Cuando inesperadamente una catástrofe le da un vuelco a nuestras vidas, la consecuencia más frecuente que nos queda, es un miedo constante que intoxica nuestras emociones matizando con diferentes tonos de gris nuestras siguientes experiencias.

Pero no es necesario vivir asustadas o asustados. Independientemente de lo que hayamos experimentado, si te detienes a hacerte cargo de tus propias emociones, descubrirás que el miedo es una carga que no necesitas llevar a cuestas.
Deposítala en el suelo y sigue adelante. ¿Cómo?
Cierra tus ojos y respira lentamente. Tranquilízate. Desde el principio de nuestra historia, la meditación ha sido la metodología ideal para encontrar la tranquilidad, la claridad mental, y el equilibrio de nuestras emociones. La meditación te proporciona un descanso frente al peso de tus miedos, y conforme conviertes el meditar en un hábito, el miedo se vuelve un peso cada vez más ligero.