jueves, 12 de diciembre de 2013

El fantasma de las navidades pasadas

Navidad es una de esas conmemoraciones que divide opiniones: están quienes no pueden esperarse a decorar el arbolito con sus luces, escarcha y esferas, y están quienes rechazan aquella compulsión consumista con la que identifican estas fechas. Lo mismo están las personas que encuentran la navidad muy ajena, porque la asocian a una religión que no les atañe, que quienes sufren una depresión que los tortura de principio a fin del Guadalupe – Reyes. 

¿A qué se debe esta depresión navideña que atrapa a no pocas personas durante diciembre?

A decir verdad, las razones son muchas, por ejemplo: la cotidianidad del ser humano está muy sujeta a ciclos, y la vida misma obedece a este hábito ancestral. Por eso, muchas personas con enfermedades terminales suelen fallecer en vísperas de año nuevo, dejando a sus familiares y amigos con el recuerdo de “aquella navidad en la que se nos fue el Tío Crispín”. Por ello, las navidades subsecuentes quedarán impregnadas con tantito de esa pérdida lamentable, y dependerá mucho de qué tan bien se haya elaborado el duelo, es decir, aceptado y resignificado la pérdida del Tío Crispín, para poder disfrutar de las navidades futuras.

Que la navidad nos recuerde con pesar a las personas queridas que han muerto en años anteriores, es indicio de que todavía no aceptamos bien a bien su partida, y es recomendable visitar a un tanatólogo para que nos ayude a desprendernos de esa carga que aún pesa sobre nuestros hombros.

El fantasma de las navidades pasadas

Navidad es una de esas conmemoraciones que divide opiniones: están quienes no pueden esperarse a decorar el arbolito con sus luces, escarcha y esferas, y están quienes rechazan aquella compulsión consumista con la que identifican estas fechas. Lo mismo están las personas que encuentran la navidad muy ajena, porque la asocian a una religión que no les atañe, que quienes sufren una depresión que los tortura de principio a fin del Guadalupe – Reyes. 

¿A qué se debe esta depresión navideña que atrapa a no pocas personas durante diciembre?

A decir verdad, las razones son muchas, por ejemplo: la cotidianidad del ser humano está muy sujeta a ciclos, y la vida misma obedece a este hábito ancestral. Por eso, muchas personas con enfermedades terminales suelen fallecer en vísperas de año nuevo, dejando a sus familiares y amigos con el recuerdo de “aquella navidad en la que se nos fue el Tío Crispín”. Por ello, las navidades subsecuentes quedarán impregnadas con tantito de esa pérdida lamentable, y dependerá mucho de qué tan bien se haya elaborado el duelo, es decir, aceptado y resignificado la pérdida del Tío Crispín, para poder disfrutar de las navidades futuras.

Que la navidad nos recuerde con pesar a las personas queridas que han muerto en años anteriores, es indicio de que todavía no aceptamos bien a bien su partida, y es recomendable visitar a un tanatólogo para que nos ayude a desprendernos de esa carga que aún pesa sobre nuestros hombros.

jueves, 21 de noviembre de 2013

El dilema disfuncional de la Familia Ideal

Desde la década de los setenta ha habido una tremenda difusión a lo que los medios de comunicación primero, y después los programas gubernamentales han definido como la familia ideal. En las series de televisión hemos visto agrupaciones familiares donde, salvo algún que otro conflicto intrascendente, todo es armonía, amor y colaboración: la familia Ingalls en su casita de la pradera, los Adams que aunque un poco locos, bastante “funcionales”, y etcétera. No es difícil prolongar esta lista de aquél entonces, hasta la serie animada de “Padre de Familia” que dejará de transmitirse en el 2014.

El modelo de la familia ideal nos ha vendido, y nosotros nos hemos comprado, la sentencia de que para que una familia sea funcional, necesita incluir una mamá, un papá y al menos dos hijos para que se hagan compañía mutuamente, que según porque los hijos únicos crecen traumatizados. La familia ideal puede incorporar uno o ningún perro al grupo, según sea el gusto. Con este bombardeo cultural, en Latinoamérica y especialmente aquí en México, hemos asumido peligrosamente que una familia sin estos elementos es una familia incompleta y disfuncional.

Y no solamente atribuimos que para que una familia funcione debe contar con todas estas piezas; porque además, cada integrante de la familia ideal tiene una función específica que cumplir: el papá trabaja y trae dinero, la mamá cocina y cuida de la casa, el hijo es responsable de cuidar a su hermana y la hija ayuda a la mamá a servir la comida y ver que se le ofrece a su hermano. Y de nuevo, si hay alguien que no cumpla con la labor prescrita dentro de la familia, la familia entera recibe la etiqueta de disfuncional. ¿La mamá trabaja y el papá no encuentra un empleo?, ¿la hija sale a jugar fútbol americano y llega toda batida a casa?, ¿el hijo le ha dado por meterse al ballet?

Con esta carga de exigencias sociales, tendemos a olvidar que la función de una familia es aportar y contribuir a que personas de bien se incorporen en nuestra sociedad. Por eso es verdad que la estabilidad familiar es importante, o que lo que aprendemos en la familia determina como nos relacionaremos con las personas y las instituciones cuando seamos mayores, y así. Pero ¿qué es una familia disfuncional?

Según el modelo de la familia ideal, obviamente una familia disfuncional es toda aquella familia que no se apegue al patrón ideal. Y entonces uno sale a las calles buscando un ejemplo satisfactorio de “familia ideal” y regresa a casa si haber encontrado ninguna. Eso querría decir que lo habitual y cotidiano en las familias es ser disfuncionales; y en parte es correcto.

No se trata de que por formar parte de una familia donde los papás se han separado, o donde el hijo menor se hace cargo de la casa, todos estén condenados a la disfuncionalidad. Subrayo, no se trata de eso: el modelo de la familia ideal no es la clave de la armonía o la funcionalidad. La clave para una familia funcional es que cada familia encuentre su propia y única manera de funcionar, la manera de organizarse que más les acomoda y el estilo para comunicarse que mejor les resulta.

En cualquier ocasión en que una familia trata de seguir los patrones que otra familia mantiene para relacionarse, en ese momento empezarán a tener conflictos; básicamente porque el contexto que rodea a una, es bien distinto al contexto de todas las demás. No importa si a los Gutiérrez les funciona muy bien esa manera de hacer las cosas, a los Hernández no les va a resultar, porque ellos tienen que encontrar su propia manera.

¿Cómo saber si estamos funcionando? En primera instancia, olvidémonos de perseguir al fantasma de la familia ideal, ese solamente funciona en los cuentos modernos de las telenovelas mexicanas. Y eso a veces.

Sabrás que tu familia está funcionando cuando las reglas que se ponen para relacionarse, son reglas que se mantienen y no cambian de la noche a la mañana; es decir, no está padre si lo mismo que en su momento mereció un castigo, hoy causa indiferencia o incluso celebración.

Sabrás que tu familia funciona si los roles están definidos para cada quien según su edad, posición en la familia y recursos personales, pero esos roles se originan en el contexto de la familia, no de estereotipos donde “por ser el hombre tiene que traer dinero” o “por ser mujer no sale de la cocina”. Cuando los hijos regañan a los papás, por ejemplo, podemos intuir probablemente que los roles se han invertido.

Sabrás además que la comunicación no está funcionando en tu familia cuando las emociones se van quedando estancadas; es decir, cuando llegas a casa y todos están enojados en mayor o menor grado, cuando están más o menos nerviosos o asustados, tal vez tristes o etcétera. Las emociones fluyen conforme fluye la comunicación; por eso, si notas que a la dinámica emocional de tu familia ya se le trabó las velocidades, pregúntate de qué asunto importante no están hablando.

Vamos, que si en tu familia van a cambiar las reglas, es importante que hablen acerca de eso y puntualicen las razones de ese cambio y el modo en que se va a abordar eso mismo en el futuro. Los acuerdos son así también: si hoy acordaron hacer las cosas de cierto modo y en determinado momento ese acuerdo ya no funciona, en lugar de cambiar el acuerdo espontáneamente, háblenlo y planteen mediante una nueva negociación, una nueva estrategia.

La familia suele ser una estructura social jerarquizada, donde cuando hay hijos, ellos van abajo y papás y mamás van arriba; los adultos por su mayor experiencia de vida y amplitud al evaluar las circunstancias tienen derecho de veto y mayor opinión en la toma de decisiones. Está bien que involucremos a los niños en el proceso de decidir, pero es muy estresante para ellos hacerse responsables de las decisiones desde los recursos que tienen que, por ser niños, todavía son poquitos.

Todas las familias tienen lo necesario para funcionar, y estadísticamente, son más las familias que funcionan que las que no lo hacen. Una familia donde falta el papá, puede ser una familia muy funcional; también lo puede ser una familia con dos mamás o con dos papás; una familia sin papás, o una donde en vez de papás hay abuelos y etcétera. Lo funcional no depende de quiénes conforman la familia, sino la calidad de la comunicación entre sus integrantes y su capacidad para adaptar su organización según los retos que como familia van afrontando.

Una psicoterapia de enfoque humanista y sistémico, diverso y sensible al género: T+C

El dilema disfuncional de la Familia Ideal

Desde la década de los setenta ha habido una tremenda difusión a lo que los medios de comunicación primero, y después los programas gubernamentales han definido como la familia ideal. En las series de televisión hemos visto agrupaciones familiares donde, salvo algún que otro conflicto intrascendente, todo es armonía, amor y colaboración: la familia Ingalls en su casita de la pradera, los Adams que aunque un poco locos, bastante “funcionales”, y etcétera. No es difícil prolongar esta lista de aquél entonces, hasta la serie animada de “Padre de Familia” que dejará de transmitirse en el 2014.

El modelo de la familia ideal nos ha vendido, y nosotros nos hemos comprado, la sentencia de que para que una familia sea funcional, necesita incluir una mamá, un papá y al menos dos hijos para que se hagan compañía mutuamente, que según porque los hijos únicos crecen traumatizados. La familia ideal puede incorporar uno o ningún perro al grupo, según sea el gusto. Con este bombardeo cultural, en Latinoamérica y especialmente aquí en México, hemos asumido peligrosamente que una familia sin estos elementos es una familia incompleta y disfuncional.


martes, 19 de noviembre de 2013

Prohibido hacer sus necesidades

La mayor parte de los hombres homosexuales que viven su sexualidad de manera clandestina, fantasea en algún momento con poder expresar su erotismo de forma abierta y frente a la aceptación de las personas con quienes convive, particularmente las que le son emocionalmente significativas.

Básicamente, salir del clóset es estructurar alrededor de uno un estilo de vida que sea congruente con sus necesidades afectivas y sociales, es decir, si quiero ser novia de otra mujer, serlo; si quiero ir a bares gays sin temor a ser pillado, hacerlo.

En general a todos nos gustaría poder hacer lo que nos viene en gana sin restricciones, pero a veces no es del todo posible debido a normas, códigos o prejuicios sociales.

En ocasiones los límites son reales y válidos, como los que se refieren a portar armas en la calle, matar a tus congéneres, violar los derechos de otra persona o etcétera; y otras veces están sustentados en una percepción del modo en que el mundo “debiera” ser a partir de presupuestos morales e ideas claramente descontextualizadas, o más bien, fuera de tiempo (por no decir retrógradas).

A esta segunda categoría, la de las limitaciones retrógradas, pertenecen las restricciones para las mujeres acerca de abordar o no a un pretendiente con intenciones sexuales, los límites acerca del grado en que un hombre puede mostrar sus sentimientos y permitirse actuar en consecuencia de éstos, o un sin fin de otros de impedimentos impuestos. Todos tenemos presente al menos una decena de normas que nos vemos forzados a seguir sin que haya una lógica funcional o práctica detrás de ellas.

Se dice: “los hombres no pueden hacer pareja con otros hombres; lo natural es que se hagan novios de mujeres que los quieran y formen una familia” Este es un discurso que hasta nuestros días suena sin enfrentar tanto cuestionamiento como quizás debiera, y es arrojado a la cara de las personas gay como un argumento incuestionable para negar a todo homosexual el derecho de satisfacer su necesidad afectiva homoerótica.

Si hubiera que contra – argumentar, podríamos decir que en la naturaleza la homosexualidad existe muy recurrentemente, entre los monos, los perros, los delfines, las hienas, etcétera, e incluso sucede que en la misma naturaleza hay hasta transexualidad, porque ni a Nemo ni a los otros peces payaso, por dar un ejemplo, les molesta lo más mínimo pasar de macho a hembra, cada que sus necesidades así se los demandan.

Algo así puede argumentarse cuando tratan de negarte el derecho a expresar tus emociones y actuar en consecuencia de tus sentimientos, pero, la verdad es que finalmente no estas obligada u obligado a argumentar nada.

Los españoles dicen: “a palabras necias, oídos sordos”; ¿que más necio hay, que el tratar de obligar a alguien a amar de una forma y no de otra?, u obligarle a moverse de determinada manera más masculina o a vestir de un modo que no es el que él o ella prefieren.

¿Con que palabra definirías el acto de forzar a otra persona a obedecer mis valores personales, expectativas y creencias? Probemos con esta palabra: Violencia.

La violencia consiste en negar a alguien la posibilidad de satisfacer sus necesidades. Es violento quien impide que alguien coma, quien no deja ser feliz a otra persona, quien no le permite satisfacer su necesidad afectiva, o quien le coarta sus posibilidades para evolucionar como ser humano.

La violencia ejercida sobre los demás, repercute categóricamente en la salud de quien es violentado, ya en el ámbito físico (manifestándose como moretones, fracturas, desnutrición o lo que se te pueda ocurrir), en el social (que se ve cuando la persona es aislada del contacto con sus amigos, familia y demás), o en el emocional (identificado por sentimientos de tristeza y frustración marcando a la persona y generando una baja autoestima y sólidos impedimentos para su realización personal).

Cuando la violencia aparece, lo hace empleando argumentos que invariablemente carecen de validez, lo que a su vez es una excelente manera de detectar una situación violenta. Todos podemos ser generadores o receptores de la violencia, porque, finalmente, vivimos en una cultura que exalta el uso de la fuerza para evitar cualquier esfuerzo dirigido a la negociación o el diálogo.

Entonces, efectivamente vivimos en una cultura violenta.

Nos desarrollamos en una sociedad en la que es sencillo negarles a los otros la posibilidad de hacer cuanto necesitan hacer, el derecho inherente a todo ser humano de satisfacer sus necesidades en vías de constituirse como un ser pleno y satisfecho de sí mismo; y eso nos devuelve al origen de este texto, porque para que exista una persona que violenta a otra, es necesario que haya otra que permita ser violentada.

En las paredes de algunos barrios en mi ciudad, se lee la leyenda: “Prohibido hacer sus necesidades!!”, ¿cómo es que no salta a la vista la violencia contenida en esta frase? Bueno, es que nos hemos habituado a mensajes como este y porque nos son familiares, hemos dejado de cuestionarlos.

Si alguien sostiene que careces del derecho para satisfacer tus necesidades, cuales quiera que sean; las afectivas, por ejemplo; quizá porque da la casualidad de que en tu caso estas necesidades son distintas al de la mayoría estadística de personas, lo único que ese alguien necesita para privarte de tu libertad es que le des la razón de alguna manera, que de alguna manera también tu creas que no tienes el derecho de alcanzar lo que necesitas.

¿Qué te hace falta para creer en la validez de tus propias necesidades?

Tu necesidad de sentir lo que sientes, de expresar lo que piensas, de nutrirte en la manera concreta o simbólica en que te es menester. Tus necesidades son válidas y genuinas, lo que es materia de negociación es el modo en que las satisfaces, ya sabes, satisfacerte sin negar la posibilidad de satisfacer sus necesidades a otros, porque entre las personas como en las naciones, el respeto al derecho ajeno es algo que algunos pensadores mexicanos ya han atesorado en su momento.

En el espacio intermedio entre las necesidades de los otros y las propias, reside el diálogo y la negociación, ¿cómo le haremos para negociar nuestros intereses de modo que todos ganemos?; ¿están ellos dispuestos a negociar?, ¿lo estoy yo?

En una sociedad que avanza, no se vale afirmar que esta prohibido hacer sus necesidades.

Prohibido hacer sus necesidades

La mayor parte de los hombres homosexuales que viven su sexualidad de manera clandestina, fantasea en algún momento con poder expresar su erotismo de forma abierta y frente a la aceptación de las personas con quienes convive, particularmente las que le son emocionalmente significativas. Básicamente, salir del clóset es estructurar alrededor de uno un estilo de vida que sea congruente con sus necesidades afectivas y sociales, es decir, si quiero ser novia de otra mujer, serlo; si quiero ir a bares gays sin temor a ser pillado, hacerlo. En general a todos nos gustaría poder hacer lo que nos viene en gana sin restricciones, pero a veces no es del todo posible debido a normas, códigos o prejuicios sociales.

En ocasiones los límites son reales y válidos, como los que se refieren a portar armas en la calle, matar a tus congéneres, violar los derechos de otra persona o etcétera; y otras veces están sustentados en una percepción del modo en que el mundo “debiera” ser a partir de presupuestos morales e ideas claramente descontextualizadas, o más bien, fuera de tiempo (por no decir retrógradas). A esta segunda categoría, la de las limitaciones retrógradas, pertenecen las restricciones para las mujeres acerca de abordar o no a un pretendiente con intenciones sexuales, los límites acerca del grado en que un hombre puede mostrar sus sentimientos y permitirse actuar en consecuencia de éstos, o un sin fin de otros de impedimentos impuestos. Todos tenemos presente al menos una decena de normas que nos vemos forzados a seguir sin que haya una lógica funcional o práctica detrás de ellas.


viernes, 8 de noviembre de 2013

Adictos a despedirnos

Conforme pasan los años, vamos volviéndonos expertos en despedir a personas de nuestra vida, pero no alimentamos la capacidad de darle la bienvenida a personas nuevas.

Crecen las intolerancias, abundan las manías. Cada vez nos hacemos mas solemnes, formales y buscamos tener la razón a costa de cualquiera.

Tenemos derecho a poner nuestro ego frágil por encima de cualquier relación, pero pensémoslo: ¿dentro de treinta años quién será una mejor compañía, el amigo que me ha acompañado durante tanto tiempo, o este ego que hoy defiendo como si no hubiese un mañana?

La diferencia entre la vejez digna de ser vivida, y una contaminada por el abandono y la soledad, estriba hoy en saber hacer ese recorrido bien acompañadas y acompañados.

Echa tus barbas a remojar...

domingo, 29 de septiembre de 2013

¿Somos emocionalmente responsables?

En teoría, los seres humanos nos asociamos en grupos para hacernos la vida saludablemente más sencilla, al igual que otros integrantes del reino animal. De ahí nacen nuestras relaciones interpersonales: las de amistad, familiares, de pareja, negocios y etcétera. En teoría, pero en la práctica sucede que una parte importante de las relaciones que construimos, es fuente diaria de tensiones y angustia para nosotros.

¿A qué se debe esto, que tanto nos lleva a afirmar lo complicadas que son las relaciones interpersonales? Es fácil dar la respuesta: construimos expectativas inalcanzables hacia las otras personas y a la vez asumimos que ellos y ellas tienen expectativas que tampoco vamos a poder alcanzar. Y si, decirlo es fácil; lo complicado es llevar esto de algún modo a la práctica.

Las expectativas inalcanzables son el primer obstáculo para construir relaciones saludables, entendiendo “saludables” como esas que me enriquecen emocionalmente, que reflejan una versión positiva de mí y que plantean un escenario ideal tanto para desarrollarme, como para contribuir al desarrollo de la otra persona.

Lo saludable de las relaciones, entonces, se extravía cuando pretendo hacerme cargo de las emociones de alguien más, o igual, cuando espero que alguien más se haga cargo de mis propias emociones; en cualquiera de los casos, todas o todos los involucrados salen perdiendo: como en cada ocasión donde que pretendo que alguien me haga feliz, que culpo a otra persona por ponerme triste, o que me lavo las manos librándome de culpa al afirmar que tal o cual individuo me hizo enojar. En cada uno de estos ejemplos me niego la posibilidad de relacionarme saludablemente, dado que estoy responsabilizando a otro de mis emociones, o viceversa: me acredito responsabilidades cuyo cumplimiento no está en mis manos.

Así que, como corolario, cada vez que alguien con quien mantienes un vínculo afectivo te responsabilice de sus emociones, muy seguramente lo vas a pasar mal.

Si me lanzo a la tarea de responsabilizarme por las emociones de alguien más, estaré caminando una ruta de fracasos y frustraciones que al final me ocasionará un mal concepto de mí; y me generará un mal concepto de los demás cuando a mi vez, delego en ellas o ellos la responsabilidad de mis emociones. He aquí la manera ideal para convertir nuestras relaciones con las y con los demás, en un total calvario. ¿Qué hay de esas veces en que estamos escondiéndonos para que fulanita no vea que salimos con el chico que le cae tan mal?, ¿cuál es el costo emocional de siempre cuidar a zutanito, porque tiene pánico de estar solo?, ¿cuántas veces nos hemos callado lo que necesitamos decir o hacer, con tal de no hacer sentir mal a menganito?

Asumir que existe una relación causal directa entre lo que alguien siente y lo que yo hago, es no tomar en cuenta la capacidad de tomar decisiones de esa persona, quien es un ser racional y, al menos tentativamente, un ser maduro para el manejo de sus propias emociones. Así que, si bien no se trata de ser cínicos ante el despliegue emocional de quienes están a nuestro alrededor, es harto recomendable asumir nuestras responsabilidades sin eximir a los demás de su propia responsabilidad.

Así que, para que nuestras relaciones enriquezcan nuestra vida, tenemos que asumir que cada quien es capaz de resolver sus propios estados emocionales, sin importar cuánta sea la tristeza que sintamos, o cuánto el enojo; si no encaro mis propias emociones, no podré aprender a identificarlas e interactuar con ellas. Vamos, que esto es importante: si yo juego a resolver las emociones de los demás, no aprenderé nada útil acerca de mis emociones y estoy impidiendo que esa persona desarrolle cualquier aprendizaje acerca de las suyas. ¿Qué tal?

Una psicoterapia de enfoque humanista y sistémico, diverso y sensible al género: T+C

¿Somos emocionalmente responsables?

En teoría, los seres humanos nos asociamos en grupos para hacernos la vida saludablemente más sencilla, al igual que otros integrantes del reino animal. De ahí nacen nuestras relaciones interpersonales: las de amistad, familiares, de pareja, negocios y etcétera. En teoría, pero en la práctica sucede que una parte importante de las relaciones que construimos, es fuente diaria de tensiones y angustia para nosotros.

¿A qué se debe esto, que tanto nos lleva a afirmar lo complicadas que son las relaciones interpersonales? Es fácil dar la respuesta: construimos expectativas inalcanzables hacia las otras personas y a la vez asumimos que ellos y ellas tienen expectativas que tampoco vamos a poder alcanzar. Y si, decirlo es fácil; lo complicado es llevar esto de algún modo a la práctica.

Las expectativas inalcanzables son el primer obstáculo para construir relaciones saludables, entendiendo “saludables” como esas que me enriquecen emocionalmente, que reflejan una versión positiva de mí y que plantean un escenario ideal tanto para desarrollarme, como para contribuir al desarrollo de la otra persona.


jueves, 13 de junio de 2013

¿Qué es lo que tu ciber - perfil dice de ti?

En la comunidad gay y progresivamente, cada vez más fuera de ésta, actualmente son muchos los hombres y mujeres que día con día se suscriben en Internet o mediante aplicaciones para teléfonos inteligentes a sitios de contactos en busca de ligue. Acceden con su nombre de usuario, ingresan su contraseña y revisan quienes han visitado y respondido a su perfil. En este escenario virtual no son pocos los sitios que brindan este servicio y suele ocurrir con frecuencia que quien tiene elaborado su perfil con foto en alguno, lo tiene también en varios sitios más. Las ventajas en torno a la economía de esfuerzos y tiempo son evidentes, pero ¿qué es lo que realmente un perfil dice de ti?

Contextualizándonos, es oportuno decir que “perfil” es la descripción de uno mismo que tu redactas en un espacio personalizado, dentro del sitio y con el fin de que los otros usuarios lo puedan ver y conocer algo de ti; usualmente uno incluye el tipo de persona que busca, el tipo de relación que le apetece y una, dos o más de entre sus mejores fotografías. Cuando ese perfil resulta atractivo e interesante, los demás van a responder dejándote mensajes que puedas leer la próxima ocasión en que ingreses al sitio; cuando no es atractivo, el buzón de mensajes permanecerá vacío.

Con un vistazo general a la extensa colección de perfiles, es evidente que no hay dos iguales; aunque probablemente sí puedas encontrar una misma fotografía en varios perfiles, por eso es aconsejable firmar las imágenes que subes en tanto que el sitio te lo permita. Una vez familiarizado o familiarizada con la diversidad, puedes detenerte a leer lo que unos u otros usuarios escriben de sí mismos. Ahí es donde la variedad se extingue. Muchos perfiles inician con la frase: “es difícil describirse a uno mismo”, y de esa manera se evitan un ejercicio mínimo de introspección, argumentando en seguida que responderán a todas las preguntas que lleguen a su buzón de mensajes. Usualmente no funciona esta estrategia, porque cuando no sabes nada de alguien, seguramente no tendrás ninguna duda o interés hacia esa persona.

Hay los que se extienden a lo largo y ancho de su perfil expresando a detalle cómo ven la vida, te cuentan sus valores éticos y morales y profundizan en derroteros existenciales que se acomodan más a una tarde de café que a la brevedad pragmática de un sitio de contactos. También están quienes se explayan regañando a los usuarios de los otros perfiles porque son muy superficiales o porque no lo son en absoluto, porque son muy femeninos o porque son más masculinos; en fin, que por hablar de los demás te quedas sin saber nada del que suscribe tales líneas, salvo que se trata de alguien indudablemente intolerante. Luego, están los peores: los agresivos, ellos se merecen un párrafo aparte.

Tristemente, no son pocos los perfiles que en pocas o muchas palabras discriminan a quienes no comparten un determinado estilo de comportarse, pertenecen a un dado grupo social o tienen, incluso, algún grado de estudios o de ingreso económico distinto al usuario de ese perfil. Por supuesto que es oportuno explicar en tu espacio, qué tipo de persona buscas o cuál no te cae bien para nada, pero los matices entre lo que simplemente informa o hiere a quien lee tu texto, están en las palabras que eliges. Una sola palabra, siendo peyorativa, puede convertir un perfil en un texto no solamente discriminador, sino también violento y quie tiende a alejar a las personas. Ten esto en cuenta la próxima vez que explores los perfiles, y probablemente reconocerás algunos que te conducen efectivamente a sentirte agredido, tal vez enojado.

Y hay otros que encuentran un equilibrio entre platicar cómo son y qué es lo que buscan.

Cuando redactas un perfil personal para alguno de estos sitios, es importante hablar de ti, describiendo aspectos positivos de tu personalidad que consideres atractivos, o las cualidades que son tu fuerte; debes incluir alguna que otra de tus gracias físicas, también eso te servirá de mucho. Es cierto que vivimos en una cultura donde hablar bien de uno mismo es una especie de tabú, pero a veces es positivo, además de sano, el ser capaces de reconocer nuestras propias fortalezas con la misma facilidad con la que podemos reconocer las de alguien más. Cuando te presentas a alguien, en vivo o mediante un perfil en la red, es precisamente una de esas veces.

Como sea, hagas lo que hagas, jamás hables mal de ti. Ya habrá posteriormente, tiempo para que menciones tus defectos de alguna forma o se noten por ellos mismos; pero este no es, ni remotamente, el momento para que los saques a colación. Recuerda que estás haciendo una especie de labor de venta.

¿Cómo es el tipo de persona que buscas y para qué? Ten claridad en este aspecto, en medida de lo posible. No emplees adjetivos que puedan ser agresivos para alguien, porque ese tipo de mensajes solamente atraerán la atención de otra persona agresiva, y en este contexto, “agresivo” es un claro sinónimo para “violento”. No querrás una cita con alguien violento, ¿cierto?

Deja claro qué es lo que quieres: sexo, amistad, etcétera, pero cuida de ser congruente. Si en tu perfil declaras no estar buscando sexo, tus fotos o tu nombre de perfil no deben de enviar el mensaje contrario. Sé directo, así como cuando buscas una entrevista de trabajo, tu objetivo es conseguir una primera cita, igual tratarás de obtener tu primer encuentro con el dueño o la dueña del perfil que llamó tu atención; en esa primera cita podrás compartir todos los rollos existenciales que traigas en la cabeza, las canciones y poemas que te gustan o los viajes por el mundo que alguna vez hiciste, hasta entonces; mientras tanto invierte el espacio de tu perfil en dar respuesta a las preguntas ¿cómo eres?, ¿qué te gusta? y ¿qué buscas?

Los sitios de contactos te pueden acercar a muchas personas que muy probablemente no habrías conocido de otra forma, implican la oportunidad para tener sexo con gente absolutamente distinta o para iniciar desde cero nuevas relaciones de amistad o de pareja, en el país en el que estás o, ¿porqué no?, en cualquier otro. Es tan bueno un espacio en la web como la barra de algún bar o el semáforo en rojo de cualquier calle. No te limites a ninguna alternativa: no te convenzas de que quienes hacen uso de estos espacios virtuales carecen de habilidades para socializar, porque no suele ser verdad, ni vayas a pensar que es más fácil o eficaz ligar por Internet de lo que resulta hacerlo de persona a persona. Cada situación tiene sus pros y sus respectivos contras.

Explora, sorpréndete intentado maneras distintas. Te garantizo que con diversificando tus estrategias sociales, tu entorno se enriquecerá significativamente y lo pasarás mucho mejor.

Una psicoterapia de enfoque humanista y sistémico, diverso y sensible al género: T+C
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¿Qué es lo que tu ciber - perfil dice de ti?

En la comunidad gay y progresivamente, cada vez más fuera de ésta, actualmente son muchos los hombres y mujeres que día con día se suscriben en Internet o mediante aplicaciones para teléfonos inteligentes a sitios de contactos en busca de ligue. Acceden con su nombre de usuario, ingresan su contraseña y revisan quienes han visitado y respondido a su perfil. En este escenario virtual no son pocos los sitios que brindan este servicio y suele ocurrir con frecuencia que quien tiene elaborado su perfil con foto en alguno, lo tiene también en varios sitios más. Las ventajas en torno a la economía de esfuerzos y tiempo son evidentes, pero ¿qué es lo que realmente un perfil dice de ti?

Contextualizándonos, es oportuno decir que “perfil” es la descripción de uno mismo que tu redactas en un espacio personalizado, dentro del sitio y con el fin de que los otros usuarios lo puedan ver y conocer algo de ti; usualmente uno incluye el tipo de persona que busca, el tipo de relación que le apetece y una, dos o más de entre sus mejores fotografías. Cuando ese perfil resulta atractivo e interesante, los demás van a responder dejándote mensajes que puedas leer la próxima ocasión en que ingreses al sitio; cuando no es atractivo, el buzón de mensajes permanecerá vacío.


jueves, 9 de mayo de 2013

¿De qué animal te enamoras?

¿Te ha tocado ser pareja de alguien que al final resulto ser “todo un animal”? Seguramente si; la verdad es que en esto del amor cada quien tiene su propio estilo de relacionarse y de estar en pareja. Por eso, y sólo para entretenernos un rato, a continuación tomaré este fenómeno como pretexto y te voy a presentar el muy distintivo perfil de siete animales distintos, algunos más animales que otros, y entre los cuales seguramente alguno va a resultarte sospechosamente familiar.

Al final, vale la pena preguntar, ¿te recuerdan especialmente a alguien que conociste, o simplemente recuerden a ti, en algún momento de tu vida? Vamos, que que para serte honesto, algunos de estos sin duda, me recuerdan a mi.

El Gorila: Si te es atractiva la idea de un novio fuerte, varonil y que te proteja constantemente, que te haga sentir importante y se preocupe por ti, podemos recomendarte nada menos que al Gorila. Traído directamente de las junglas más profundas, este espécimen tan dominante es la mejor alternativa para quienes se dejan impresionar por los machos a la antigua usanza, es el epítome de la masculinidad galante, pendiente de tus necesidades y celosillo. Pero es a mediano plazo un arma de doble filo con la que deberás tener cuidado.

Conforme la confianza avanza y la cotidianidad se impone, conviviendo con El Gorila descubres que la protección que originalmente te caía tan simpática, con el tiempo se convierte en posesión (¿a dónde vas?, ¿con quién vas?, ¿porqué vas?), dominio y una radical invasión a tu espacio y a tus tiempos. El Gorila puede ser un hombre violento si no logra contenerse, que grita y manotea cuando se le acaban los argumentos en una discusión, hace críticas agresivas y no tolera la frustración con facilidad.

Si resulta que aceptaste nuestra recomendación e iniciaste una relación con un gorila, deberás de marcarle límites desde el principio y dejarle claro que si bien te gusta sentir protección, no es agradable ser subyugado. Deberás encontrar el justo medio entre tener un carácter sólido, pero sin violencia, para no convertirte entonces tú en El Gorila.

El Pavo Real: Si en lugar de un caballero feo, fuerte y formal, lo que buscas es más bien alguien de corte metrosexual, que sea avant garde y le hable de tú a todos los publirrelacionistas de los antros y fiestas de moda, podemos presentarte al Pavo Real. Él es el hombre encantador con quien puedes salir y pasarlo espectacular; divertido, hiper social, amiguero, incansable y buena copa. La pasarás muy bien con este animal, solo ten cuidado de no quedar en medio de su público y él, pues para este caballero lo más importante es ser el centro del universo y hacer que todo acabe por girar en torno a él.

Puede que se lleve con tus amigos mejor de lo que tú mismo jamás lograste, o puede que te sientas disminuido frente a su encanto exorbitante; pero al final, siempre tu autoestima acaba por los suelos mientras que coincidentalmente la suya ha crecido todavía más. No te extrañe, pues los pavoreales si no cuidan sus impulsos de ser el centro de la atención, se vuelven egoístas, esclavos de la moda y verbalmente violentos. ¿Cómo es esto?, bueno, si te suena la frase: “no se que hago yo contigo”, o “mira, el sí es guapo”, entonces claramente ya te has conseguido tú, tu propio Pavo Real.

El Gato: Este es un hombre al que le fascinan los lujos, las comodidades y el placer; y es precisamente al placer al que suele darle más peso que a la razón o el sentido común. No es raro ver al Gato clavado en alguna adicción hacia al tabaco, alcohol o incluso al sexo, pues, repito: a él le motiva el placer, y estará ahí donde pueda encontrarlo y en toda ocasión en la que tenga oportunidad.

Con él la pasas bien si buscas con quién compartir lujos y placeres, orgías, drogas y etcétera; sin embargo, ya a este nivel, el Gato puede ser un poco primitivo, no se detiene a construir un proyecto de vida o de pareja, porque, básicamente: no va para ningún lado. Es poco estratégico porque no tiene objetivos sólidos. En el amor busca casi con exclusividad lo inmediato y placentero o la excitación corporal, por eso, si te enamoras de un Gato, considera la posibilidad de que la relación será principalmente sexual,  y se irá lejos cuando sea atraído por nuevos placeres en otro lado.

El encanto del Gato es que nadie sabrá estimularte como lo hace él, vivirás una sucesión de buenos momentos inolvidables y siempre te sorprenderá su habilidad para hacer del hedonismo un arte. Pero a mediano o largo plazo te preguntarás ¿qué más?; a veces una sucesión de buenos momentos no alcanzan para construir con ellos una historia.

El Perro: ¿Prefieres un galán tierno, inofensivo y solícito? Tenemos al animal perfecto para ti: el Perro es el tipo de pareja que te va a dejar tomar todas las decisiones, el te delega todo, no te contradice y siempre te responderá: “si mi vida”, “a donde tu quieras” o “lo que sea está bien”. El problema es que no se involucra en la construcción del proyecto de pareja y al final te deja todo el paquete a ti; lo que a la larga deja de ser tan gracioso.

Se trata de un hombre que fue hecho estrictamente con base en los moldes sociales, habituado a ser lo que los demás esperan de él; por eso hace sus elecciones sin un criterio personal y generalmente acaba por seguir los proyectos que otros le imponen. Ocioso es decir que resulta un hombre súper dependiente de su familia, amigos y de su pareja; posiblemente en ese orden. Si eres alguien a quien le gusta compartir las decisiones y la relación en general, y en partes iguales, descubrirás que un Perro es lo que menos necesitas, además de que nunca estarás seguro si esta contigo por decisión propia o por miedo a quedarse solo.

Es el tipo de animal que va a procurar sentirse útil a cambio de ser aceptado. Su encanto consiste en que hará lo imposible por evitar el conflicto, y si a ti se te da eso de mantener el control en cada momento, entonces vas a ser justo el roto que necesita este descosido.

El Polilla: No, este animal no se come tu ropa ni tus muebles. El Polilla es solamente un poco disperso, le encanta el brillo de las cosas nuevas tales como un auto nuevo, un celular nuevo, una relación nueva, una camisa nueva y cosas así. Si no se cuida de sí mismo, este hombre, al que no le es sencillo eso de esforzarse, termina siendo un ser inconstante, superficial y voluble; su problema, por eso, es que sufre mucho de soledad, pues difícilmente se vincula con la gente o se involucra en proyectos a mediano o largo plazo.

Deja por ahí muchos asuntos sin concluir, abandona sistemáticamente mucho de lo que inicia, y va acumulando una creciente frustración que resuelve adquiriendo más cosas, personas o situaciones nuevas. Pero es una ilusión, en realidad con esa estrategia no resuelve nada. Su ventaja es que cualquier malestar, desde la tristeza hasta la soledad, parece desaparecer cuando estrena, pero a la larga sus problemas regresan y debe buscar con desesperación algo novedoso que lo vuela a estimular.

Por eso debes de mantenerte en constante renovación ante este animal que se aburre con facilidad, debes permanentemente proponiendo actividades estimulantes, lugares interesantes, etcétera. ¿Suena estresante y cansado sostener una relación asi?, sip… lo es.

El Avestruz: Puede que hayas tenido ya una relación así y quieras repetir, porque el Avestruz es un animal difícil de olvidar, una vez que has tenido una relación con él. Encerrado en sí mismo e instaladísimo en su zona de confort, El Avestruz es una persona que no desea, para nada, meterse en mayores problemas, y cuando se avecina un conflicto su único recurso es meter la cabeza en tierra hasta que el problema haya pasado, o sea tan tremendamente tarde para resolverlo, que ya no dependa de él.

No te preocupes, en realidad no hará un agujero en tu sala. Su estrategia es echarte la bolita para que tú te hagas cargo del dilema, mientras él le da largas al asunto con muy buenos pretextos, como: “tengo muchísimo trabajo”, o “si lo haré, pero en cuanto llegue el fin de semana”; y si de lo que se trata es de dar inicio a una relación, probablemente sea, en efecto, alguien tan increíblemente ocupado que no tendrá chance ni de verte, pero se trata nada más de otra evasión.

¿Cuál es el encanto del Avestruz?, en él encontrarás de inicio una persona que no se inventa conflictos, que no vive con agobio o se estresa fácilmente. Pero a la larga descubrirás que este animal tan alivianado, en realidad no se estresa con nada, y vas a tener que ser tu quien se agobie por los dos.

El Piojo: Con éste terminamos. El Piojo es la clase de animal al que en los bajos mundos, y en el juego de la lotería, se le conoce como El Chichifo. Su proyecto de vida se basa en una vida sin esfuerzos, y su proyecto de pareja consiste en refugiarse dentro de una relación en la que pueda acomodarse con total dependencia. Si se lo permites y él no se da cuenta de lo que está haciendo, acabarás siendo tú quien cocine, ponga la mesa, lave la vajilla y hasta le mastique la comida, mientras él te comenta que no sabe donde le pusiste sus pantuflas.

El nivel de explotación al que te puede someter un Piojo es extremo, desde pseudo esclavizarte, hasta dejarte en la bancarrota. Sería sencillo evitar relacionarte con un hombre así, de no ser porque son encantadores, tremendamente carismáticos y halagadores, todo calculado para que al final termines satisfaciendo lo que ellos necesitan de ti. Te sangran poco a poco hasta que no queda mucho más, y entonces toman tranquilamente sus cosas y se van en busca de otra persona  a quién explotar. A ellos no se les da bien la lealtad, se han habituado demasiado a concebir las relaciones desde un parámetro netamente utilitario.

Pero nuevamente, entre los rotos y descocidos, El Piojo va a ser irresistible para personas que les gusta ejercer el poder dentro de sus relaciones de pareja, porque dentro de la premisa de “el que paga manda”, él va a dejarte someterle siempre y cuando te encargues de sus satisfacciones, cuantas quiera que estas sean.

Y así las cosas en el zoológico de las relaciones de pareja, donde frecuentemente lo que te hace aproximarte, puede ser a la larga justamente el rasgo que te distancie de la relación. ¿A ti que te atrae de una persona?, ¿sentir protección de su parte, o que se sepa divertir, o tal vez que te haga sentirte muy relevante en su vida?, tal vez te atraiga alguien que sepa disfrutar del momento, o que jamás se preocupe por absolutamente nada. Cada quien somos clientes de un animal diferente.

Una psicoterapia de enfoque humanista y sistémico, diverso y sensible al género: T+C

¿De qué animal te enamoras?

¿Te ha tocado ser pareja de alguien que al final resulto ser “todo un animal”? Seguramente si; la verdad es que en esto del amor cada quien tiene su propio estilo de relacionarse y de estar en pareja. Por eso, y sólo para entretenernos un rato, a continuación tomaré este fenómeno como pretexto y te voy a presentar el muy distintivo perfil de siete animales distintos, algunos más animales que otros, y entre los cuales seguramente alguno va a resultarte sospechosamente familiar.

Al final, vale la pena preguntar, ¿te recuerdan especialmente a alguien que conociste, o simplemente recuerden a ti, en algún momento de tu vida? Vamos, que que para serte honesto, algunos de estos sin duda, me recuerdan a mi.

El Gorila: Si te es atractiva la idea de un novio fuerte, varonil y que te proteja constantemente, que te haga sentir importante y se preocupe por ti, podemos recomendarte nada menos que al Gorila. Traído directamente de las junglas más profundas, este espécimen tan dominante es la mejor alternativa para quienes se dejan impresionar por los machos a la antigua usanza, es el epítome de la masculinidad galante, pendiente de tus necesidades y celosillo. Pero es a mediano plazo un arma de doble filo con la que deberás tener cuidado.


miércoles, 17 de abril de 2013

¿La homosexualidad se cura?

En los primeros días de mayo del 2008, se llevó a cabo en la Ciudad de México un congreso auspiciado por quienes sostienen que la homosexualidad es curable si eres alguien que no está a gusto con su sexualidad homoerótica. La propuesta es que si una mujer u hombre padecen de esto que comúnmente identificamos como falta de aceptación, puede someterse a un abordaje terapéutico que “le cure su homosexualidad”.

Antes de formular cualquier juicio acerca de esto, ya sea a favor o en su contra, analicemos bien de qué se trata.

Por mucho tiempo la homosexualidad fue considerada un trastorno psicológico y se asumía que toda persona homosexual tenia, por default, una serie de problemas emocionales y de personalidad derivados de su erotismo hacia personas de su mismo sexo. Hubo científicos a quienes esta idea les sonaba rara, como le pasó a una doctora en psicología llamada Evelyn Hooker. Esta mujer heterosexual tenía, según se dice, muchos amigos homosexuales, quienes a partir de la cercanía con ella y el contacto frecuente, la llevaron a dudar que efectivamente todos los homosexuales estuvieran enfermos. Así que para salir de dudas, habló con algunas universidades para conseguir los fondos suficientes parra llevar a cabo una investigación acerca de la relación entre homosexualidad y enfermedad mental.

Obtuvo los fondos y puso manos a la obra. Para su investigación formó dos grandes grupos de hombres, uno de puros heterosexuales y otro solamente de hombres homosexuales, y a cada miembro de ambos grupos le administró una serie de pruebas psicológicas como las manchas de tinta del test de Rorschach, mediante el que la personalidad del sujeto queda reflejada de forma suficientemente detallada a partir de lo que dice ver en esta colección de imágenes ambiguas. Con herramientas como ésta, compuso el perfil psicológico de cada uno de los voluntarios. El conjunto total de perfiles psicológicos lo llevó al análisis de un experto equipo de psicólogos y psiquiatras para que a partir de la descripción de la personalidad de cada sujeto, ellos distinguieran de entre todos, cual perfil correspondía al de un hombre homosexual y cuál al de uno heterosexual.

Los expertos no fueron capaces de distinguir los perfiles psicológicos de uno u otro grupo: cuando encontraban una personalidad que les sonaba homosexual por contar con rasgos neuróticos, paranoides o etcétera, resultaba ser que pertenecía a un hombre heterosexual, y cuando creían estar frente a un perfil equilibrado y bien adaptado, en breve se enteraban que le correspondía a un hombre homosexual que vivía abiertamente su homoerotismo. Así que de esta experiencia experimental, Evelyn Hooker extrajo las siguientes conclusiones: primero, que la homosexualidad en sí misma no existe como entidad clínica, porque sus formas de manifestación son tan variables como las de la heterosexualidad; que la homosexualidad simplemente es una desviación del modelo sexual concebido culturalmente como lo “psicológicamente normal”; y finalmente, que el papel que desempeñan las diversas expresiones eróticas y afectivas, no es relevante para el desarrollo de la personalidad.

Con esto, a la homosexualidad dejó de considerársele una enfermedad mental, a partir de evidencias empíricas concretas y no solamente por influencia del sentido común o los prejuicios de algunos involucrados o la presión política de grupos activistas. Entonces, ¿hay algo que se deba curar?, ¿o es sólo un planteamiento retrógrada fundamentado en la discriminación y la negación de la diversidad humana por parte de mentes nubladas por el prejuicio y la ignorancia?

A manera de argumentum ad verecundiam, permíteme hacer una pausa y mencionarte algunas figuras históricas que fueron o son efectivamente bisexuales u homosexuales: Lord Byron, Hans Christian Andersen, Virginia Woolf, Frida Kahlo, Arthur Rimbaud, Andy Warhol, Michel Foucault, Truman Capote, Julio Verne, Alan Turing, Chavela Vargas, James Cook, George Michael, James Dean, Alejandro Magno, Gustave Flaubert, Sócrates, San Agustín, Donatello, Leonardo Da Vinci, Miguel Ángel, William Shakespeare, Miguel de Cervantes, Salvador Dalí, Oscar Wilde, Federico García Lorca, Alejandro Magno, Pedro Almodóvar, Tennessee Williams, Christian Dior, Jodie Foster, Ricky Martin, Ellen Page, Elton Jhon, Ian McKellen, Tiziano Ferro, y por supuesto, Ellen DeGeneres. ¿Te parece a ti una lista de personas trastornadas?

Pues efectivamente hay algo por curar en torno a la homosexualidad. Quienes invitan al público mexicano a participar en este congreso sobre el tratamiento que cura la “atracción al mismo sexo no deseada”, atinan en acotar su propuesta en la falta de aceptación de la propia homosexualidad, que efectivamente es una realidad para muchos hombres y mujeres homosexuales.

Cuando una persona le atribuye a su propio estilo erótico, ya se trate de alguien bisexual, homosexual o etcétera, connotaciones negativas, a la vez que reconoce en sí mismo o misma una serie de necesidades afectivas esperando ser satisfechas (como le sucedería a cualquier ser humano), va a negarse a satisfacerlas del todo al creer que dejarse llevar por estos impulsos le volverá una persona mala, reprobable e inmerecedora de la aprobación de los demás. Caer en este peligroso error es comprarse el boleto a una vida de frustración que con el tiempo será tierra fértil para el desarrollo de una larga cadena de patologías: depresión, baja autoestima, neurosis, desmotivación generalizada, conductas adictivas y demás enfermedades en torno a la homosexualidad que pueden ser sanadas con trabajo psicoterapéutico, pero que sin duda conviene más prevenirlas.

Sin embargo hay un gran error cuando se sugiere que la “atracción al mismo sexo no deseada” puede curarse curando la homosexualidad, la que ya está claro que no es una enfermedad y por tanto no necesita ser curada. Es por esa razón que el modelo de intervención terapéutica propuesto por el congreso promete que sólo un tercio de las personas tratadas desarrollarán la atracción heterosexual; es decir, que es más probable obtener cruz en un tiro de moneda al azar, que “curarse” por este medio. Cuando se dice que es obtenido un cambio en la tercera parte de las personas intervenidas, subyace la evidencia de que el cambio psicológico obedece más a características individuales de los sujetos que a las que corresponden a la propia terapia.

Se hace mención de otra tercera parte del grueso de las personas sometidas a este tratamiento, que disminuye sus “comportamientos homosexuales”, pero no desarrollan una sexualidad distinta que justifique la reducción de estos comportamientos. De ello se concluye que este modelo terapéutico tiene entre sus objetivos enseñar a la persona a reprimirse y a habituarse a dejar insatisfechas sus necesidades afectivas, lo que en general es contrario a cualquier planteamiento psicológico a favor de la salud emocional.

Entonces, ¿la psicoterapia puede ayudarnos con el conflicto en torno a ser homosexual? Sí puede. Es positivo y significativamente útil buscar que un psicoterapeuta te eche la mano para construir tu sexualidad, pero solamente en tanto que la terapia, cualquiera que sea su modelo teórico, te ayude a asimilar y aceptar tus necesidades afectivas, no a cambiarlas. El punto de partida es único y contundente: tienes derecho de sentir afecto (o amar) a quien elijas y del modo en que lo elijas; lo cual ni es malo ni bueno, simplemente es una parte de ti que debe ser respetada.

Una psicoterapia de enfoque humanista y sistémico, diverso y sensible al género: T+C

¿La homosexualidad se cura?

En los primeros días de mayo del 2008, se llevó a cabo en la Ciudad de México un congreso auspiciado por quienes sostienen que la homosexualidad es curable si eres alguien que no está a gusto con su sexualidad homoerótica. La propuesta es que si una mujer u hombre padecen de esto que comúnmente identificamos como falta de aceptación, puede someterse a un abordaje terapéutico que "le cure su homosexualidad".

Antes de formular cualquier juicio acerca de esto, ya sea a favor o en su contra, analicemos bien de qué se trata.

Por mucho tiempo la homosexualidad fue considerada un trastorno psicológico y se asumía que toda persona homosexual tenia, por default, una serie de problemas emocionales y de personalidad derivados de su erotismo hacia personas de su mismo sexo. Hubo científicos a quienes esta idea les sonaba rara, como le pasó a una doctora en psicología llamada Evelyn Hooker. Esta mujer heterosexual tenía, según se dice, muchos amigos homosexuales, quienes a partir de la cercanía con ella y el contacto frecuente, la llevaron a dudar que efectivamente todos los homosexuales estuvieran enfermos. Así que para salir de dudas, habló con algunas universidades para conseguir los fondos suficientes parra llevar a cabo una investigación acerca de la relación entre homosexualidad y enfermedad mental.


miércoles, 13 de marzo de 2013

La comunicación en pareja

¿Cuándo fue la última vez que discutiste con tu pareja? Es muy probable que en esa ocasión, una vez resuelto el conflicto, alguno de los dos se haya jurado jamás volver a pelear. Pero sucederá, porque los conflictos son algo común a todas las dinámicas de pareja y una fabulosa oportunidad de consolidar la relación cuando son abordados con madurez por los dos involucrados.
Por supuesto, esto no hace de los conflictos algo deseable; nadie piense que para mejorar la forma en la que te relacionas con tu pareja, habrá que inventarse religiosamente un conflicto cada martes por la mañana. Si se les puede evitar, bienvenido; si no, recurrir a estrategias derivadas de una buena comunicación, como la empatía o la negociación, pueden no sólo salvar el día, sino el destino de tu relación.

¿Quién de los dos tiene la culpa de las broncas en pareja? Ok, si bien es cierto que cada cual debe hacerse cargo de su cincuenta por ciento de la responsabilidad frente a los conflictos, también es correcto decir que buena parte de esas broncas se originan en la educación que tú y tu compañero recibieron cuando niños. Me explico: cuando eres chavo, tienes a tu disposición los juguetes y accesorios más “adecuados” según cada caso: ropita azul si eres niño, tus carritos, muñecos de acción, balones y pistolas de juguete; vestiditos en rosa pastel si eres niña y tu kit completo para maquillarse, cocinitas, hornitos, estufitas y hasta una regordeta muñeca que balbucea cuando la acuestas.

Así a ellas prematuramente les enseñan a atender al marido y a ellos a ser competitivos frente a los otros de su género.

Para los niños los juegos de contacto, para las niñas todo lo que es artístico y delicado; y para el acaso en que quedara alguna duda, están los cuentos de hadas que ayudan a ejemplificar cuál es el lugar que a las unas y los otros les corresponde en sociedad: a las princesas del cuento se las rescata, en tanto que de los caballeros se esperan valerosas batallas. Ambas son dos verdades tantas veces repetidas y en tantas versiones distintas, que ya nadie las cuestiona ni por accidente. Entonces ellos crecen y ellas también; ellas convencidas de que su lugar es cuidando de alguien, y ellos teniendo claro que deben de proveer y proteger, quedando vetado así para las unas ser atendidas, y para los otros ser alguna vez protegidos. Fin de la discusión.

Así, mientras él sale a buscar comida, ella se queda en casa cocinando, teniendo más hijos y atendiendo a los que ya están; este es un modelo tradicional y evidentemente heterosexual al más puro estilo de Aldous Huxley y su imaginario mundo feliz, donde la gente tendía a ser más feliz mantener el status quo que por satisfacción real. Esta forma de relacionarse, con cada quien en su papel, ha sido una enseñanza transmitida desde tiempos muy antiguos, en los que sí era necesario que toda interacción social se tradujera en mas niños para incrementar la población, cosa que sería de mucha utilidad a pueblos como el hebreo, que necesitaba grandes ejércitos para defenderse de las naciones invasoras, o para los romanos, que requerían ejércitos inmensos para expandir su imperio.

Y si bien en todas las culturas el homoerotismo entre hombres y mujeres siempre estuvo presente y no necesariamente castigado, los líderes sociales de antaño debieron regularlo coartando la libertad individual para favorecer el crecimiento poblacional. Fue en esta época en la que el concepto de sexualidad quedó asociado al de reproducción y el de familia al de pareja heterosexual. Sin embargo los tiempos cambiaron, desapareció obviamente la necesidad de incrementar el número de habitantes y dejo también de ser obligatorio salir a la guerra cada semana; el mundo dejó de ser un sitio tan hostil, por lo que dejó de requerirse este modelo de pareja tan funcional solo en el momento y escenario en que surgió, pero nadie se ocupó en actualizarlo ahora que carece de una razón de ser.

El mensaje se transmitió generación tras generación hasta llegar a nosotros, y es aquí y ahora que sucede, que luego de los vestidos en rosa pastel o los trajecitos azules, los juegos de cocina, las pelotas y los cuentos de hadas con todo y príncipes y princesas, que los chavitos crecen para darse cuenta un día de que a él le gustan los niños y que a ella le van mejor las chavas. Es así cuando empiezan los problemas que se manifestarán cuando él o ella integren una relación de pareja con alguien que probablemente también recibió una educación heterosexual que le preparó para otro tipo de relaciones. Ambos, luego de conocerse, iniciarán un recorrido de ensayo tras error hasta encontrar la fórmula exacta para convivir en armonía.

Una primera pregunta: ¿Las parejas homosexuales tienen mayor probabilidad de desarrollar conflictos que las heterosexuales? Pese a lo que puedas imaginarte, definitivamente no; sin embargo los conflictos que debes atender cuando andas con alguien de tu mismo sexo, surgen directamente de tratarse de dos chavas que fueron educadas para cuidar de otro, pero no para dejarse recibir cuidados, o de un par de hombres que crecieron para proteger a otros, pero no para ser protegidos. ¿Como consigues que las dos piezas embonen? Si la educación que recibimos y los ejemplos de los que entonces eran adultos fuesen todo cuanto determina nuestro éxito o fracaso en una relación, francamente en lo amoroso no tendríamos demasiado futuro.

Afortunadamente seguimos aprendiendo, y no hay mejor maestro que la propia relación. ¿Por dónde buscar? La pista para lograr una relación de pareja armónica y equilibrada se encuentra en la comunicación con el otro, es decir, conocer a primera instancia el modo en que él o ella, si eres chava, concibe una dinámica entre dos personas a este nivel de intimidad. ¿Espera él, dado que es un hombre, dominar en la relación?, ¿espera ella encargarse por entero del cuidado de la pareja?; conocer las expectativas del otro y compartir con él o ella las propias, sirve para poner en claro qué proyecto tiene cada uno, pues como un proyecto que es, es indispensable que ambos tiren de la carreta en la misma dirección, como un equipo.

Los proyectos, ya se trate del proyecto de vida, del profesional o el de pareja, una vez definidos sigue modificándose conforme crecemos, vamos aprendiendo y maduramos a través de nuestras experiencias; así que no debe resultarte extraño que lo que en un momento era para ambos un hecho a futuro, ahora haya cambiado para ajustarse a lo que uno u otro o ambos viven en el momento actual. Por eso es que, en este mismo marco, la definición de pareja es algo que los dos habrán de mantener como un tema recurrente a lo largo de la vida, definiéndola y redefiniéndola para estar seguros de que cuando los dos hablan de ustedes, estén hablando de lo mismo.

Pero la chamba no se termina ahí. Uno de los grandes problemas de las relaciones heterosexuales es que el hombre asume que conoce lo que está bien para ambos, por lo cual decide unilateralmente y, en el mejor de los casos, posteriormente informa a su compañera de los resultados. En una relación homoerótica puede recurrirse a una estrategia semejante, causando consecuentemente el distanciamiento en la pareja. En lugar de esto, lo más conveniente es que permanezcas al tanto de las necesidades de tu chavo o de tu chava, al mismo tiempo que debes estar súper consciente de las tuyas; son dos tareas simultáneas que sobre la marcha se vuelven sencillas de manejar. Como lo es tu proyecto de pareja, las necesidades tuyas y suyas también son cambiantes y deben de ser algo sobre lo que se hable o se pregunte en cualquier situación en la que haga falta.

Así, comunicación es hacer preguntas para saber, y es también expresar lo que sentimos cuando todavía nadie ha preguntado.

Ahora que, tampoco hay que abusar; comunicación no es tratar de saber a cada minuto donde anda, con quien, qué hace y cómo. Hay que dejarse mutuamente respirar y darse cada quien su espacio, porque el modelito de telenovela en el que ambos están juntos como muégano mutante y no necesitan de nada ni nadie más, no es que este pasado de moda, es simplemente que jamás funcionó. Si bien siendo pareja cada uno es dependiente del otro, cada cuál debe ser capaz de mantener un vínculo independiente con el universo.

Hay tres mundos para la pareja: un mundo es el que te corresponde a ti, en el que están tus amigos, tus actividades profesionales y los hobbies que no compartes con tu pareja; otro es el suyo, con sus amigos, actividades y sus hobbies, y sólo a veces te invita a participar de él, como tu a veces le invitas a entrar al tuyo; ninguno está obligado a compartirlo si no tiene ganas de hacerlo. Un tercer mundo es el que ambos han construido durante el desarrollo de su relación, que incluye a veces el espacio donde viven o simplemente conviven, las amistades que se hicieron comunes, el negocio que ambos abrieron, etcétera. Lo que define y limita cada mundo es la comunicación: decir con franqueza lo que queremos compartir y lo que de plano no, así corresponda a su mundo o al tuyo, asumiendo que no hay obligaciones de por medio.

Pero, a todo esto, ¿porqué en algún momento todos buscamos tan afanosamente iniciar una relación de pareja? La respuesta la encuentras en el rollo de la realización personal. Cada ser humano, hombre o mujer, gay o hétero, busca alcanzar todas sus potencialidades para las que esta destinado; nos involucramos en proyectos que retan nuestra inteligencia, en actividades que ponen a prueba nuestra condición física, en situaciones que nos exponen a nuestras emociones, y todo con el objetivo de trascender nuestros límites y entonces lograr la satisfacción completa de uno mismo. Sin embargo frecuentemente necesitamos de los demás para crecer en este sentido, por eso hacemos amistad con otros y, efectivamente, en su momento nos afanamos en la búsqueda de una relación de pareja.

Todos necesitamos realizarnos de diferentes maneras, y esto es parte de la razón por la que surge una de las broncas más recurrentes entre las parejas de chavas o de chavos: la competencia. Es común escuchar que para un hombre poderse realizar, necesita mantener una familia, ser tosco y masculino, siempre ser proveedor y promiscuo, porque “así son los hombres”. Por otra parte, para una mujer realizarse debe ser comprensiva, femenina y cuidar de los suyos porque “ya sabes como son las mujeres”. Todos hemos escuchado este rollo que se repite hasta el hartazgo, y en mayor o menor grado nos lo hemos creído, integrándolo a nuestra manera de entender al mundo; de modo que si te detienes a pensar sobre como es un hombre de “a de veras”, muy probablemente se te ocurra imaginártelo muy rudo o agresivo.

Es difícil encontrar a una persona gay ajena a esta influencia; por eso cuando dos hombres se juntan en una relación, viven dudando poder realizarse como tales, pues se cree por inercia que uno debe de dominar al otro. Igualmente sucede con dos chavas en pareja, una tendiendo a ser maternal y la otra también. A veces es chido preguntarse: ¿como vamos a realizarnos mi chavo y yo como hombres?, ¿dónde está nuestra realización como mujeres?, ¿necesito yo realizarme específicamente como hombre?, o ¿qué es lo que realmente necesito?, y luego compartir estas reflexiones con nuestra pareja y escuchar lo que tiene que decir al respecto.

Cuando no afrontas directamente estas preguntas, así como la respuesta con completa franqueza, corres el riesgo de llevar tu relación hacia una dinámica de competencias, donde uno buscará reafirmar su calidad de hombre sobre la de su pareja (reduciendo la realización del otro consecuentemente), o su calidad de mujer, cuando son chavas, sobre la de su compañera. Este bache en la relación se nota mucho más cuando él trata de ser el que decide, quien gana más dinero, o incluso a quien se le nota menos su homosexualidad; o entre ellas, cuando una trata de convertirse en la fuente única de satisfacción para las necesidades de la otra, coartando a la larga su libertad y volviéndose tremendamente asfixiante para la pobre chava. Simplemente unos y otras se dejan llevar por lo que todos aprendimos, y tratan de cumplir con el rol que de niños nos fue inculcado; creyendo que su felicidad depende de que cumplan con estos papeles.

Entre las parejas que no consiguen salvar este obstáculo, puedes encontrarte con que un miembro de la relación cede, concediendo la supremacía al otro con la intención de preservar la armonía entre los dos; pero también puede ser que en lugar de ceder se embarque de lleno en la dinámica y vuelvan de la competencia una manera permanente de relacionarse. En cualquiera de los casos, la competencia invariablemente se convierte en violencia, sin importar si es una pareja de chavos o de mujeres; violencia que puede manifestarse con golpes, insultos, silencios o actitudes que paulatinamente crecen la distancia entre ambos, hasta que se fractura la relación.

Y si, evitar esto no son enchiladas, pero vale la pena lograr una relación donde uno y otro sean iguales, valgan lo mismo para los intereses de la pareja y tengan cada cual el mismo poder de decisión en la elección de posibilidades; al cabo ninguno está solo, se tienen mutuamente, y como ya lo dijimos antes: son un equipo que trabaja por sacar adelante su proyecto de pareja. Una estrategia que puede servir fabulosamente es la negociación, es decir, comunicar cada quien sus necesidades y juntos encontrar una solución que satisfaga a ambos.

Vamos, un ejemplo de lo anterior: supongamos que eres un chavo de los que les encanta ser protectores y tu pareja es igual; entonces ambos se toman la tarde y platican a fondo sobre esto, hasta identificar la situación en que cada quién se percibe a sí mismo vulnerable y así ponen en claro en que momentos le toca a uno proteger y en cuales le toca al otro ser protegido, acto seguido se comprometen los dos a dejarse apoyar ¡y listo!, no pelearán por ser el superhombre porque cada quién tendrá su oportunidad de serlo. Inténtalo este fin de semana y nos cuentas cómo te fue.

Una psicoterapia de enfoque humanista y sistémico, diverso y sensible al género: T+C

La comunicación en pareja

¿Cuándo fue la última vez que discutiste con tu pareja? Es muy probable que en esa ocasión, una vez resuelto el conflicto, alguno de los dos se haya jurado jamás volver a pelear. Pero sucederá, porque los conflictos son algo común a todas las dinámicas de pareja y una fabulosa oportunidad de consolidar la relación cuando son abordados con madurez por los dos involucrados.

Por supuesto, esto no hace de los conflictos algo deseable; nadie piense que para mejorar la forma en la que te relacionas con tu pareja, habrá que inventarse religiosamente un conflicto cada martes por la mañana. Si se les puede evitar, bienvenido; si no, recurrir a estrategias derivadas de una buena comunicación, como la empatía o la negociación, pueden no sólo salvar el día, sino el destino de tu relación.

¿Quién de los dos tiene la culpa de las broncas en pareja? Ok, si bien es cierto que cada cual debe hacerse cargo de su cincuenta por ciento de la responsabilidad frente a los conflictos, también es correcto decir que buena parte de esas broncas se originan en la educación que tú y tu compañero recibieron cuando niños. Me explico: cuando eres chavo, tienes a tu disposición los juguetes y accesorios más “adecuados” según cada caso: ropita azul si eres niño, tus carritos, muñecos de acción, balones y pistolas de juguete; vestiditos en rosa pastel si eres niña y tu kit completo para maquillarse, cocinitas, hornitos, estufitas y hasta una regordeta muñeca que balbucea cuando la acuestas.

viernes, 22 de febrero de 2013

Hombres y violencia de género

Cuando se toca el tema de “violencia de género”, la conversación tiende habitualmente a irse del lado de las mujeres, que son víctimas de nuestras estructuras tan rígidas de lo que es ser mujer en nuestra sociedad.

Violencia de género, grosso modo, consiste en limitar el desarrollo de una persona por el solo hecho de que la gente a su alrededor, mantiene (o mantenemos, kimosawe) unas expectativas distintas hacia ella: unas que ni tienen que ver son sus propios deseos, necesidades o historia de vida, sino más propiamente, con lo que nos apetece para ella por el solo hecho, en este caso, de que es mujer.

Cuando se trata de las mujeres, nuestra sociedad les impone jornadas laborales que son más semejantes a lo que vivían los esclavos en tiempos de la colonia, que a lo descrito en la Ley Federal del Trabajo; hoy en día, además de cuidar de los niños, educarlos y hacer las labores cotidianas del hogar y responsabilizarse del mantenimiento de la casa, debe también hacer la vida cómoda para su marido, lavarle, plancharle, cocinarle los alimentos, porque eso es lo que todos y todas esperamos de ella.

Hombres y violencia de género

Cuando se toca el tema de “violencia de género”, la conversación tiende habitualmente a irse del lado de las mujeres, que son víctimas de nuestras estructuras tan rígidas de lo que es ser mujer en nuestra sociedad. Violencia de género, grosso modo, consiste en limitar el desarrollo de una persona por el solo hecho de que tenemos unas expectativas distintas hacia ella, unas que ni tienen que ver son sus propios deseos, necesidades o historia de vida, sino más propiamente, con lo que nos apetece para ella por el solo hecho, en este caso, de que es mujer.

Cuando se trata de las mujeres, nuestra sociedad les impone jornadas laborales que son más semejantes a lo que vivían los esclavos en tiempos de la colonia, que a lo descrito en la Ley Federal del Trabajo; hoy en día, además de cuidar de los niños, educarlos y hacer las labores cotidianas del hogar y responsabilizarse del mantenimiento de la casa, debe también hacer la vida cómoda para su marido, lavarle, plancharle, cocinarle los alimentos, porque eso es lo que todos y todas esperamos de ella. Como estamos en crisis económica, ella debe también buscar un empleo remunerado, además del empleo diario no remunerado del que se encarga en casa, para que la economía familiar no se colapse. Esa sobrecarga de labores es violencia de género.


martes, 8 de enero de 2013

¿Qué te generas en la vida?

“…dame fuerza para cambiar lo que puedo cambiar,
la serenidad para aceptar lo que no puedo cambiar,
y la sabiduría para distinguir la diferencia entre ambas.”
–    Reinhold Niebuhr, teólogo (1892 – 1971)

Actualmente, y gracias a más de un modelo new age de desarrollo humano, se han puesto de moda palabras con las que se trata abrir una nueva realidad a través de la cual relacionarnos con la vida. Una de esas palabras se deriva del verbo: Generar.

Dícese al respecto que nosotros generamos lo que nos sucede en la vida, que lo propiciamos y que somos los arquitectos o autores de nuestra propia historia. Esta reflexión es muy oportuna en un momento de la humanidad en el que pareciera que todos son responsables de la vida de uno, salvo uno mismo (o una misma): la mercadotecnia me dice que adquirir, la publicidad lo que me conviene creer, la escuela como debo ser, mis padres lo que mejor conviene para ser feliz, y mi chamba es obedecerles. Estamos rodeados de buenas intenciones que atentan contra la responsabilidad que mantenemos hacia nuestra propia vida.

¿Qué pasa cuando tenemos consciencia de que nosotros generamos? La primera consecuencia es que nos responsabilizaremos de la consecuencia de nuestras decisiones y no vamos a cargarle el muerto a nadie que no sea uno mismo; eso es un principio muy básico de ética. La segunda consecuencia será la convicción de que “si no me gusta a dónde he traído mi vida, entonces está en mis manos cambiarla” y así de simple, sin depender de nadie más, solo de mi propia voluntad y esfuerzo, porque si yo generé lo que me estorba, puedo generar un cambio en mi vida. 

Hasta ahí vamos bien, pero es emocionalmente peligroso llevar este concepto hasta el extremo; es decir, si tomas cualquier verdad y crees en ella ciegamente, convertirás a esa verdad en una mentira y a ti en un fanático. No en todos los casos has generado lo que enfrentas, no en todos los casos eres responsable de las tragedias que vives: decirle a alguien que su mamá recién fallecida se generó ese cáncer que terminó con su vida, además de ser un tropiezo en diplomacia, es una cruel suposición y con facilidad también una mentira. No te extrañe si quien oye eso pida una bebida caliente solamente para arrojarla a tu cara.

Si generamos parte de las reacciones que las personas tienen hacia nosotros, si bien, no todas. A veces no somos conscientes de nuestra actitud hacia algo o alguien y la conducta que manifestamos a partir de eso, puede ser el estímulo que provoca en los otros una reacción desagradable, por ejemplo: pongamos que no me gustan los franceses, y teniendo que platicar con un recién llegado de Paris, yo le proyecto una sutil actitud de desagrado; él seguramente lo va a notar y mostrará su rechazo hacia mí como respuesta. Si yo no soy consciente de los mensajes no verbales que le mando, entonces pensaré es él quien empezó con la mala actitud y obtendré más razones para mi desagrado por los franceses. Yo generé sin duda, esa respuesta de rechazo hacia mí.

También podemos generar buenas oportunidades cuando tenemos una actitud de apertura y nos creemos merecedores de que nos sucedan cosas buenas. Lo contrario a esto implicaría estar frente a una gran oportunidad laboral y dejarla pasar porque nos creemos inadecuados; en ese caso generamos nuestra propia frustración y falta de alternativas. Hay quienes salen a tocar puertas para encontrar un trabajo, o quienes son excelentes para detectar oportunidades pequeñas que a las que pueden sacar un máximo provecho. Esta gente se atreve a tomar riesgos y esa actitud les genera grandes cambios en sus vidas.

A veces nos generamos enfermedades: si mantienes tu vida sumergida en la aprehensión y el estrés, no es noticia que vas a generarte una colitis, o puede que un problema en el hígado por andar de corajuda o un enfisema pulmonar por ser un fumador empedernido. Pero, ¿le dirías a una niña con leucemia que ella se generó el cáncer?

Si bien podemos generarnos mucho de lo que sufrimos o disfrutamos en la vida, y por eso es importantísimo que midamos la consecuencia de nuestras decisiones, sería un error rayano en la megalomanía pensar que generamos todo lo que compone nuestras vidas; no somos omnipotentes, por eso hemos de aprender a distinguir lo que es nuestra responsabilidad de lo que no (y no poner sobre nuestros hombros pesos que no nos conciernen), e identificar lo que podemos cambiar, o lo que debemos aceptar cuando algo dado está fuera de nuestras manos.

Una psicoterapia de enfoque humanista y sistémico, diverso y sensible al género: T+C

¿Qué te generas en la vida?

“…dame fuerza para cambiar lo que puedo cambiar,
la serenidad para aceptar lo que no puedo cambiar,
y la sabiduría para distinguir la diferencia entre ambas.”
-    Reinhold Niebuhr, teólogo (1892 - 1971)

Actualmente, y gracias a más de un modelo new age de desarrollo humano, se han puesto de moda palabras con las que se trata abrir una nueva realidad a través de la cual relacionarnos con la vida. Una de esas palabras se deriva del verbo: Generar.

Dícese al respecto que nosotros generamos lo que nos sucede en la vida, que lo propiciamos y que somos los arquitectos o autores de nuestra propia historia. Esta reflexión es muy oportuna en un momento de la humanidad en el que pareciera que todos son responsables de la vida de uno, salvo uno mismo (o una misma): la mercadotecnia me dice que adquirir, la publicidad lo que me conviene creer, la escuela como debo ser, mis padres lo que mejor conviene para ser feliz, y mi chamba es obedecerles. Estamos rodeados de buenas intenciones que atentan contra la responsabilidad que mantenemos hacia nuestra propia vida.