente nos sofoca y hace sentir atrapados. Los problemas mas grandes en nuestra vida  funcionan de esa manera, y además son aquellos que vemos como laberintos irresolubles; a veces por ellos nos resignamos a vivir con nuestra felicidad a medias, y a veces nos rebelamos contra lo que nos causa el malestar y hacemos cosas, como tomar terapia.

Es cierto que nadie necesita la psicoterapia como una fórmula única para solucionar sus conflictos; probablemente cualquier persona, si se toma el tiempo y dedica a su mundo interior la suficiente reflexión, tarde o temprano resolverá su propio laberinto. El apoyo que brinda consultar a un terapeuta reditúa, tanto en reducir el tiempo en que tardaríamos en resolver nuestro problema, como en incrementar la precisión de nuestros esfuerzos para alcanzar justa y exactamente el objetivo que nos habíamos propuesto.


viernes, 18 de marzo de 2011

Hablando de VIH: el juego de la ruleta rusa

Llegado tu turno, tomas el revólver de la mesa y lo levantas, comprobando cuán frío y pesado te resulta. Tu mirada no puede apartarse del cañón que lentamente vas aproximando hacia ti, ascendiendo por tu pecho con los dedos de tu mano crispados alrededor de la empuñadura. Mecánicamente te ves poner el índice sobre el barril del arma con sus cámaras vacías, salvo por una bala. Lo haces girar con energía, y éste, obediente, da varias vueltas antes de detenerse tras un último clic y quedar listo.

El revólver se vuelve más pesado, o así te lo parece, mientras lo acercas a tu boca que se va abriendo cansinamente. Luego, a lo largo de un segundo que dura eternidades, jalas del gatillo con el filo del cañón cosquillando tu paladar. Un resorte se libera, oyes un chasquido que martillea en tu mente con un eco que jamás conseguirás olvidar, se hace una pausa que pervive eternidades. Y no pasa nada, esta vez no te pasó nada.

Y hasta ahí llega mi parco intento literario; porque ahora que lo pienso, mi intención era hablarte un poco sobre el VIH.

El VIH es un muy pequeño bicho, de la especie conocida como virus, que no aguanta que le cambien mucho la temperatura ambiente o que lo sometan al oxígeno ni al agua, porque entonces al tipo le da por morirse, en un contexto donde el único virus bueno es el virus muerto. Pero si no se muere, si no lo enfrías ni lo mojas ni lo oxigenas, entonces se reproduce felizmente por todo el organismo, tanto y tan tenazmente que causará grandes problemas en aquél que se haya infectado. La bronca más conocida es el deterioro del sistema inmunológico que nos protege de sufrir enfermedades, otras más puede ser ciertos tipos de demencia que se manifiestan cuando al susodicho le da por alojarse entre las células del cerebro y su área conurbada.

Una vez que esto pasa y el sistema inmunológico se hace pomada, la persona que se ha infectado de VIH se enferma y le da SIDA; antes de eso, cuando el sistema inmunológico todavía aguanta, quien tenga el virus seguirá siendo una persona sana… aunque portador del VIH.

¿O sea que tener el VIH no es estar enfermo? Exacto.

Los seres humanos somos grandes bioterios ambulantes, donde coexisten en tranquila armonía bacterias, virus y las células de nuestros tejidos; la armonía entre estos elementos es el equivalente de la salud. La enfermedad y el malestar llegan cuando ese equilibrio se rompe y alguno de ellos comienza a agandallarse a los demás; esto pasa frecuentemente cuando ingresan bacterias o virus a este ecosistema personal. Cuando el VIH ingresa, se vuelve en uno de los primeros revoltosos, rompiendo con la armonía preexistente y abriendo las puertas de par en par para el paso de sarcomas, neumonías y etcétera.

Así que infectarse de VIH no equivale directamente a enfermarse, pero da inicio a la posibilidad de llegar a estarlo.

La mejor manera de infectarse de VIH es teniendo una relación sexual con alguien que ya esté infectado y sin protecciones de barrera, como lo es el condón. Pero la cosa no acaba ahí. A la probabilidad de infectarse, una vez que hemos tenido un sexo fabuloso, uno medianamente bueno, o algo que más bien preferiríamos ni comentar, se le suma la carga viral de la persona que está ya infectada y con quien tuvimos relaciones sexuales sin protegernos, es decir, la cantidad de virus nadando entre sus células; si tiene muchos virus, será más probable que alguno de esos se pase de contrabando al cuerpo de la otra persona. Otro factor es el nivel de salud del que no esta infectado: si esta persona fuma, duerme mal, come mal y hace inconscientemente todo cuanto sea posible por debilitar su sistema inmunológico, va a tener las defensas tan bajas que cuando hay la posibilidad de infectarse, el virus se encontrará con la mejor hospitalidad para instalarse y sentirse como en casa. La suma de estos factores genera una alta probabilidad de que te infectes si tienes sexo con alguien que sea portador de VIH, lo sepa esa persona, o no; lo sepas tú o no.

Existen muchas personas que viven con el VIH dentro de sus organismos y no tienen la menor idea de ello, porque están sanos y no se han hecho la prueba de sangre, pero pueden infectar a otros por descuido o negligencia. De nuevo: estar infectado de VIH no implica estar enfermo, pero si hace posible infectar a otros por descuido.

Ahora lo contrario: si tienes sexo con alguien que es VIH Positivo, es decir, que esta infectado, pero esa persona tiene pocos virus en su sistema porque toma medicamento u otras razones, la probabilidad de ser contagiado disminuye. Disminuye más si además tú haces ejercicio regularmente, duermes el tiempo suficiente, comes chido y llevas una vida saludable. Con todos estos factores, tu probabilidad de infectarte de VIH es una entre diez, igual que ponerle una sola bala al cargador y disparar con el cañón apuntando a tu cabeza.

Pero vamos, solamente a una de cada diez personas le tocaría la bala; solo hay que esperar que esa persona no seas tú.

Otras maneras de adquirir la infección es mediante el plasma sanguíneo, por eso en México, hay un programa nacional llamado “Sangre segura”, que te garantiza que toda sangre que se maneja en los hospitales es sangre super checada, que no tiene VIH ni otras sorpresas igual de desagradables. Pero cuando compartes la aguja de un compa para inyectarte alguna droga, no hay garantías de nada; el virus puede viajar en calidad V.I.P. dentro de las gotas de sangre atrapadas en el canal de la aguja, calientito, cómodo y ansioso por conocer nuevos horizontes.

Como sea, regresando al asunto del sexo, no sólo con quién, también es cómo lo haces. Si le pones con una persona que está infectada por el virus, la probabilidad de que te infectes de VIH al bajarte por los chescos y hacerle el oral a tu compañero, o llevar tu lengua a explorar las clitorídeas cavidades de tu compañera, es de una probabilidad baja para la transmisión del virus. Si lo haces de una manera más institucionalizada, aplicando al siempre entusiasta y erecto miembro A en el participativo y femenino orificio B, sin condón, además del riesgo de un embarazo, también te enfrentas a una probabilidad media de infección. Y a la que de plano le va mal en esto de las probabilidades, es a la postura del chivito en el precipicio. El sexo anal es el que mayor riesgo presenta cuando se tiene sexo sin condón y con una persona que porta el virus, por las heridas que pueden, si bien no siempre, presentarse en la pared del recto, el anillo del ano y todo lo que anda por ahí.

Y ya. Esto es sólo una parte de lo que debes saber cuando eliges usar o no un condón. Ahora sabes que alguien que está infectado de VIH no necesariamente se ve enfermo, o que infectarse de VIH no es tener SIDA pero sí implica tener que cuidarse.

Por otra parte, nadie puede obligarte a usar un condón, ni violentarte para que lo uses o chantajearte; no lo uses para cuidar de otros, que si bien es loable, lo mas importante eres tú y eres la única razón para elegirlo o no. Si quieres usarlo, bien; si no quieres usarlo, es tu decisión. Una decisión en la que te juegas una apuesta muy alta, así que antes de elegir, échale un vistazo a tu futuro. Si crees que no tienes nada que perder al infectarte de VIH y ante la posibilidad de adquirir el SIDA, va. Si consideras que el vivir siendo portador de VIH no interfiere con tus proyectos a futuro, y que puedes seguir adelante a cada pequeño instante de tu vida con el virus a cuestas, entonces no necesitas usar un condón.

!Pero claro¡, si tú decido no usarlo, yo decidiré no tener sexo contigo. No es nada personal, se trata nada más de cuidar algo que me es tremendamente valioso: mi vida.

Una psicoterapia de enfoque humanista y sistémico, diverso y sensible al género: T+C